Nadie podría afirmar que las intentonas golpistas norteamericanas contra el legítimo gobierno de Nicolás Maduro han terminado con el fracaso del putsch en Caracas. Hay duras y graves razones geopolíticas que indican que EEUU no cesará en sus intentos de reconvertir a toda América latina en su “patio trasero”.
En el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, la Doctrina Monroe expresaba el ímpetu expansionista de un capitalismo vigoroso con destino imperialista. En cambio hoy la tozudez yanky, empecinada en doblegar toda perspectiva autonomista en la región, tiene la impronta de “vida o muerte” propia de un proyecto neoliberal en descomposición. Ya desde el 2008 EEUU extiende sus turbulencias económicas por toda su área de influencia mundial. Viene, además, de una derrota militar en Siria y Medio Oriente, que siente ignominiosa aunque pretendedisimularlo.
Esta realidad es muy dura para quienes se creían los poseedores del “destino manifiesto” y hoy saben que tienen enfrente una alternativa poderosa que sí crece sin disimulo: China en tándem con su aliada estratégica, Rusia.
Venezuela es una pieza clave en ese vasto escenario de la confrontación mundial. 1-Por su riqueza petrolera. 2-Por su ubicación geográfica privilegiada. 3-Por la reciente historia chavista, su papel en el ciclo independentista latinoamericano y su influjo mundial.
No es casual que a éste fenómeno ideológico práctico lo han llamado, para demonizarlo, “populismo”. Tras la caída del muro de Berlín, la implosión del llamado “socialismo real”, el opacamiento de la influencia “soviética” y la “neoliberalización” de las socialdemocracias de casi todo el mundo, los pueblos buscan ideas y modelos nuevos. Vigorosamente Hugo Chávez primero, el kirchnerismo/peronismo después, junto a Evo Morales y Garcìa Linera, aportaron ideas, políticas y experiencias que comenzaron a influenciar a los nuevos movimientos: visible en España y Grecia, más tenue y difuso en otros países, su influjo se hizo presente. Además los lazos de Venezuela con Rusia y China son vistos por los norteamericanos como la puerta de entrada de sus principales adversarios alo que constituye su última línea de defensa, o dicho de otro modo, los territorios de su reserva estratégica.
Para medir en cuánto el fracaso del putsch tiene dimensión de derrota es necesario considerar cuantos recursos empleó en el territorio venezolano y en el exterior, y compararlo con sus resultados.
La movilización opositora fue claramente insuficiente, influyendo fuertemente su división. El personaje elegido para fungir de presidente alternativo carece de dimensión y personalidad para suplir esa debilidad. El uso de delincuentes y marginales para darles volumen insurgente a las guarimbas y la ofensiva, estuvo lejos de experiencias desestabilizadoras como las que los mismos norteamericanos crearon en medio Oriente.
¡Es imposible remedar en nuestra Amèrica “Ejércitos Islámicos”, Al Qaedas o Daesh latinoamericanos!
La labor de la CIA no alcanzó tampoco para dividir a las Fuerzas Armadas chavistas, fuertemente politizadas e ideologizadas. El gobierno de Maduro no mostró fisuras en el momento de auge de la acción golpista.
Por su parte el Gobierno de Trump involucró a sus principales figuras: el vicepresidente Pence desnudó claramente su accionar golpista así como lo hizo su secretario de Estado. Finalmente Trump tuvo que salir al ruedo intentando darle volumen internacional a la ofensiva política y diplomática.
El gobierno de Maduro parece salir fortalecido internamente, aunque tiene tareas gigantescas por delante que pondrán a prueba su solidez y perspectivas.
En el plano internacional se destacó la importancia de los apoyos de Rusia y China (también de Turquía e Irán). Numéricamente se advirtió la oposición de muchos países al intervencionismo norteamericano, aún de aquellos países que actúan con reservas frente al chavismo.
Trump cosechó apoyos nítidos en el área americana, aunque no todas fueron rosas para la diplomacia del Norte.
A los argentinos Macri nos avergüenza, no solo por su genuflexión con el poder norteamericano sino por su cercanía con el filofascista brasileño. El rápido apoyo de Macri y Bolsonaro a la actividad golpista no sorprenden aunque lo de Macri merece una observación: el “chupamedismo” de Maurizio con Donald no se corresponde a una sintonía con la línea política norteamericana que éste representa, aunque comulguen y abreven en el más crudo anticomunismo. Maurizio, globalista y antiproteccionista, antiproductivista y partidario del gran capital financiero internacional, de los acuerdos multilaterales y la apertura indiscriminada fue prodemócrata hillarysta confeso por lo que goza de la desconfianza del gran pope norteamericano actual. La conclusión que nuestro presidente saca es que debe multiplicar la chupada de medias al máximo. Tan sólo tres países latinoamericanos México, Cuba y Bolivia y algunas naciones pequeñas centroamericanas se destacaron por su oposición a la asonada golpista: y esto fue suficiente para hacer naufragar el apoyo buscado por Trump en la OEA.
En las Naciones Unidas la posición norteamericana es francamente minoritaria y en el Consejo de Seguridad de la ONU el veto de dos de sus cinco miembros permanentes -Rusia y China- garantizaban que la posición norteamericana no pudiera prosperar. No obstante en la reunión ampliada del Consejo y aun sin triunfar sacando una Resolución, los diplomáticos yankys se dieron el gusto de ser mayoría. En Europa, los partidos políticos y gran parte de la opinión pública, muestran una fuerte dosis de vacilación frente a la presión norteamericana y el profundo calado del “antipopulismo” entre sus filas muestra su compromiso neoliberal. La conducta más lamentable es quizás la del “socialista obrero” español Pedro Sánchez votando a favor del golpe y poniendo en cuestión los principios del no intervencionismo que deben regir las relaciones internacionales.
Es de notar que el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, destacado en los últimos años por su ferviente adhesión a las políticas norteamericanas, ha sido desconocido por el gobierno de su país. Esto debiera colocarlo,en caso de poseer la dignidad suficiente, en posición de renunciante. “Difícil que el chancho vuele”.
Del fracasado putsch en el territorio a la batalla en el escenario internacional
La rapidez con que EEUU cambio el escenario de la ofensiva golpista-del uso de la violencia en el territorio venezolano pasandoa la acción diplomática en todas las instituciones de la política internacional- hace pensar que el posible fracaso de la tentativa del 23 de Enero estuvo entre sus previsiones.
El intento de destitución de Maduro al menos les permitiría ampliar el activismo reaccionario a escala global y legitimar las violaciones al status legal de las relaciones internacionales, aún con sus consecuencias más ruinosas. Todo en función de crear condiciones para liquidar el gobierno chavista. Tuvo primer éxito con el reconocimiento en el Parlamento europeo del títere Guaidó como presidente interino de Venezuela.
Recordemos que fue en este Parlamento dónde el crecimiento de los partidos filofascistas europeos han llevado a Steve Bannon (ex funcionario de Trump y su consejero personal) a imaginar formar un sólo bloque ultraderechista para subordinar a Europa al ritmo de la política norteamericana.
Lo cierto es que para que la derrota del putsch no adquiera relevancia, subrayado por la derrota en Siria y las otras penurias que presuponen el debilitamiento de su rol hegemónico, EEUU necesita algún éxito rápido y rimbombante en la escena política internacional. Si no lo logra, el costo de la aventura fallida de Trump en Venezuela puede costarle muy caro y empujarlo aún más a aventuras desesperadas.podríamos decir invasión a cómo sea.
EEUU no puede abjurar de la política de reconstrucción del “patio trasero” porque demostraría el extremo al que ha llegado su debilitamiento y descomposición en el plano estratégico.
La ayuda de las derechas europeas es vital pero la grieta que abre a escala internacional amenaza desarrollarse y consolidarse. La existencia de un mundo multipolar depende de las posibilidades de distensión. Esta era la hoja de ruta que Xi Jin Ping le propuso a Trump en el reciente G20 de Buenos Aires y que Donald aceptó. Su paso inmediato era terminar con la amenaza de la llamada “guerra comercial”. Parece que los estrategas republicanos han elegido otro camino y éste, en lugar del destino de la multipolaridad ofrece una versión empeorada de una bipolaridad exasperada y peligrosa.