Pese a que por primera vez en la historia de la exrepública soviética de Turkmenistán más de un partido político se presentó a las elecciones presidenciales, el domingo pasado Gurbangulí Berdimujamédov fue re-reelecto con casi el 98% de los votos. Gracias a una reciente modificación de la Constitución Nacional, esta vez permanecerá como presidente por los próximos siete años en lugar de los cinco que gobernó en sus dos anteriores mandatos y no tendrá impedimento legal para continuar en el cargo de por vida.
Berdimujamédov es apenas el segundo presidente del país centroasiático, independiente desde octubre de 1991, y parece seguir los pasos de su antecesor. Seis años antes de la caída de la Unión Soviética, asumió como secretario general del Partido Comunista local Separmurat Niyazov y pronto se convirtió en líder incuestionable de la naciente república. En los 16 años en que se mantuvo en el poder, Niyazov se presentó a apenas dos elecciones, la primera antes de la independencia y la segunda en 1992; en ninguna de las dos hubo otros candidatos. Durante su gobierno el Partido Democrático, heredero del Partido Comunista, dominó todos los asientos de la Asamblea Nacional.
El presidente tuvo la tarea de diseñar una nación inexistente y la hizo a su imagen y semejanza: remplazó estatuas de Vladimir Lenin y Karl Marx por monumentos en su propio honor, su rostro cubrió todas las paredes del país, creó festividades nacionales como el Día del Caballo y el Día del Melón, modificó los nombres de ciudades para que se refirieran a él e incluso cambió el nombre de los días y meses para enaltecer la gloria de la familia Niyazov. El estudio y memorización de su libro Ruhnama, una obra que combina autobiografía con aspiraciones filosóficas y revisionismo histórico, fueron obligatorios hasta 2011 para estudiantes, empleados públicos y cualquier persona que quisiera obtener una licencia de conducir. A lo largo de su mandato impuso la «neutralidad permanente»! como bandera, estableciendo que Turkmenistán no intervendría en ningún conflicto extranjero ni formaría parte de ningún tipo de alianza militar. Esta política fue oficialmente reconocida por las Naciones Unidas en 1995 y el presidente lo celebró construyendo el Monumento a la Neutralidad, una torre de 75 metros de altura rematada por una estatua dorada de Niyazov que rotaba para que el sol siempre la iluminara de frente. En diciembre de 1999 el Parlamento lo nombró presidente vitalicio y mantuvo el cargo hasta su muerte en 2006.
Asumió entonces Berdimujamédov, primero en forma interina y luego confirmado en unas elecciones en las que se enfrentó a otros cinco candidatos del mismo partido y en las que obtuvo el 89% de los votos. En 2012 fue reelecto con el 97 por ciento. El nuevo mandatario revirtió muchas de las políticas más ridículas de Niyazov, entre ellas el veto a la ópera, el circo, el ballet y el estudio de inglés. El Monumento a la Neutralidad, con su estatua dorada del primer presidente, fue desmantelado y mudado a las afueras de la capital Asjabad, pero para dejar en claro que el segundo gobernante no sería tan distinto, lo reemplazó por uno nuevo, también enorme y dorado pero esta vez de sí mismo a caballo. Hoy es el rostro de Berdimujamédov el que cubre todas las paredes del país y las políticas represivas se mantienen.
Recién en 2012 se permitió la conformación de un segundo partido político que debía ejercer de oposición, pero en la práctica se convirtió en un ala del gobierno. En las elecciones del pasado domingo hubo nueve candidatos, dos de ellos miembros de partidos oficialmente opositores pero que no sólo no cuestionan al presidente sino que lo apoyan abiertamente.
La necesidad de esta simulación tiene que ver con las dificultades económicas que atraviesa este país con la cuarta mayor reserva de gas natural del mundo. A la caída del precio internacional del recurso hidrocarburífero, se le suma que Rusia e Irán han dejado de comprar gas turkmeno. Hoy el país centroasiático tiene una enorme dependencia de China, prácticamente su único cliente, y busca atraer nuevos compradores mejorando su imagen internacional, aún con la puesta en escena de una elección ficticia.
A principios de este mes la ONG Human Rights Watch destacó que «el pésimo historial de Derechos Humanos en Turkmenistán socava la posibilidad de una elección libre y justa» y que los ciudadanos no tienen libertad de expresión ni acceso a la información. La misma organización describe al país como «uno de los más represivos y cerrados del mundo, donde el presidente y sus asociados tienen un control total sobre todos los aspectos de la vida pública». Por otra parte, según el último informe anual de Reporteros sin Fronteras, Turkmenistán es el tercer peor país del mundo para ejercer el periodismo, detrás de Eritrea y Corea del Norte. «