El Comité Nobel de Oslo hizo un regalo muy sugestivo a Vladimir Putin en su 70º cumpleaños al otorgar el galardón a la Paz 2022 a dos ONG y un activista contrarios a las posturas de Moscú. Fue en la misma semana que Volodimir Zelenski envió un mensaje, al menos ambiguo, en el que pidió un ataque preventivo de la OTAN para impedir que Rusia use armas nucleares en su país. Desde el Kremlin denunciaron lo que consideraron una invitación a desatar una guerra atómica de consecuencias devastadoras para la humanidad. Otro mal augurio para Putin fue el estallido de un camión bomba en el puente que conecta al territorio ruso con la península de Crimea en el que murieron tres personas, un hecho que investiga el Comité Nacional Antiterrorista Ruso. Al mismo tiempo, el gobierno ucraniano celebró la recuperación de unos 500 km2 en Jersón –una de las provincias incorporadas a la Federación rusa– en una contraofensiva que califican de irrefrenable, por lo que invitó a la rendición de los soldados rusos que combaten en esas regiones.
La respuesta al galardón a la ONG Memorial, al Centro por las Libertades Civiles de Ucrania y al bielorruso Ales Bialiastski, preso en Minsk, fue contradictoria. Mientras los medios occidentales celebraron lo que interpretan como una condena a Putin, en Rusia un tribunal ordenó incautar las oficinas de Memorial en Moscú. Lo inesperado partió de uno de los principales asesores de Zelenski, Mijailo Podolyak, periodista y negociador del gobierno ucraniano con representantes rusos en Estambul en julio pasado. Según Podolyak, «el Comité del Nobel entiende de forma interesante la palabra ‘paz’ si obtienen el premio de forma conjunta representantes de dos países que atacaron a un tercero».
Por cierto que de la Paz es seguramente de los Nobel que más cuestionamientos recibió a lo largo de su historia. Con solo recordar que si bien los argentinos Carlos Saavedra Lamas y Adofo Pérez Esquivel están entre los premiados, también lo obtuvieron Barack Obama en 2009, Henry Kissinger en 1973 o Theodore Roosevlet en 1906, quienes no se destacaron por su pacifismo.
Más allá de esos detalles, había quienes postularon a Zelenski para esa distinción. Pero si el Comité lo tuvo en cuenta, con su declaración en una videoconferencia con el Instituto Lowy de Australia, el mandatario ucraniano no mostró rasgos de templanza. Es cierto que Zelenski no pidió directamente que la OTAN apriete el botón nuclear, pero la frase «acción preventiva» en su boca y en este contexto sonaron peligrosas.
El que recogió el guante fue el canciller ruso, Sergéi Lavrov, quien señaló que «Zelenski llamó a sus amos occidentales a asestar a Rusia un ataque nuclear preventivo. Con ello, este personaje presentó al mundo nuevas pruebas de las amenazas que emanan del régimen de Kiev, para cuya neutralización se lanzó la operación militar especial».
Desde Washington deslizaron que no veían riesgo inminente de que Rusia vaya a usar armamento nuclear en Ucrania. Sin embargo, en un acto del partido Demócrata en Nueva York, el presidente Joe Biden dijo que Putin «no bromea cuando habla sobre el potencial uso de armas nucleares tácticas». Y agregó que Estados Unidos no se había enfrentado «a un posible Armagedón desde (John F.) Kennedy y la crisis de los misiles», en 1962, cuando lideraba la Unión Soviética el ucraniano Nikita Kruschev. «Por primera vez desde la crisis de misiles en Cuba, tenemos una amenaza directa del uso de armas nucleares», abundó el inquilino de la Casa Blanca.
El tema nuclear volvió a escena ya que Putin firmó la toma de posesión de la central de Zaporiyia tras aceptar la incorporación de esa provincia a la Federación de Rusia. La planta, la mayor en territorio europeo, provee de electricidad a gran parte de Ucrania. El argentino Rafael Grossi, titular del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) –que está inspeccionando las instalaciones ante las denuncias de ataques de artillería– dijo que para él «es evidente» que la central pertenece a la empresa operadora ucraniana Energoatom, aunque al mismo tiempo pidió a las partes crear una «zona de protección» para evitar una catástrofe.
Que la energía es la clave de la situación en el este europeo lo demuestra por un lado la creación de la Comunidad Política Europea (CPE), una suerte de Unión Europea 2 que se propone rediscutir el rol de los países de esa región y se reunió por primera vez en Praga para plantear más sanciones a Rusia.
Al mismo tiempo, la Organización de Países Productores de Petróleo (Opep, integrada por 13 naciones de África, Asia y América pero al que se suma Rusia) coordinó una reducción en la extracción de crudo para mantener los precios internacionales. «Creo que la Opep quiere ver el barril de petróleo a 100 dólares», analizó ante Yahoo Finance, Bob Iaccino, de Path Trading Partners.
Biden acusó a la organización, creada en 1960, de alinearse con Rusia. El caso es que la coordinación del grupo demuestra que Arabia Saudita, un gran aliado de EE UU durante décadas, también le da la espalda a Washington, y ahora, de manera impensada, envió un regalo que Putin acepta de buen grado, para compensar los últimos malos tragos. «
Biden Jr otra vez en la picota
Los agentes federales que investigan a Hunter Biden, hijo del presidente de EE UU, afirman contar con evidencia de que cometió delitos fiscales y dependerá de un fiscal decidir si se presentan cargos, según el The Washington Post. Ahora corresponde al fiscal federal en Delaware, designado por el expresidente Donald Trump, decidir si presenta cargos contra Biden, de 52 años, dice un cable de AFP.
El enfrentamiento de los Biden con Trump viene de lejos. El exmandatario impulsaba en 2017 una investigación en Ucrania sobre los negocios del hijo presidencial en una empresa de energía, Burisma. Los representantes demócratas lograron en 2019 llevar a un juicio político a Trump, que no prosperó en el Senado. Pero el caso es una herida abierta entre ambas administraciones.
Por otro lado, el Post es propiedad desde 2013 de Jeff Bezos, el dueño del gigante Amazon. Notorio opositor a la formación de sindicatos entre sus trabajadores, Bezos se enfrenta a Biden, que impulsa una agenda que busca recuperar el apoyo de la clase trabajadora y en ocasión de celebrarse el Labour Day (día del Trabajo en EE UU, el 5 de setiembre), dijo «estoy alentando a los sindicatos. Necesitamos protecciones claves para los trabajadores y para construir una economía desde abajo hacia arriba y hacia afuera».