La marca Jeep, un mítico todo terreno fabricado para cumplir propósitos militares en la Segunda Guerra mundial, podría ser la avanzada de una empresa china para quedarse con el séptimo fabricante de de automóviles del mundo Fiat-Chrysler Auto (FCA). Si es que el presidente Donald Trump no se interpone en esta operación que involucra a una empresa con sede en el estado de Michigan y al nuevo enemigo comercial de su gestión.
La primera información sobre la posibilidad de una oferta por el grupo industrial nacido de la fusión de la tradicional fabricante de autos italiana y la más chica de las estadounidenses fue en un artículo de la revista Automiortive news.
La confirmación vino desde entonces en cuentagotas pero los especialistas en el sector automotriz ya no dudan que hay una oferta seria y concreta de la china Great Wall Motors (Gran Muralla Motores, GWM por su siglas en inglés) por FCA para quedarse sino con el total del grupo al menos con el Jeep. Una marca que, según cuentan los historiadores, tiene su origen en un proyecto de la ejército EE.UU. en los años 40 para combatir contra las tropas nazis y la maquinaria bélica germana. Dicen incluso que el nombre habría surgido de un latiguillo de los cortos de Popeye, Eugene the Jeep, un personaje con poderes sobrenaturales que luchaba por la justicia al grito de «jeep jeep».
Este auto multipropósito se esperaba que también tuviera esos poderes y al menos para la industria vaya si los tuvo. De Willys Overland, su primer fabricante, pasó a American Motors y luego a Chrysler. Y hoy día se vendes unos dos millones de Jeeps en todo el mundo. A todos les salvó la vida y parece que lo seguirá haciendo.
Es que la propuesta de GWM aparece como el tercer gran salvataje para dos firmas internacionales que vienen padeciendo consecuencias de crisis internacionales y de sus propias malas administraciones.
Chrysler tuvo un primer gran rescate durante el gobierno de Jimmy Carter, en 1979, cuando pidió un crédito blando de 1500 millones de dólares para no entrar en bancarrota. En ese momento apareció como salvador un personaje que tuvo su cuarto de hora de fama, Lee Iaccoca, que había llegado a presidente de Ford Motor Company tras su pegada con el Ford Mustang pero había tenido el mal tino de pelearse muy fuerte con el titular de la empresa, Henry Ford II.
Llamado de urgencia para salvar a Chrysler, Iaccoca desarrolló Dodge Caravan y el Plymouth Voyager, de los que se ufanaba que fueron claves para sacar a flote a la empresa creada en 1925 por Walter Percy Chrysler. Hay críticos que le bajan el precio a la intervención de Iaccoca y dicen que simplemente fue un buen lobista para conseguir que los gobiernos de Reagan le quitaran impuestos y pusiera trabas a los modelos japoneses.
Como sea, la cuestión es que cuando Icaccoca se retiró, la empresa volvió a dar perdidas y en 1998 hizo una alianza con la alemana Daimler-Benz, fabricante de Mercedes -Benz. El nuevo conglomerado, el tercero más grande del mundo en ese entonces, no tuvo una vida muy larga y para 2007 desde Alemania se informó de la venta del 80% al grupo inversos estadounidense Cerberus.
Negocios militares
La nueva propietaria de la mayoría accionaria de Chrysler fue definida en el mundo empresario como un fondo buitre, actualmente está dirigida por John W. Snow -ex secretario del Tesoro de George Bush hijo- y expandió sus negocios hasta convertirse en uno de los mayores proveedores del complejo militar estadounidense.
En su caso, desde la firma DynCorp, con al menos 25000 «empleados» declarados, es contratista de mercenarios que brindan «servicios» en Irak, Afganistán, Colombia y todo sitio donde se el Pentágono quiera intervenir sin dejar manchas directas de sus tropas. Tiene en su directorio al ex vicepresidente de Bush Jr, Dan Quayle, y en España cuenta para sus inversiones -no bien vistos porque fueron parte del desguace de bancos y la compra a precio vil de hipotecas durante la crisis de 2008- a José María Aznar Botella, hijo del ex presidente de gobierno español y la ex alcaldesa de Madrid, ambos por el Partido Popular (PP)
Cerberus parece que no logró una buena tasa de retorno en Chrysler y en 2009 la empresa pidió ayuda nuevamente el gobierno de EE.UU., esta vez en manos de Barack Obama. Elmamdatario ya había salvado a la General Motors ante una crisis de mayores consecuencias para le país por lo que el fabricante de Chevrolet significa por aquello de que «lo que es bueno para GM es bueno para Estados Unidos». Es así que Chrysler se acogió al capitulo 11 de la ley de quiebras de Estados Unidos. Fue en ese escenario que Fiat comenzó a comprar acciones de la empresa luego de haber fracasado su propia asociación poco feliz con GM del año 2000, que duro apenas hasta 2005.
La empresa de los Agnelli, sin el apoyo que desde siempre le daba el gobierno italiano por ser también un emblema de la industria italiana, tiene fabricas en Argentina desde los 60 y en un tramo de su participación en estas tierras había formado el grupo Sevel, junto con la francesa Peugeot.
Eran tiempos de la dictadura y la firma estuvo en manos de la familia Macri. De esos tiempos es el proceso por evasión impositiva contra el actual presidente argentino, Mauricio Macri. Como se recuerda, la causa fue cerrada por la corte menemista e incluso la deuda con el estado condonada por el entonces ministro Domingo Cavallo, mediante un decreto de 1955 que por esa razón recibió el nombre de Sevel.
En cuanto a la Fiat italiana, en 2009 se anuncia la compra de acciones y el intento de fusión con Chrysler y poco a poco fue aumentando su participación hasta que en 2013 se registra la creación de Fiat Chrysler Automobiles (así, con B). Al mismo tiempo, en un acto de birlibirloque, Milán deja de ser el centro neurálgico de sus negocios y se informa que la sede legal será en Holanda y las oficinas de operaciones estarán en Londres.
La presidencia del grupo fue para el factótum de esa fusión, Sergio Marchione, y en esa ocasión de anunció que habían logrado acuerdo también con los otros accionistas de la estadounidense, como fondos de pensión y el gobierno de Canadá.
Este nuevo «salvataje» con los chinos estaría sujeto a aprobación de las autoridades de EE.UU. y de China. Se sabe que en país asiático la propuesta enmarcaría en el plan gubernamental de extender inversiones en el resto de mundo. «Gran Muralla», creada en 1984, es el mayor fabricante de 4×4 y de pick ups de China y su presidenta, Wang Fengying, es la séptima mujer más poderosa de Asia, según al revista Fortune. También, que GWM está valuada en 16 mil millones de dólares, algo menos que los 20 mil de FCA. También que la marca Jeep es el bien más valioso del fabricante occidental y que quizás la asocitividad podría comenzar por allí.
Trump, por su parte, es una incógnita. Por un lado esta operación salvaría la producción de un rubro fundamental para sus aspiraciones de responder a sus promesas de campaña. Pero al mismo tiempo el polémico presidente se encuentra enfrascado en una guerra comercial con China que podría llevarlo a bloquear cualquier intento de enajenación de una firma que al fin y al cabo podría llevarse sus marcas para fabricarlas en el exterior exclusivamente.