Nicaragua, junto con Venezuela y con Cuba a la cabeza con sus más de 60 años de dignidad y resistencia, son las murallas vivas de nuestra América Latina en el presente momento histórico. Nicaragua fue mientras gobernaba el Frente Sandinista de Liberación Nacional, (FSLN) una de las primeras víctimas de una renovada “guerra sicológica”, después de la creación de fundaciones como la NED, supuestamente para ayudar a las democracias de América Latina a desarrollar sus presuntos proyectos democráticos.
Su objetivo es convertirse en la cara social de la CIA estadunidense, que como la también renovada USAID, deberán conformar las nuevas oposiciones de las derechas en América Latina. La CIA había quedado expuesta después de la investigación en el Congreso de Estados Unidos en 1975 sobre su papel siniestro en el golpe contra Salvador Allende en Chile. Las fundaciones extendieron sus redes de arañas en la región, junto a las Organizaciones No Gubernamentales, que se transformarían para los nuevos planes del imperio en un arma apoderándose de la mayoría de los medios de comunicación masiva en el mundo.
La desinformación pasaría a actuar como un arma de las nuevas formas contrainsurgentes y se convirtió en un arma letal, con la complicidad de algunos gobiernos europeos que traicionaron sus propios principios, a pesar de que Estados Unidos los desprecia.
Lo que hizo Daniel Ortega en Nicaragua, a partir del 2007, fue comenzar la recuperación del país, con un proyecto social único, con acciones como la entrega de tierra a los campesinos, la construcción de escuelas, de universidades, con la implementación de educación gratuita, así como los más avanzados centros de salud, y un cúmulo de pasos avanzadísimos en el aspecto económico. Logrando convertirse desde entonces en el país más avanzado de la región reconocido por los organismos internacionales.
Era un país destruido tras la guerra de liberación y la guerra sucia de Estados Unidos, que dejó unas 70 mil víctimas entre 1980 y los años 90 y gobiernos neoliberales apoyados por fundaciones por donde llegaban los miles de dólares para los nuevos planes imperiales, disfrazados de ayuda democrática y humanitaria.
Estados Unidos interviene rápidamente y como registran los cables desclasificados de WikiLeaks, cooptaron a algunos ex comandantes sandinistas que conformaron un Movimiento Renovador Sandinista. Los cables reproducidos en estos días y la serie de documentos desclasificados por periodistas estadounidenses que investigan en los archivos de su país, muestran la acción de las fundaciones en toda América Latina que trabajan para la demolición de los gobiernos populares.
Desde que regresó al gobierno, Ortega fue apoyado mayoritariamente por el pueblo nicaragüense. Así como una Ángela Merkel puede estar muchos años en el gobierno de Alemania, los pueblos latinoamericanos tenemos muchos más derechos que los europeos a que nuestros gobiernos perduren en el poder cuando están haciendo las cosas bien.
No olvidemos que somos víctimas de la dependencia. Somos víctimas de una guerra imperial ocultada por los medios de comunicación del poder hegemónico. Por eso es imprescindible que les trasmitamos a nuestros pueblos de qué se trata esta guerra infame, cruel, despiadada que hace que los pueblos engañados por la desinformación, y desconcientizados por los entretenimientos, trazados para desculturizar a diversos sectores de la población que terminan votando a sus propios verdugos.
No nos confundamos: los opositores presos no son opositores, porque están alimentados por el imperialismo. El gobierno tiene en su poder las cuentas de todo el apoyo que recibió la Fundación Chamorro, que es muy similar a lo que en Argentina conforma el conglomerado de los Mitre o de los dueños de Clarín, porque tienen la misma raíz.
Esa oposición que también está integrada por un pequeño grupo sandinista, que, al recibir dinero de los Estados Unidos, insospechadamente se para en el sitio de los traidores a la patria: ellos sí saben de qué se trata. Ellos saben muy bien, por ejemplo, lo que ocurrió en el intento de golpe del 2018, quién mató a policías, quién secuestró y torturó, quien quemó vivos a los compañeros, quiénes salieron a la calle no integrando un verdadero movimiento liberador sino una turba de mercenarios.
En Nicaragua, Ortega plasmó una especie de milagro centro americano. Ellos no pueden dejar que eso crezca. Nicaragua, bajo el gobierno de Ortega, nunca dejó de ser coherente en su política exterior, ni dejó de estar aliado a los gobiernos populares, en especial a Cuba y a Venezuela en el proyecto del ALBA una integración para los pueblos.
La resistencia de Cuba, de Venezuela y de Nicaragua hace que sean una muralla viva, como lo son muchas comunidades indígenas de América Latina. Una muralla contra la invasión y la apropiación de nuestros territorios.