Parece una vieja película de espías, con todas las conspiraciones y paranoias que puedan ocurrírsele al más creativo guionista. Porque la historia empieza con el derribo de un avión de pasajeros y con 298 civiles muertos en julio de 2014, pero el final está mucho más lejos de lo que afirmó la semana pasada una comisión investigadora internacional liderada por Holanda, y que incluye a miembros de Australia, Bélgica, Malasia y Ucrania.
El vuelo MH17 de Malaysian Airlines conectaba Ámsterdam con Kuala Lumpur cuando sobrevoló la región de Donetsk, al este de Ucrania. Por entonces ya había comenzado allí la guerra que aún enfrenta al gobierno y a agrupaciones paramilitares de extrema derecha con separatistas a los que Kiev define como «terroristas». Las acusaciones cruzadas no se hicieron esperar, pero se necesitaron casi cuatro años para que las investigaciones determinaran que el armamento utilizado había sido ruso y que la responsabilidad del derribo le cabía al gobierno de Vladimir Putin. En conferencia de prensa se anunció que los disparos habían partido de un sistema de misiles ruso BUK, parte de la Brigada de misiles antiaéreos número 53 de Rusia. La brigada tiene base en Kursk, a unos 600 kilómetros de Grábovo, la pequeña aldea en donde cayó el avión. Las pruebas más importantes que se presentaron fueron numerosas imágenes de redes sociales rusas en las que se veían vehículos trasladándose hacia la frontera y en las que supuestamente podía reconocerse el número identificatorio del armamento. Considerando que una región tan cercana estaba en conflicto, no resultaría llamativo que Rusia movilizara armamento hacia la frontera con Ucrania.
Tras los anuncios, Putin negó responsabilidad rusa, acusó a Ucrania y dijo que los resultados de la comisión no eran válidos porque su país no había formado parte de ella ni se aceptaron los argumentos y pruebas provistos por Rusia. Agregó que «Ucrania violó las reglas internacionales de aviación civil al no cerrar el espacio aéreo en un territorio en donde estaban teniendo lugar acciones militares». Por su parte, Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Internacionales ruso, dijo que los resultados estaban basados en datos falsos provistos por bloggers.
Del otro lado el holandés Fred Westerbeke, jefe de la comisión, dijo que Rusia no quiso colaborar y que eventualmente los acusados serían llevados ante la Justicia neerlandesa. Claro, siempre y cuando Rusia acepte extraditarlos. El cada vez más impopular presidente ucraniano, Petró Poroshenko, definió a Rusia como «un Estado que apoya el terrorismo» y dijo que hará todo lo posible para que las acciones de Rusia sean juzgadas adecuadamente en el Tribunal Internacional de Justicia.
Pese a sus aspiraciones de ofrecer resultados concluyentes, la comisión investigadora deja más preguntas que respuestas. Aún no está del todo claro si los misiles BUK de la brigada 53 rusa efectivamente entraron a territorio ucraniano, tampoco resulta certero afirmar que las imágenes de redes sociales tengan calidad y nitidez suficiente como para identificar a los vehículos. Y, aún dando por descontado que los misiles provinieron de armamento ruso, no se sabe quién disparó, quién ordenó hacerlo ni por qué ¿Qué ganaría Vladimir Putin derribando un avión civil con mayoría de pasajeros holandeses, y ni un solo ucraniano ni ruso? ¿Qué ganarían los separatistas? Por otra parte, es curiosa la falta de responsabilidad que la comisión le otorga a Ucrania. Al menos debiera competerle cierta responsabilidad legal por el solo hecho de que el avión cayó en su territorio.
Otro punto fundamental que bien vale la pena preguntarse es por qué se hacen estos anuncios ahora. Ya desde en 2016 el sitio de investigación británico Bellingcat difundió prácticamente la misma información que la comisión investigadora internacional. Sin mayores novedades, no deja de llamar la atención que se realice una conferencia tan vistosa para no decir ni presentar nada. Resulta mucho más llamativo teniendo en cuenta que hoy en día Rusia está constantemente en las portadas de todos los diarios por razones que poco tienen que ver con la guerra en Ucrania: el Mundial. En el momento exacto en el que Rusia intenta vender su mejor cara al mundo, salen a la luz resultados concluyentes sin conclusiones, con novedades que no son nuevas y con pruebas que no prueban demasiado. En el medio quedan 298 muertos que esperan justicia. «