«Son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura», bramó Raúl  Ricardo Alfonsín desde la pista central de la Sociedad Rural Argentina. Sus once minutos de discurso fueron acompañados por silbidos y abucheos en un lluvioso día de agosto. Corría el año 1988 y el Plan Primavera ya comenzaba a naufragar, pero un debilitado Raúl Alfonsín (hoy se cumplen 10 años de su fallecimiento) no perdía la costumbre de plantar bandera en territorio ajeno.

Ya lo había hecho en 1985 cuando en los jardines de la Casa Blanca le enrostró a Ronald Reagan que las jóvenes democracias latinoamericanas habían «heredado cargas muy pesadas en el orden económico» que conspiraban «contra la posibilidad del desarrollo».

El mandato de Alfonsín terminó cinco meses antes de lo previsto en medio de una inflación incontrolable, un hito que hoy parece pequeño frente al Juicio a las Juntas que condenó a los jerarcas de la última dictadura.

Su gobierno estuvo marcado por diversos enfrentamientos contra los grupos de poder económicos y también políticos. «Tenía mucha claridad de enfrentar a las corporaciones y sin duda pagó los costos. Si hubiera sido más hipócrita probablemente no los hubiera pagado», analiza Diego Barovero, presidente del Instituto Nacional Yrigoyeniano a diez años de la muerte del «Padre de la democracia».

Alfonsín asumió la presidencia argentina el 10 de diciembre de 1983. Barovero cree que hubo, tal vez, «cierta inocencia con respecto a las relaciones del poder a nivel mundial». Se refiere a la incipiente globalización que comenzaría, en la Argentina, con la privatización de las principales empresas de servicios públicos a cargo de Carlos Saúl Menem.

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Su relación con los medios de comunicación, y en especial con Clarín, no fue la mejor. «Yo les pido que lean el Clarín, que se especializa en titular de manera definida, como si realmente quisiera hacerle caer la fe y la esperanza al pueblo argentino (…). Sabemos que es un opositor acérrimo y no nos interesa”, criticó en febrero de 1987 al gran diario argentino desde un acto en Villa Lugano.

En ese momento Clarín se había quedado con Radio Mitre a través de una curiosa triangulación de nombres, ya que la ley no permitía a los diarios ser dueños además de una licencia de radiodifusión. Pero el grupo pretendía además incursionar en el mercado televisivo y adueñarse de Canal 13, algo que Alfonsín impediría.

El resultado fueron decenas de tapas contra el mandatario que fue sometido a un intenso desgaste. A través de César Jaroslavsky, uno de sus más fieles escuderos, el presidente advertía: «Hay que cuidarse de ese diario, ataca como partido político y, si uno le contesta, se defiende con la libertad de prensa».

Los levantamientos de Semana Santa forzaron la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que eximieron a miles de militares de ser juzgados por los crímenes de la dictadura. «¡Felices Pascuas (…) la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina», anunció el presidente en Plaza de Mayo después de haber negociado con Aldo Rico en el cuartel de Campo de Mayo.

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En 1994, cinco años después de dejar la presidencia, acordó con Menem una reforma constitucional que le permitió la reelección al exgobernador riojano y legó a la Argentina instituciones como el Consejo de la Magistratura. Los cuestionamientos por el Pacto de Olivos fueron numerosos, pero Alfonsín sostuvo hasta su muerte que la oposición en el Congreso estaba en minoría frente al peronismo y aliados. Alfonsín temía que Menem se perpetuara en el poder y por eso prefirió firmar un «Núcleo de Coincidencias Básicas», antes de que el PJ reformara la Constitución a gusto.

También propuso el traslado de la Capital Federal a la ciudad de Viedma, impulsó la Ley de Divorcio y logró poner fin a una disputa con Chile por los límites de ambos países.

Barovero estuvo como militante ese día en La Rural y recuerda que en la entrada del predio los organizadores repartían silbatos que resonaron durante la alocución del presidente.

Rompiendo cualquier tipo de protocolo, Guillermo «Billy» Alchouron –también afiliado de la UCR y titular de la SRA– volvió a tomar el micrófono después del discurso de Alfonsín para ratificar los reclamos del sector agropecuario que consideraba «confiscatorias» las medidas económicas.

A pesar de tamaña falta de respeto, Alfonsín contuvo la ira y permaneció en su asiento. Ya estaba satisfecho: en su propio terruño había tildado de «fascistas» a los ruralistas que abuchearon su discurso .

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Un homenaje en el Cementerio de la Recoleta

Hoy, a las 11 de la mañana, en el Cementerio de la Recoleta, tendrá lugar otro homenaje para conmemorar la fecha del fallecimiento del expresidente Raúl Alfonsín. El exjefe de Estado murió hace diez años, el 31 de marzo de 2009, y fue despedido por una multitud en las calles.

El evento de hoy fue organizado por militantes radicales alfonsinistas de la Capital Federal. El único orador será el exdiputado, Ricardo Alfonsín, hijo del exmandatario y el dirigente boina blanca más crítico de toda la gestión de Mauricio Macri.

Otro de los encuentros que se organizaron esta semana para recordar a Alfonsín fue en la Facultad de Derecho de la UBA. Allí  los principales oradores fueron el abogado constitucionalista Ricardo Gil Lavedra, la exministra de desarrollo social Graciela Fernández Meijide, y el embajador en Colombia y exlegislador Marcelo Stubrin. El peronismo bonaerense también recordará al patriarca radical. Será con un acto en su pueblo natal, Chascomús. El presidente del PJ provincial, Fernando Gray, encabezará el evento.