Construido a principios del Siglo de las Luces (cerca de los años 1720), el Palais Bourbon fue expropiado por la República en 1791 a un noble que prefirió la reacción a la revolución. Tal el precio a la traición a la Patria. A partir de 1795, las instalaciones estuvieron destinadas a recibir a los legisladores franceses, ya sea a la moda del Imperio napoleónico, basado en las conquistas; a la Restauración, basado en la oligarquía terrateniente; o a la Revolución de Julio de 1830 que elevó a Luis Felipe, más amigo de los financistas. Recién en 1848, con la segunda república, comenzó el periplo del parlamentarismo francés. Duró sólo hasta 1852, cuando Luis-Napoleón decidió que además de presidente era mejor ser emperador. Estaba más vinculado a los industriales.
Lo interesante es que por más que hubiese cambios de régimen, golpes de Estado y guerras ganadas o perdidas, la Asamblea Nacional, que así es llamada la Cámara de Diputados francesa, siempre fue nonens volens, una caja de resonancia de los argumentos tanto dominantes como disidentes de las opiniones públicas. Tuvo su momento de gloria y decadencia en la tercera república (1870-1940), que ganó la Primera Guerra Mundial y perdió la Segunda. La cuarta república (1946-1958), con un gobierno responsable frente a un parlamento electo por el sistema proporcional les dejó impotencia, además de las derrotas en Indochina y Argelia.
Para la suerte de Francia, Charles de Gaulle elaboró en 1958 una arquitectura institucional donde el ejecutivo gobierna, siempre a la escucha de los hemiciclos de diputados y senadores, en la tarea común de velar por los intereses superiores y permanentes de Francia.
Tomemos, por ejemplo, la sesión del 13 de junio de este año en esa Cámara de Diputados francesa. Los debates fueron acalorados y muchas veces pasionales, no faltaron acusaciones ni exclamaciones. Lo notable es que la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria estaban de acuerdo para rechazar sin más el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.
Los representantes del pueblo reclamaron reciprocidad en las normas de producción agropecuaria, respeto de los Acuerdos de París sobre medio ambiente, controles apropiados por parte de paneles de expertos, esto para empezar. Hay que evitar el ecocidio: entre los 1300 pesticidas utilizados en Brasil, más de 140 están prohibidos por la Unión Europea. La carne del Mercosur está tratada con antibióticos, lo que también es un obstáculo insalvable.
Un tratado de libre comercio que pueda ajustarse a la realidad de un mundo multipolar debe considerar la transición ecológica, estándares sociales elevados, mejor tratamiento y respeto del bienestar animal. Consideran que estas condiciones –no negociables– son simples, y que faltar a esas exigencias puede acarear consecuencias catastróficas para los agricultores franceses, para el medio ambiente y para el futuro de la humanidad signado por el cambio climático. Ese día tales razones fueron presentadas como el mismo asunto.
Es que para las y los diputados, la deforestación de la Amazonia pone en riesgo la soberanía alimentaria de Francia a través del calentamiento global, que impacta en el ecosistema de las cinco millones de hectáreas de la región de Auvergne, la reserva de agua del país. Sin hablar de las violaciones a los Derechos Humanos de los pueblos originarios de la Amazonia, de los campesinos de Europa y de América del Sur. Hay que rechazar este tratado, afirman, ya que es absurdo, insensato y fue elaborado en la oscuridad.
Por 258 votos contra 51, la Asamblea Nacional francesa votó la resolución 1173, que exige al gobierno francés la publicidad de las negociaciones, el respeto al principio de precaución en términos de preservación del medio ambiente y que el acuerdo Unión Europea Mercosur sea votado parlamento por parlamento, en todos los países de la Unión.
Este epitafio tal vez esconda otros motivos. Francia sospecha que un acuerdo con el Mercosur beneficiará a la industria alemana, que podrá presentarse en igualdad de condiciones en las compras públicas de los miembros del Mercosur (no así los del Mercosur en Europa). La moneda de cambio será la agricultura: en ese contexto, Alemania peleará hasta el último campesino francés. «