Tal vez haya sido Donald Trump uno de los primeros en comprender que la Globalización ya no es un ámbito propicio para la hegemonía mundial de los EE UU, que tiene pocas chances de sobrevivir como hegemón principal y que China ha podido sacar mejor provecho de las reglas y de las actuaciones de los organismos multilaterales creadas para facilitarla, como sostiene el analista Marcelo Brignoni.
Fue muy claro Trump cuando en la Asamblea General de las Naciones Unidas de septiembre de 2019 dijo » el futuro no es de los globalizadores, es de los patriotas «. Por eso atacó cada uno de los pilares creados a instancia de EE UU en la posguerra: la ONU, la Organización Mundial de Comercio, la alianza militar fundamental en los últimos 50 años; la OTAN; se enfrentó a la Unión Europea trabajando activamente a favor del Brexit, y se retiró de la Organización Mundial de la Salud.
Se dice que Trump es un impetuoso y que muchas de sus acciones se deben a su personalidad exuberante. Parece infantil creer que el jefe de la principal potencia mundial se mueva por caprichos personales. Sería un serio error subestimar a Trump y a su grupo. Tienen dos objetivos excluyentes, uno táctico que es conseguir su reelección en noviembre y el otro estratégico que es derrotar a China en la batalla fundamental para la suerte del imperio.
Para incrementar su confrontación con China se plantea utilizar: a) su evidente supremacía militar, b) la regulación del mayor mercado interno de consumo de bienes y servicios de medio y alto costo del mundo c) la posibilidad de imprimir de manera ilimitada para financiarse con la, todavía, moneda global, el dólar estadounidense. Pero primero tenía que ganar las elecciones y la aparición de la pandemia y la caída de su economía no estaban en las previsiones de nadie. Entonces tuvo que aumentar sus ataques contra China.
Desde el inicio hablo del “virus chino” y hace pocos días acuso a China de provocar la » matanza mundial», para su secretario de Estado Mike Pompeo, «hay una enorme cantidad de pruebas de que es allí (en Wuhan) donde comenzó”.
Esa insistencia en atacar a China da sus resultados. Según la última encuesta de Pew Research Center, dos tercios de los norteamericanos ven con malos ojos a los chinos. Y se refleja un grave aumento en la discriminación con los inmigrantes orientales.
El gobierno de los EE UU y sus poderosos aliados internos tienen la convicción de que solo avanzando fuertemente ahora contra China podrán mantener la hegemonía mundial. Y están dispuestos a todo para lograrlo.
Los grupos que representa y expresa Trump tienen un plan. Su comportamiento responde a una lógica, y lo que hacen y dicen es coherente con eso. Como toda apuesta se puede ganar o perder, pero están lejos de actuar “a tontas y a locas”.
La cuestión para América Latina es como evita quedar atrapada en esta puja de gigantes y se esfuerza en construir una integración regional para ser un polo en un mundo multipolar, para plantearse objetivos propios y defender nuestros intereses.