El presidente Alberto Fernández llamó a armar una «nueva arquitectura financiera mundial» en la Cumbre de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, que reunió a todos los países de América Latina junto a España y Portugal y forma parte de la previa a su encuentro con su par estadounidense Joe Biden en Washington, donde también se espera que se sume el ministro de Economía Sergio Massa. El objetivo es que la sequía que afecta al país sea tenida en cuenta en una posible renegociación con el FMI, donde Estados Unidos es socio mayoritario y tiene poder de veto.
El presidente y su escueta comitiva -sólo viajaron el canciller Santiago Cafiero, la portavoz Gabriela Cerruti y el secretario general de la Presidencia Julio Vitobello- llegaron este viernes a Santo Domingo para participar de la cena de bienvenida de la Cumbre. Allí las miradas estuvieron puestas en los posibles roces entre Alberto y su par ecuatoriano Eduardo Lasso, tras las tensiones que hubo entre ambos países y el rompimiento diplomático posterior. Sin embargo, nada de eso sucedió y el ágape transcurrió en paz.
El clima en la discusión por la deuda
El gobierno argentino vino a Santo Domingo con la intención de poner sobre la mesa la propuesta de transformación en los sistemas financieros en medio de los estallidos bancarios de Estados Unidos y la crisis social y política desatada en Francia tras el intento de postergar la edad jubilatoria. La posición argentina es que los países más pobres son los que más sufren el cambio climático producido por la industrialización de las grandes potencias.
En particular, Argentina atraviesa una sequía que producirá menores exportaciones agrícolas y, en consecuencia, menores ingresos de divisas, insumo clave para el desarrollo, pero sobre todo para pagarle al FMI la enorme deuda contraída por Mauricio Macri en 2018.
Con el discurso en República Dominicana, Alberto piensa llevar esa propuesta a Washington, donde se reunirá con Biden, y en donde se espera que también se sume el ministro Massa.
Según explicaron fuentes diplomáticas a Tiempo, la posición argentina es que no se puede seguir manteniendo los mismos acuerdos financieros mientras el cambio climático condiciona la producción. Es decir, el reclamo no es sólo una cuestión de cuidado del ambiente sino que ahora ya se están notando las consecuencias fiscales y económicas de este nuevo factor exógeno.
“La globalización otra vez se muestra frágil. El capitalismo financiero hace temblar la economía cuando otra de sus burbujas cargadas de especulación explota inesperadamente. El mundo central que pasivamente deja inflar esas burbujas, corre en socorro del “sistema” ante la explosión para que el efecto dominó que ya vivimos hace quince años no vuelva a asomar. A esta altura de los acontecimientos, con tanta concentración, con tanto juego especulativo, ya deberíamos entender que al sistema financiero actual no hay que socorrerlo más. Debemos cambiarlo drásticamente”, dijo el mandatario argentino, que habló tercero, luego del mandatario ecuatoriano Lasso, un banquero que apareció en los Panamá Papers y que ahora también enfrenta una crisis política en su país.
Claves geopolíticas
Otro de los ejes que planteó el presidente argentino fue la necesidad de volver a integrar a los países de América. “Nuestra América, en los años en los que Donald Trump gobernó en los Estados Unidos, sufrió un proceso de desintegración regional tremendo. La UNASUR fue desvaneciéndose a medida que sus miembros se desvinculaban cumpliendo mandatos impuestos por aquel gobierno republicano. Hasta la OEA quedó al servicio de ese objetivo desintegrador convalidando un golpe de Estado en Bolivia”, sostuvo.
Además, como sucede en todos los foros internacionales en los que participa Argentina, se volvió a plantear el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas.
Por último, el presidente mencionó la guerra desatada entre Rusia y Ucrania. Si bien no estaba en el mensaje original del presidente, y tampoco figura en el texto final de la cumbre, Alberto mencionó a los países en guerra y llamó a la paz. Es que el documento final de la cumbre debe aprobarse por consenso, es decir, todos y cada uno de los países deben aprobarlo, y en caso de que haya alguno que disienta con alguno de los puntos, el documento no se firma.