Alberto Fernández llevaba unos quince minutos en el micrófono. El sol empezaba a ocultarse por detrás del escenario. Desde las primeras filas del parque de la laguna Don Tomás los manifestantes de varios puntos del país –convivían allí pampeanos y neuquinos- observaban a quien probablemente gobernará la Argentina en menos de dos meses. En un momento empezó a escucharse el cantito “Presidenteee/ Alberto presidenteeee”, nuevo clásico de la campaña. El candidato del Frente de Todos acababa de citar al gobernador anfitrión, Carlos Verna, para advertir que la batalla contra Mauricio Macri no debe darse por ganada. No todavía. “Estamos cerca pero todavía no hemos llegado”, había dicho. Y justo entonces, tras referirse a la necesidad de revitalizar las PyMEs, recuperar el empleo y combatir el hambre, Fernández avisó que estaba por concluir su discurso. “Con esto termino. Me estoy quedando sin voz, sean piadosos”, deslizó desde el micrófono. Pero siguió un rato más.
La muchedumbre, al menos los asistentes que lo miraban apenas a tres metros, mantuvo un ida y vuelta bastante curioso con el hombre que en diez días los representará en las urnas. Era como si quisieran transmitirle fuerza. Ratificaban en la acción, sin pensarlo demasiado, la esperanza que depositan en él. “¡Vos podés, vos podés!”, “No queremos chicos con hambre”, “Vamos Alberto, carajo” y “¡Te vamos a ayudar!” fueron algunos de los gritos que recibió el postulante del FdT y que Tiempo presenció desde la posición más codiciada del evento: al pie del palco, en una suerte de pasillo de seguridad, a la distancia de un apretón de manos.
Fernández había llegado una hora antes hasta esa superficie verde a la vera de la laguna que los vecinos de la capital pampeana utilizan los fines de semana. Compartió la entrada al escenario con su compañera de fórmula. Con CFK se había encontrado un rato después de aterrizar, en el cuarto piso del Hotel Mercure, donde ella se había alojado la noche anterior. Desde allí se trasladaron en una combi. Campera liviana, camisa blanca sin corbata, pantalón oscuro y botas negras, el candidato presidencial profundizó sobre lo que ya es un pilar de su mensaje a los argentinos. “Lo que queremos es que las pequeñas y medianas empresas levanten sus persianas y vuelvan a producir. Queremos que esas PyMEs les devuelvan el trabajo al que no lo tiene. Que las familias desayunen, almuercen, merienden y cenen en sus casas”, remarcó en lo que puede leerse como otra ratificación de los ejes de un eventual nuevo gobierno, al menos para los primeros cien días.
En el tramo más duro y confrontativo de su mensaje, Fernández cuestionó lo que definió como mentiras de Macri. Pero en toda esa argumentación no lo mencionó nunca por su apellido. Se dirigió a su rival llamándolo “presidente”. El mismo recurso utilizó durante el debate en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, hace cuatro días, en la ciudad de Santa Fe. “Yo espero que hayamos aprendido que la política no es prepararse haciendo coachings para mostrarse ante una cámara diciendo lo que la gente quiere oír. La política, entiéndalo presidente, exige no mentirle a la gente. Exige comprometerse con la gente. Se ha cansado de decir mentiras. Llegó mintiendo y va a un debate y sigue mintiendo. Y dice que tomó la deuda que tomó para pagar la deuda que contrajimos nosotros. No hay que tener vergüenza para decir semejante cosa. Hay que ser un desvergonzado para decir eso”, cargó con todo Fernández y la muchedumbre lo premió con una de las ovaciones de la tarde.
Otro clásico de la campaña de Fernández es el llamado a construir un país federal. Santa Rosa no fue la excepción: el párrafo en que se refirió a la descentralización de la estructura del Estado recibió otra vez aplausos y muestras de aceptación por parte de los gobernadores. “Lo que los argentinos queremos es volver a vivir en un país federal, en el que todos nos integremos. No hay un país central y la periferia. No existe la periferia en la Argentina. Somos todos argentinos, tenemos que construir un país”, puntualizó el candidato.
Los jefes territoriales estaban sentados en banquetas en el sector izquierdo del escenario. Los acompañaban algunos legisladores nacionales, como el senador por Córdoba Carlos Caserio (cuya relación con Fernández se profundiza en la medida en que Juan Schiaretti se mantiene distante); el diputado y titular del PJ, José Luis Gioja; sus pares Daniel Scioli y Felipe Solá, entre otros invitados.
Entre los gobernadores se veían sonrisas. Allí estaban Hugo Pasalacqua (Misiones), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Juan Manzur (Tucumán), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Sergio Casas (La Rioja), Mariano Arcioni (Chubut), Sergio Uñac (San Juan) y Gildo Insfrán (Formosa). La lista de personalidades que subieron al palco se completaba con el diputado y candidato a gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof (el más aplaudido de todos; seguido por Scioli y por Verna, en ese orden); la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti; la diputada y sobrina nieta de Evita Cristina Álvarez Rodríguez; el gobernador electo en La Pampa, Sergio Zilotto; y la ex diputada nacional por La Pampa María Luz Alonso, conocida como “Luchy”, referente de La Cámpora en la provincia.
Neoliberalismo y endeudamiento
Al igual que en el acto del Monumento a la Bandera de Rosario, como corresponde a su lugar en la fórmula presidencial, Cristina habló antes del cierre de Alberto F. La tarea de romper el hielo y dar la bienvenida en representación de La Pampa le había tocado a Verna, el primer orador. Cubierta por un poncho de color claro confeccionado por una artesana de la provincia que le había regalado el propio Verna, CFK arrancó con un lapidario diagnóstico sobre la tercera experiencia neoliberal en la Argentina, como definió al ciclo macrista. “Esta tiene que ser la última experiencia neoliberal que sufre el pueblo argentino. ¡Neoliberalismo nunca más, compatriotas!”, exhortó entre gritos y aplausos.
La senadora nacional por Buenos Aires y candidata a vicepresidenta analizó el proceso que mutó desde el “capitalismo de producción” al “capitalismo de expoliación, con primacía financiera”. Luego, a partir de unas frases picantes y de sesgo autocrítico que había lanzado Verna, CFK se metió con el tema de debate mencionado por el anfitrión: la corresponsabilidad del peronismo en la llegada de Macri a la Casa Rosada. “Somos los hombres y mujeres del campo nacional, popular y democrático, donde el peronismo es el eje pero no lo único, los que nos tenemos que plantear: ¿en qué nos equivocamos para que esto pudiera suceder una vez más en la Argentina? Creo que muchas veces trabajan internamente para dividirnos y enfrentarnos. Para hacerle creer, a compañeros y compañeras, que es posible el destino individual por fuera del conjunto”, subrayó la ex presidenta.
“Lo sucedido nos debe hacer comprender, de una buena vez y para siempre, que la unidad no es una declaración. La unidad también es generosidad, la generosidad que debemos tener los dirigentes”, completó Cristina y no mucho después recordó un acto en el partido de Avellaneda realizado el 28 de diciembre de 2017, cuando ella aseguró que haría todo lo posible para que el 10 de diciembre de 2019 fuera electo presidente un candidato que no se llamara Macri. Aquella promesa fue la génesis del anuncio que sorprendió al país, desde las redes sociales de CFK, en la mañana del sábado 18 de mayo.
La participación de Cristina en la jornada volvió a reflejar su centralidad en todo el armado que permitió la reunificación del peronismo. Esa centralidad es asimilada con naturalidad por la militancia de base del Frente de Todos. Eso quedó claro en las reacciones de la gente, pero también en el tiempo que ella misma invirtió en dar y recibir muestras de afecto cuando todo había terminado. Cristina también homenajeó a su esposo en otro tramo de su discurso y esa mención, sin nombrarlo directamente, reatroalimentó la faceta emotiva e hizo rememorar otros tiempos.
Sonriente mientras permaneció sentada, elogiosa para con Alberto F. (le reconoció méritos en el debate, en especial cuando el candidato presidencial recordó que los gobiernos nacional-populares fueron los únicos que desendeudaron al país), la ex mandataria se permitió confirmar en tono de broma una frase pícara que había lanzado el pampeano Verna (“Miren que he tenido flores de quilombos con Cristina, pero espero Cristina que cuentes que nunca te mandé a lavar los platos”). Cristina también tomó al vuelo un reclamo anónimo del público, desde donde una voz exigió que se obligue a Macri a pagar la deuda contraída con su propio patrimonio. “Sí, claro. Vamos a tener que saber en qué se fue la plata del endeudamiento de estos años”, acordó ella.
Estética retro
En la previa, mientras el sol empezaba a proyectarse desde uno de los costados del escenario, la multitud coreaba las canciones y movía los brazos al compás de Gilda, Amar Azul, Arbolito o Los Redondos. Entretanto, en las cuatro pantallas gigantes del palco -tres tenían la forma vertical de una columna- iban apareciendo los rostros de Alberto, Cristina, Néstor, Perón y Evita. Las cinco caras lucían una misma estética retro-moderna que cumplía el efecto de asociar a los cinco en una misma pertenencia atemporal.
El mismo efecto se utilizó con otras figuras emblemáticas del peronismo: por las pantallas fueron desfilando el cantor y cineasta Leonardo Favio; el desaparecido metalúrgico Felipe Vallese; la poeta asesinada por la dictadura Alicia Eguren; Héctor Cámpora; John William Cooke; Antonio Cafiero; la leyenda del boxeo José María Gatica; el líder de la resistencia en los frigoríficos de Mataderos Sebastián Borro; el escritor y periodista Rodolfo Walsh; la cantora de tango Nelly Omar; la dirigente y también cantante Juanita Larrauri; la trabajadora social Lucía Cullen, militante social en la Villa 31 de Retiro y también desaparecida; entre otras personalidades muy queridas por la militancia y los simpatizantes del peronismo.
La tónica general del acto, en suma, estuvo condensada en una frase del candidato a presidente. ”Hoy (por el 17 de octubre) tenemos un día de fiesta, hoy volvimos a estar unidos, y otra vez llegamos para darle al pueblo una opción”, lanzó Fernández. Por lo que se escuchó entre la dirigencia del peronismo pero sobre todo entre la gente anónima, millones de argentinos, millones de votantes, quieren cuidar esa alternativa. Y eso significa, como advirtió Verna en el arranque del acto, preservar la unidad. Tanto en la campaña como en la acción de gobierno. “A tragarse sapos, muchachos”, fue la mejor exhortación que encontró el pampeano para advertir, con su estilo entre campechano y decontracté, sobre los riesgos que se vienen.