Tres niñas de 10, 7 y 5 años asomadas a una ventana abierta en la sala de conferencias de las seis federaciones del Trópico de Cochabamba me preguntan si Evo va a venir. Les contesto que sí y se les ilumina la cara. Cuando entra comienzan a gritar: “¡Evo, Evo, Evo!”. Esas muestras de cariño se dieron a lo largo de los 1200 kilómetros de caravana que unió los paisajes andinos, los Valles y el Trópico de Cochabamba.
A lo largo del recorrido se realizaron actos masivos en Villazón, Atocha, Uyuni, Río Mulato, Sevaruyo, Orinoca, Oruro y Chimoré, pero hubo además decenas de encuentros impensados, improvisados a la vera de los caminos y en poblados para abrazar al expresidente. Fueron tres los puntos fuertes de amor a Evo Morales: Villazón, desde donde cruzó en la Argentina y una multitud acompañó casi como una estrella de rock unas cinco cuadras hasta entrar en la plaza Bolívar; en Orinoca, su pueblo natal, donde las comunidades originarias lo recibieron como a un hijo pródigo; y por último en el aeropuerto de Chimoré, en el sitio exacto donde un avión de bandera mexicana lo sacó del país salvándole la vida en noviembre del año pasado.
Ante un bloque humano que se extendía por la pista hasta que la vista no alcanzaba, García Linera y Morales arrojaron al suelo un puñado de tierra, la misma que habían recogido un año atrás, antes de salir a un exilio forzoso, como una forma de prometer a la Pachamama que esa pequeña muestra regresaría alguna vez a su origen. «En este mismo aeropuerto dijimos ‘volveremos siendo millones’. Y ahora lo somos, hermanos y hermanas. Ahora tenemos que devolver la dignidad y la soberanía al pueblo boliviano”, dijo.
Llovía y la pista del aeropuerto de Chimore desbordaba de entusiasmo. Julián Apaza Nina fue más conocido como Túpac Katari. Nació en 1750 en Ayo Ayo. De la etnia aimara, hijo de un minero de Potosí. Un líder indígena que 31 años después moría tras ser ejecutado y arrojado por un barranco en plena lucha contra los españoles. Pero antes de morir, mencionó la frase: «A mí solo me matarán…, pero mañana volveré y seré millones». La pista desbordaba de bolivianos. Un millón, o más, qué más da… Allí estaban con Juan Evo Morales Ayma.
Y ahora estaba ocurriendo ante los ojos del mundo. Una revancha de los pueblos inédita, un contragolpe de los sectores campesinos indígenas originarios de los bloques urbanos populares con el golpe que se perpetró en 2019.
Morales no se tomó ni un día de descanso. Desde las 5:30 del 12 de noviembre se reunió con integrantes del Pacto de Unidad, del Movimiento Al Socialismo, asambleístas electos y delegaciones internacionales. Hasta confirmó la realización, dentro de un mes, de un encuentro de pueblos originarios por una América plurinacional, en Cochabamba. Quienes creían que el líder había perdido a sus bases y que su liderazgo carismático ya no impactaba en el pueblo deben entender que Evo sigue siendo el jugador dominante de la política boliviana. Es un mensaje para la oposición política, pero también para el MAS.