Pocos gobiernos llegaron a la Casa Rosada con un escenario internacional tan desfavorable. El de 1973, sin dudas, fue uno. Entre el triunfo de Héctor Cámpora en marzo y el de Juan Domingo Perón en septiembre se produjeron los golpes en Uruguay y Chile, cerrando el círculo de dictaduras militares alrededor del país. Raúl Alfonsín debió lidiar con los mismos protagonistas diez años más tarde y puede decirse que contribuyó para la recuperación democrática de la región.
Alberto Fernández llega a la Casa Rosada 29 días después del golpe contra Evo Morales, tres meses antes de que la derecha vuelva a la presidencia uruguaya y con dos mandatarios, en Paraguay y Brasil, surgidos de procesos democráticos amañados luego de sendos golpes institucionales contra presidentes constitucionales. Chile se debate contra el último vestigio pinochetista: la constitución de 1990.
A. F. perdió en pocos días dos aliados para su proyecto progresista y quedó rodeado de experiencias protofascistas como las de Jair Bolsonaro y Jeanine Áñez. El Mercosur, golpeado en los últimos años, sufre la suspensión de Venezuela, a partir de la llegada de Mauricio Macri al poder en Argentina y de Michel Temer tras la expulsión de Dilma Rousseff.
Pero la integración fundamentalmente padece la amenaza de este Brasil neoliberal de dejar el organismo o forzar una baja de aranceles externos, en un mundo que cierra sus fronteras comerciales.
Donald Trump declaró la guerra a China por los mercados y la tecnología del futuro. Desde la administración Obama para acá, América Latina vuelve a ser el «patio trasero», con lo que el principal campo de batalla de esa contienda es la región.
A. F. recibe un país al borde de la asfixia por la deuda y los planes del FMI. Igual le pasó a Alfonsín y luego a Carlos Menem y a Néstor Kirchner. Como entonces, la deuda es un condicionante político para el inquilino de la quinta de Olivos.
La experiencia argentina demuestra que la cancha siempre viene inclinada cuando asume un gobierno elegido por el pueblo. El viento, la tribuna y el árbitro están en contra, y en este juego los otros no son de respetar códigos. Pero siempre hay posibilidad de pelearla.
En este contexto, las dificultades que pueda tener el nuevo canciller, Felipe Solá, con el idioma inglés serán el menor de sus problemas. «
La enorme obsesión por Venezuela
Venezuela es la gran obsesión para las derechas de todo el mundo. Siempre les viene muy bien denostar al gobierno del país caribeño para ocultar las propias miserias. Por supuesto, en la lista de enemigos de los Estados Unidos, también están Cuba y Nicaragua. Pero el empecinamiento que denota la Casa Blanca contra el gobierno chavista resulta llamativo.
Los jefes militares del Comando Sur invitan a los militares venezolanos a desplazar al presidente Nicolás Maduro y halagan a los uniformados de todos los países para “defender los valores de la democracia”.
Por lo tanto, por propia preservación, el primer gran desafió para el gobierno de Alberto Fernández será de qué manera buscar una salida pacífica para Venezuela sin caer en el intento.
Raúl Alfonsín lo había hecho con la revolución sandinista en los 80 ante la ofensiva de Ronald Reagan. No es casual que algunos de aquellos protagonistas hayan salido de los museos para sumarse a los deseos de Donald Trump.