Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan amplían un acercamiento llamado a generar mayor recelo en la alianza occidental, decididamente enfrascada en un enfrentamiento crucial por el control de Eurasia. Hace unos días el presidente ruso fue a Estambul para sellar el acuerdo que permite la exportación de granos de Ucrania por los puertos del Mar Negro. Ahora el mandatario turco viajó a la ciudad turística de Sochi y negoció compromisos que lo alejan cada vez más de sus socios europeos y de EE UU.
El más impactante se relaciona con el comercio de combustible entre ambos países. «Un aspecto positivo de nuestra visita a Sochi es nuestro acuerdo con Putin sobre el rublo. Si Dios quiere, nuestros intercambios en rublos proporcionarán beneficios a Turquía y a Rusia», dijo Erdogan antes de tomar el avión que lo llevó de regreso a Ankara.
El año pasado, una cuarta parte de las importaciones de petróleo y un 45% de las compras de gas natural de Turquía provinieron de Rusia. El pago en rublos, tal como exige el Kremlin, permitirá al gobierno turco preservar sus reservas en dólares en momentos en que el país padece una crisis en su balanza de pagos. Al mismo tiempo, refuerza el valor de la moneda rusa, que a contrapelo de lo que se pretendía con la batería de sanciones tras la invasión a Ucrania, comenzó a valorizarse desde la última semana de febrero a medida que muchos países tuvieron que acudir a esa moneda para el intercambio. Rusia había establecido un acuerdo similar para el comercio con India.
El anuncio se da en el marco de un acuerdo destinado a «cumplir con las expectativas mutuas en el campo de la economía y la energía», según el comunicado oficial. Las áreas exploradas para profundizar esta alianza son el transporte, la agricultura, la industria, las finanzas y el turismo.
Putin y Erdogan, dos personajes claves en el escenario geopolítico actual, aprovecharon para destacar «la importancia crucial de las relaciones sinceras, francas y de confianza entre Rusia y Turquía para garantizar la estabilidad regional e internacional». Se desprende que hablaron sobre la situación en Ucrania -cuya invasión condenó Erdogan pero no se acopló a las sanciones- donde el mandatario turco espera cumplir un rol de mediador cada vez más relevante. También sobre la situación en Siria y Libia, un tema de preocupación al que abordaron con el criterio de poner el foco en las organizaciones terroristas.
«Creo que (esta cumbre) abrirá una página completamente diferente en las relaciones turco-rusas”, consideró Erdogan en un breve cruce con periodistas en el aeropuerto. Y así lo entendieron en Europa, donde la ministra alemana de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, declaró en una visita oficial a Atenas que «las islas griegas son territorio griego y nadie tiene derecho a cuestionarlo».
Las históricas diferencias entre Grecia y Turquía se profundizaron desde la invasión turca a la isla de Chipre en 1974 tras el golpe contra el gobierno del arzobispo Makarios. La posterior partición del país entre un territorio de población mayoritariamente turco y otro griego y la negativa de Ankara a retrotraer la situación son los argumentos de la UE para negarle la membresía al país euroasíatico desde la primera presentación ante la antecesora, la Comunidad Económica Europea, en 1987. Como dato ilustrativo, en 1952 Turquía y Grecia fueron los primeros países no fundadores en ingresar a la Otan. Allí no hubo controversia. «