En un momento en el que importantes controversias económicas y políticas concentran la atención de la diplomacia mundial, Estados Unidos y Corea del Norte coinciden en agudizar la tensión en Asia Oriental para arrancar concesiones a China y Rusia.
El pasado miércoles 29 el ejército norcoreano probó el Hwasong-15, un cohete balístico intercontinental que recorrió 950 kilómetros antes de caer en el mar al este de Japón. Los expertos militares de Corea del Sur reconocieron que el ensayo balístico norcoreano ha sido un éxito. El lanzamiento fue el primero tras una pausa de dos meses y medio y representa una reacción de Pyongyang ante el adelantamiento de las maniobras militares estadounidenses en el sur de la península que torpedean los esfuerzos rusos y chinos por hallar una solución pacífica. Por ejemplo, el pasado 27 de noviembre el viceministro ruso de Exteriores, Ígor Morgúlov, esbozó en Seúl una hoja de ruta en tres fases para resolver la crisis coreana que prevé, primero, la suspensión simultánea del programa norcoreano de cohetes y armas nucleares y de los ejercicios militares conjuntos de EE UU y Corea del Sur. En la segunda etapa se iniciarían negociaciones directas entre Pyongyang y Washington, por un lado, y entre las dos Coreas, por el otro y, en la tercera fase, mediante negociaciones multilaterales se establecería un mecanismo de paz y seguridad que desnuclearice la península de Corea y desmilitarice toda la región.
Como respuesta ante el test, Washington convocó a todos los países del mundo a romper las relaciones diplomáticas con Norcorea, llamado que el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, rechazó el jueves 30. Ayer, en nuevas declaraciones afirmó que «al condenar las aventuras misilísticas y nucleares de Pyongyang no podemos no hacer lo mismo ante el comportamiento provocativo de nuestros socios estadounidenses que intentan arrastrar a su lado a los japoneses y los surcoreanos, que se convertirán en las primeras víctimas, si estalla una guerra en la península de Corea», señaló.
Lavrov subrayó también que «el líder norcoreano no lanzaba ninguna aventura desde hacía más de dos meses. A la vez, en septiembre nuestros socios estadounidenses nos dieron a entender que los próximos ejercicios de gran envergadura en la región estaban programados recién para la primavera de 2018» y «nos sugirieron que, si hasta entonces Pyongyang se mantiene calmo, se podría comenzar un diálogo, algo que Rusia apreció». Y continuó: «Empezamos a trabajar con Pyongyang y, de repente, dos semanas después anuncian ejercicios extraordinarios en octubre y más tarde en noviembre. Ahora hablan de más maniobras en diciembre».
En tanto, también China advirtió severamente contra la provocación norteamericana. En un editorial del oficioso Global Times se previene que «la presión norteamericana por la adopción de sanciones extremas contra Norcorea recae nuevamente sobre China y el riesgo de guerra continúa creciendo. El programa armamentístico norcoreano produjo un desequilibrio geopolítico en Asia Nororiental», afirma. «Los EE UU hallaron una nueva excusa para desplegar sus armas estratégicas en la región. El sistema THAAD (de derribo de proyectiles, instalado por EE UU en Surcorea) representa una amenaza directa para China». Y prosigue: «Aunque nuestra nación se sumó a las sanciones decretadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, pensamos que las mismas deben concentrarse en el programa nuclear y no en tratar de golpear la vida cotidiana del pueblo norcoreano».
Luego advierte que «para resolver la crisis nuclear hay que combinar sanciones y negociaciones. En la medida en que ha violado las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, Corea del Norte debe prepararse a sufrir nuevas sanciones», comenta. «Sin embargo, nada justifica un embargo comercial general o la ruptura de relaciones diplomáticas. Está aumentando la posibilidad de que estalle una guerra en la península coreana, por lo cual China está completamente preparada para utilizar su potencial en defensa del interés nacional. No le debemos nada a nadie y los demás países deberían saberlo», finaliza.
Desde hace años EE UU y Corea del Norte se vienen provocando mutuamente con una retórica agresiva. Los primeros utilizan el conflicto coreano cada vez que necesitan desviar la atención de otros temas de la agenda mundial. Los segundos, en tanto, buscan mantenerse en el centro de la escena internacional, a lo que se agrega la dificultad para saber qué funcionario representa la verdadera posición oficial de Washington. Por cierto, China y Rusia han comenzado recientemente a aceptar las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque insisten en que se las combine con negociaciones políticas comprehensivas. Ambas potencias reclaman que EE UU retire sus armas estratégicas de la península a cambio de la cancelación del programa norcoreano de armamentos. En una situación tan trabada como la actual, la ONU parece incapaz de promover una negociación política y en la región faltan foros multilaterales que incluyan a todos los actores involucrados.
La única alternativa sería, quizás, que Rusia y China repliquen la táctica norteamericana y abran focos alternativos de conflicto en otras regiones del globo, pero el riesgo implícito en la permanente apertura de nuevos conflictos puede ser peor que la enfermedad que se intenta curar en Corea del Norte. «