Mientras amaga entre jugar una candidatura o posicionarse como gran elector, el expresidente Mauricio Macri se anima a hablar de temas que jamás habría mencionado en otro momento de su carrera política. Durante la campaña presidencial de 2015 siempre evitó decir cuál sería su política económica. Casi como una regla de oro siempre se concentró en no mencionar la palabra “ajuste”. Ahora, en el despoder y en tono autocrítico, el fundador del PRO se muestra más a la derecha de su propia gestión de gobierno. “Voy a tratar de ir por el mismo camino lo más rápido posible”, le dijo el magnate en 2019 al escritor Mario Vargas Llosa. Tres años después sigue pensando lo mismo y con más fervor que antes. Su prédica mediática es todo un síntoma. Con el foco puesto en 2023, los principales referentes de Juntos por el Cambio volvieron a animarse a hablar de economía, aunque dentro de la coalición opositora hay posiciones muy disímiles sobre cómo abordarla.
Para los socios de JxC volver a meterse en el debate económico es una aventura compleja. Junto a la política energética es el eje más débil de la gestión de Macri. Ambas horadaron su performance electoral hasta llevarlo a la derrota en 2015. La recuperación obtenida en las últimas legislativas y el incremento de la inflación durante los dos años de la gestión de Alberto Fernández achicaron esa sombra. El 53,8% de inflación registrado en 2019 por el gobierno de Macri ya no es un tabú comunicacional que inhiba a sus dirigentes. La muestra más concreta es el expresidente, que ahora reivindica abiertamente al menemismo, dice que volvería a privatizar Aerolíneas Argentinas y se empeña en contener la fuga de votos por derecha que beneficia al diputado Javier Milei.
Los competidores de Macri por el liderazgo del PRO advierten que la frazada de su entusiasmo es corta. En ese grupo está el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y la titular del PRO, Patricia Bullrich. Ambos tienen a sus propios consejeros económicos y, al igual que el resto de la alianza opositora, trabajan en planes económicos propios. Luego se medirán en un debate interno que debería dar como resultado un plan de gobierno consensuado por los socios de JxC. La posibilidad aparece remota frente a las discrepancias internas, aunque cada vez surgen más coincidencias inconfesables, como el consenso de reprimir la protesta social que surja ante un eventual ajuste, sea por shock o en cámara lenta. Esa variable es tan poco mencionada como asumida, pero está muy presente en el análisis de cada sector de JxC.
A Macri lo persigue una alta imagen negativa que, si bien se reduce con el correr de los meses, no le alcanzan para asegurar sus deseos de volver al poder. El magnate cree que es posible, pero gracias a una estrepitosa crisis económica del actual gobierno que le permita regresar triunfal. Con ese capital político aplicaría un “shock”. Ejecutaría la promesa que le dijo a Vargas Llosa en clave de autocrítica. Nada de gradualismos, un ajuste drástico sobre distintas áreas del Estado y con un dólar “ultracompetitivo”. Del “cepo” no dicen nada, aunque según las ilusiones de los más ortodoxos (en consonancia con Milei) la salida sería abrupta. No hablan de megadevaluación, pero sería la salida ineludible de una eliminación acelerada de los controles de cambios.
La renegociación con el FMI que cerró el Gobierno abrió el compás de las once auditorías trimestrales que recibirá el país a partir de mayo. En JxC creen que la próxima administración, sea del color político que sea, tendrá “la macroeconomía ordenada” y recién deberá lidiar con los primeros pagos al Fondo en 2025. Son dos frenos directos para los panegíricos que sobrevende el entorno del expresidente, aunque son reflejados con mucha persistencia en las editoriales de distintos medios que buscan instalar una situación de extrema debilidad del gobierno del Frente de Todos.
El shock que menciona Macri, hasta ahora, no tiene más ejecutores que él mismo. Sigue funcionando como un puente de coincidencias con Milei, que agita la dolarización de la economía. La dureza de sus planteos parece eclipsar a Bullrich y también a Rodríguez Larreta, que transita una pérdida en su imagen y busca despegarse de un perfil moderado.
En comparación con 2015, la apuesta discursiva de Macri para anticipar un ajuste feroz aparece como una osadía. Decirlo ya no parece piantavotos y en el partido amarillo creen que le suma adherentes. Sin embargo, no cuenta con una propuesta de aplicación concreta y tampoco exhibe un equipo económico que lo acompañe. En el PRO leen esa falencia como la confirmación de que no buscará competir en 2023 sino incidir todo lo que pueda. Cerca de Macri mantienen la incógnita y así lo harán hasta último momento.
Desde hace dos semanas, Rodríguez Larreta también habla de shock. Su entorno no aporta detalles sobre su alcance. En la sede del gobierno porteño aseguran que sería un plan de los primeros 100 días de gestión, donde buscaría estremecer las variables económicas. No dicen qué harían con el cepo y tampoco explican cómo sería el cogobierno con el FMI. Aseguran que el alcalde “trabaja desde hace dos años con 80 economistas, área por área”, reunidos en un equipo que coordina el exministro de Economía, Hernán Lacunza, que condujo el Palacio de Hacienda en el último tramo de la era Macri.
En ese equipo se tejen coincidencias económicas con los demás sectores del PRO. Bullrich también está en carrera y dijo que sumaría al extitular del Banco Nación, Carlos Melconian, como ministro de Economía. La exministra de Seguridad le reconoce a Lacunza que está trabajando para tener un plan económico para todo Juntos por el Cambio. Pero al mismo tiempo alimenta el ego de Melconian, que se muestra exultante y “honrado” y reúne al exministro de Producción, Dante Sica, y al titular del Banco Santander, Enrique Cristófani, en torno a su proyecto presidencial. ¿Puede salir una síntesis entre Lacunza y Melconian? Ambos aparecen como las aristas de dos competidores internos del PRO y todavía no se midieron con la ortodoxia que exuda Macri.
Luego será el momento de congeniar esas aspiraciones con las definiciones económicas del radicalismo, que también trabaja un programa propio dentro de la Fundación Alem. Sus contornos todavía no se conocen, pero en cada fuerza admiten que la variable del ajuste suena demasiado amarga como para jugarla en la previa electoral. Después vendrá el cedazo de los aliados del establishment, que harán valer sus opiniones con el peso de los aportes de campaña que terminen girando.«