Un atentado terrorista perpetrado por un suicida al mando de una camioneta cargada con 80 kilogramos de explosivos dejó este jueves diez muertos y más 65 heridos en una escuela de policía de Bogotá, en uno de los más graves ataques reportados en Colombia desde el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, en 2016.
El ataque, que derivó en una inmediata condena de todas las fuerzas políticas de Colombia y de gobiernos de distintas partes del mundo, fue en la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander y pasadas varias horas de la explosión ninguna organización se había atribuido la agresión.
Las autoridades de Colombia identificaron con velocidad al autor del ataque como José Aldemar Rojas Rodríguez, pero en lo inmediato no aclararon si el hombre tenía vínculos conocidos con algunas organizaciones guerrilleras.
«Todos los colombianos rechazamos el terrorismo y estamos unidos para enfrentarlo. Colombia se entristece pero no se doblega ante la violencia», escribió en Twitter el presidente Iván Duque, quien al enterarse de la noticia canceló una reunión sobre seguridad en el noroeste del país y se dirigió hacia el escenario del atentado.
Allí informó que el autor del atentado estaba «plenamente identificado» y enseguida el fiscal general Néstor Humberto Martínez hizo público el nombre de Rojas Rodríguez, a quien fuentes oficiales dieron por muerto en el ataque.
«Tenemos la certeza de que en el curso de las próximas horas podremos dar mayor información para determinar quiénes son los autores intelectuales», indicó el fiscal Martínez.
Según la reconstrucción basada en fuentes de la investigación por el diario El Tiempo, Rodríguez Rojas llegó al mando de una camioneta hasta la puerta de la escuela, en la autopista sur de la capital del país, donde un perro de la guardia detectó peligro de explosivos.
El hombre aceleró el vehículo, arrolló a un agente y se estrelló a unos 200 metros de distancia, cerca de un alojamiento de mujeres de la escuela, dijeron testigos a la prensa colombiana.
Las víctimas fatales son estudiantes de la escuela, incluida una ecuatoriana, y agentes que perseguían a la camioneta, cargada con 80 kilogramos de pentolita, un explosivo de alto poder destructivo.
Colombia es el país con mayor número de atentados terroristas en América latina desde hace muchos años, pero expertos en seguridad aseguran que no conocen antecedentes de ataques perpetrados por suicidas.
No obstante, las autoridades investigan si los explosivos fueron activados a través de un teléfono celular a distancia o si el conductor utilizó un temporizador. Varios edificios de los alrededores de la escuela fueron dañados por la explosión.
Sobre el autor del ataque, las autoridades solo informaron que su última actividad registrada fue una revisión técnica y mecánica del vehículo utilizado hoy, en julio de 2018.
El Ministerio de Defensa consideró al hecho como una «acción terrorista» y confirmó que el ataque dejó diez muertos y 65 heridos.
Con las FARC convertidas en partido político desde septiembre de 2016, las sospechas de las autoridades, expertos y parte de la prensa se dirigieron al Ejército de Liberación Nacional (ELN), aún activo y con el diálogo para la paz suspendido, pero esa organización no asumió el ataque.
En Buenos Aires, el Gobierno argentino condenó «enérgicamente» el atentado y su «permanente condena» al terrorismo, una postura que acompañaron varios países de América, Europa y las Naciones Unidas.
En el plano interno, el ataque fue repudiado por referentes de las FARC y dirigentes vinculados al proceso que derivó en la paz entre el colombiano y la mayor guerrilla del país.