Será el próximo lunes 14, pero, aunque restan pocos días para que el Colegio Electoral determine quién será presidente de Estados Unidos desde el 20 de enero próximo; Donald Trump cosecha derrotas en su intento de rechazar el resultado de las elecciones del 6 N. Esta semana, el fiscal general William Barr, un hombre de su entorno y que fue muy fiel en apoyar sus políticas sobre inmigración y el acoso a Venezuela, afirmó que “no hemos visto un fraude a una escala que pudiera haber cambiado el resultado de la elección”.
Para agregar más leña a ese fuego, tribunales de cuatro Estados clave con los que el mandatario esperaba conseguir los delegados que le den un triunfo que las urnas le niegan, rechazaron sus demandas por las mismas razones que dio William Barr: no hay evidencia creíble y relevante para impugnar los resultados.
De esa manera, el camino de Joe Biden a la Casa Blanca cada día luce más despejado. Lo avalan los más de 80 millones de sufragios computados en su favor, pero sobre todo el triunfo en los distritos clave, lo que le permite llegar a 306 votos electorales. Trump tuvo el respaldo de 74 millones de ciudadanos, una suma nada desdeñable.
Es así que el presidente prosigue con la aplicación de políticas propias, como si nada fuera a cambiar en el 2021, o quizás para condicionar el sucesor en aspectos que los demócratas no compartirían.
Este viernes, el Pentágono informó que Trump había ordenado “al Departamento de Defensa y al Comando de África de Estados Unidos que reubiquen a la mayoría del personal y activos fuera de Somalia para principios de 2021″. Ya había dado una orden similar en relación con efectivos destacados en Afganistán. Sin embargo, la orden parece tan laxa como para que no se termine por poner en práctica.
Al mismo tiempo, su yerno Jared Kushner intenta algún golpe de efecto en Medio Oriente antes de dejar la Casa Blanca. Y tras el acercamiento logrado entre Israel, Emiratos y Bahrein, sigue tratando de incorporar a la discusión a Arabia Saudita.
Pero choca con el inconveniente de que el príncipe Mohamed bin Salman ahora se niega a nuevas conversaciones con representantes israelíes luego de que se difundiera un encuentro secreto entre él y el primer ministro Benjamin Netanyahu.
El Departamento de Estado, en tanto, anunció que van a cancelar cinco programas de intercambio de funcionarios financiados por China. La excusa es que son «herramientas de propaganda» del Partido Comunista chino.
En simultáneo, la embajadora interina de EE UU en Alemania, Robin Quinville, reclamó una “moratoria» en la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que proveerá de gas ruso a la Unión Europea. La diplomática dijo que se trata de un «instrumento político del Kremlin».