El 25 de mayo de 1977, el director estadounidense George Lucas presentó el primer episodio de Star Wars, llamada a ser un clásico del cine que ya va por los once capítulos y promete seguir. Para cuando se estrenaba El retorno del Jedi, el tercer fragmento de la saga, en 1983, hacía dos meses que el presidente Ronald Reagan había anunciado su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI por sus siglas en inglés), un programa de investigación y desarrollo militar que se proponía crear un escudo defensivo espacial para repeler cualquier amenaza con misiles extra continentales provenientes de la Unión Soviética.
Ex actor de Hollywood devenido 33º Presidente de Estados Unidos, pocos dudaron de que Reagan se había subido al carro triunfal del marketing cinematográfico para sacar un as de la manga en su carrera anticomunista. O en todo caso, desviar la atención mediática sobre las consecuencias de su brutal política neoliberal, que dejó un tendal en desocupados y partió en pedazos la resistencia gremial a los ajustes. Pero parece haber tenido una consecuencia inesperada para los analistas de entonces: obligada a no quedarse atrás, la SDI fue un desafío que llevó a los estrategas soviéticos a acelerar nuevos instrumentos militares que literalmente llevaron a la URSS a la bancarrota, cosa que se verificaría hacia el final de esa década.
Ahora, Donad Trump, si se quiere otro advenedizo en la política -del que puede decirse cualquier cosa menos que es un timorato- acaba de ordenar al Pentágono crear una división de las Fuerzas Armadas estadounidenses destinada a impulsar el control del espacio. Será, según indica el documento titulado Directiva 3 de Política Espacial, una sexta rama de las FFAA que se sumará al Ejército (US Army), la Fuerza Aérea (US Air Force), la Marina de Guerra (US Navy), el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera.
Y tendrá específicamente la misión de sostener el liderazgo estadounidense «en la provisión de un entorno seguro y protegido a medida que aumenta el tráfico espacial comercial y civil». Entre los justificativos a esta iniciativa destaca que «la rápida comercialización del espacio requiere un marco de gestión del tráfico que proteja los intereses de los EE. UU. y tenga en cuenta las necesidades del sector privado.»
Eso si, considera entre otros retos a la seguridad del país «la creciente amenaza de los desechos orbitales», que entre otros asuntos deberá precaver la nueva Fuerza Espacial (US SpacialForce).
Este proyecto es, como su número lo indica, el tercero en ese ámbito desde que Trump llegó a la Casa Blanca. El 24 de mayo pasado -curiosamente cuando se cumplían 40 años del estreno del primer film de Lucas- había firmado la Directiva de Política Espacial 2 para «para reformar el marco regulatorio del espacio comercial de los Estados Unidos, buscando garantizar nuestro lugar como líder en el comercio espacial.»
El 11 de diciembre fue emitida la iniciativa número 1, que simplemente había ordenado a la NASA el regreso de Estados Unidos a las misiones humanas a la Luna y a Marte.
Esta vez, el país que no quiere perder el tren -valga la metáfora- es Estados Unidos, en vista de los avances que lograron China y la ventaja que mantiene la Federación Rusa.
Pero hay un aspecto que no figura en el documento que presentó Trump junto con las autoridades del Pentágono y en presencia del vicepresidente Mike Pence, pero que también hace al espíritu de aventura y conquista que el mandatario quiere recuperar en la sociedad estadounidense.
La mención a Pence se explica porque fue el que contó este tramo del discurso de Trump ante sus invitados en su cuenta de twitter. «Una vez más, convocaremos al espíritu americano para domar la próxima gran frontera Americana». Y agregó Trump, según el ex gobernador de Indiana: «Ahora estamos listos para comenzar el próximo gran capítulo de la exploración espacial norteamericana… Somos estadounidenses, y el futuro nos pertenece totalmente», dice que dijo el polémico empresario.
La «conquista del Oeste», se sabe, es para el imaginario estadounidense la gran epopeya del siglo XIX. Y fue la expansión hacia la costa del Pacífico entre 1830 y 1890, mediante la invasión de tierras ocupadas por poblaciones originarias, a sangre y fuego.
¿Trump pensará en arrasar con la población marciana o venusina? ¿O tiene en mente la película de 1962 que cuenta esta historia y fue dirigida por John Ford, Henry Hathaway, George Marshall y Richard Thorpe? ¿Qué dirán los chinos a todo esto? ¿lo tomarán como una nueva fase de la guerra comercial que desató la semana pasada el inquilino de la Casa Blanca?