El capitalismo mundial, a fines de la década de 1960, sufrió el freno de la fase expansiva de la onda de acumulación de posguerra y eso dio lugar a una fase recesiva que desembocó en una larga crisis en busca de una eventual recomposición de la tasa media de beneficio.
¿Qué tipo de crisis pensaba la Unidad Popular que se vivía en Chile? ¿Qué decía la plataforma de gobierno en la campaña electoral de 1969? Para la UP —formada por los partidos Socialista, Comunista, Radical, Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), Socialdemócrata y Acción Popular Independiente, a los que en 1971 se sumará Izquierda Cristiana—, “Chile vive una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento económico y social, la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas, así como en las crecientes dificultades que enfrentan empleados, profesionales, empresarios, pequeños y medianos, en las mínimas oportunidades de que disponen la mujer y la juventud”. Y agrega: “En Chile, las recetas ‘reformistas’ y ‘desarrollistas’ que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Eduardo Frei no han logrado alterar nada importante; en lo fundamental ha sido un gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre el estancamiento económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo. Con esto se ha demostrado, una vez más, que el reformista es incapaz de resolver los problemas del pueblo”.
La UP reparaba especialmente en la distribución de la fuerza de trabajo por sectores. La industria y la minería absorbían 34 % de la fuerza laboral; el sector servicios y el comercio, 41 %, y el agro, el 25% restante. De ese proletariado, la mayoría estaba encuadrada políticamente desde hacía muchas décadas en los partidos de izquierda, y organizada por rama sindical. El grado de conciencia, la extensión y la práctica obreras eran, así, factores que alentaban a la UP a avanzar en sus proyectos para hacer frente a aquel cuadro.
Uno de los principales responsables de la política económica de la UP, Gonzalo Martner —ministro director de la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan)— descartó que el diseño de la política económica haya considerado la cuestión cíclica y el patrón cepaliano. Y subrayó la conciencia de Salvador Allende en cuanto a diversificar las exportaciones, uno de los pilares en que se basó el crecimiento chileno dos décadas después.
“La crítica al capitalismo chileno, como dependiente, viene de la posguerra, y Allende la predicaba ya en su campaña presidencial de 1952, con medidas para rectificar la debilidad del proceso de acumulación chileno, dependiente sobre todo del cobre. También lo hizo en las campañas de 1958 y de 1964, y en 1970 se llamó la vía chilena al socialismo, es decir, una transición del capitalismo dependiente a un socialismo chileno, diversificando exportaciones y cambiando la estructura productiva del país. Ello implicaba terminar la reforma agraria, nacionalizar la gran minería y formar un área de propiedad social de carácter dominante que terminara con los monopolios. Es decir, la crisis la veíamos como propia del capitalismo dependiente, tanto en los años 50 como en los 70, y la receta de salida que proponíamos, tenía que ver exclusivamente con las necesidades populares y nacionales” .
Un asesor del presidente Allende, el francés Joan Garcés, sostenía que «el desafío que se planteó en 1970 era combinar el proceso de acumulación necesario para el crecimiento económico acelerado y el incremento inmediato y sustancial del nivel de consumo de las grandes masas». Y luego, sobre la crisis, opinaba: “La incapacidad mostrada para lograr un desarrollo económico generalizable a toda la población ha hecho fracasar en América Latina el modelo de crecimiento capitalista y dependiente. Cada uno de acuerdo con su realidad nacional, los distintos países están viviendo el período histórico de la crisis de aquél y el intento de reemplazarlo por una realidad económica nueva”.
Para el entonces canciller Clodomiro Almeyda “existía en América Latina y en especial en Chile la sensación de que el modelo desarrollista-populista de la teoría cepaliana había llegado a su culminación. Sin embargo, desde la perspectiva de los años 90, creo que el programa de la UP se inscribió en una radicalización, una profundización de aquella política, y no en una alternativa. Lo que se hizo fue acentuar la distribución de la renta y las nacionalizaciones, pero tal como había hecho la izquierda chilena en sus otras experiencias de gobierno”.(…)
Hugo Fazio y Andrés Varela participaron como técnicos en la experiencia socialista. Para Fazio, “la UP era consciente del agotamiento del proceso de acumulación de capital hacia fines de los años 60, pero no en términos de una necesidad de reconvertir la economía, sino que se planteó un desarrollo industrial, porque Chile era todavía un país casi monoproductivo con el cobre. En el agro sí se planteó cierta reconversión al profundizarse la reforma agraria sancionada por Frei en 1967”.
*Del libro 11S Pecado Capital. La crisis cíclica y el golpe contra Allende en Chile, Editorial Callao, que se presentará este lunes a las 18.30 horas en la Sala Osvaldo Pugliese del C.C:de la Cooperación, (Corrientes 1543), con presencia del autor, la embajadora de Chile, Bárbara Figueroa, el editor Andrés Ruggeri y la directora de la Maestría en Estudios Sociales Latinoamericanos de UBA, Verónica Giordano.