Desafiante, Donald Trump se reúne este miércoles con el canciller ruso Sergei Lavrov a pocas horas de haber destituido al director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, en medio de acusaciones cruzadas sobre la relación del mandatario estadounidense y sus cercanos colaboradores con la jerarquía del Kemlin para recibir apoyo en la elección que lo llevó a la Casa Blanca, en 2016.
Comey saltó a las tapas de los diarios y detonó la campaña a 11 días antes de las elecciones presidenciales, cuando le informó al Congreso -y, por ende, a la sociedad estadounidense- que iba a reabrir una investigación contra Hillary Clinton por el uso de su email privado.
En aquel momento, Comey explicó que había recibido nueva evidencia sobre el contenido de los correos privados de la candidata demócrata, quien utilizó una cuenta de un servidor particular y no del gubernamental, que tiene múltiples modos de encriptación que los hacen seguros, para intercambiar información sensible cuando era funcionaria que justificaba la decisión.
Según versiones periodísticas, esas nuevas pruebas habían salido de la computadora personal de una de las asesoras de mayor confianza de Clinton, Huma Abedin. Pocos días más tarde, el ex funcionario cerró la investigación tras informar que las evidencias no cambiaban las conclusiones originales. Pero el daño ya estaba hecho. Su anuncio afectó a la imagen pública de la candidata demócrata, quien cayó en las encuestas. De todos modos, obtuvo tres millones de votos más que Trump, que ganó en el colegio electoral.
Antes de entregar la presidencia, sin embargo, fue Barack Obama quien salió con todo contra un presunto ataque cibernético de espías rusos para beneficiar a Trump y llegó a pedir la expulsión del país de varios agentes. Trump resultaba irritativo para el establishment político estadounidense porque pretendía un acercamiento con Moscú que va en contra de la política implementada en los últimos años por Obama. Al asumir el empresario, el tema fue creciendo y tuvo que resignar la designación del general Michael Flynn como asesor en Seguridad Nacional.
En marzo, y en un clima de hostilidad contra las primeras medidas de Trump, las principales agencias de seguridad de EEUU confirmaron que investigaban la presunta intervención de Rusia en la campaña electoral de ese país y su colaboración con el equipo del empresario. Comey, en este escenario, apareció como vacilante y los días estaban contados. La pregunta es si antes de la elección quería simpatizar con el que parecía ganador sorpresa y luego quiso presionar para quedarse en el cargo. Si ese era el caso, la jugada salió mal.
Irónico
«Los demócratas han dicho algunas de las peores cosas sobre, incluso que debía ser despedido, ¡pero ahora están tan tristes!», ironizó este miércoles Trump desde su cuenta de Twitter. El despido del director de la tras una serie de denuncias cruzadas en medio de la campaña electoral de 2016, alcanzó su punto culminante cuando desde el FBI se filtraron archivos que revelarían oscuras relaciones entre el empresario y algunos de sus más cercanos colaboradores con el gobierno ruso.
«Comey perdió la confianza de casi todo el mundo en Washington, republicanos y demócratas por igual. Cuando las cosas se calmen, me agradecerán», se ufanó el presidente en una serie de mensajes un día después de despedir al responsable de la vigilancia interna en Estados Unidos.
Comey había sido designado por Barack Obama en 2013.
El vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, explicó en un comunicado que el mandatario siguió «la recomendación del vice fiscal general, Rod Rosenstein, y del fiscal general, Jeff Sessions», y agregó que «el FBI es una de las instituciones más queridas y respetadas de la nación».
«Pese a que aprecio mucho que me haya informado en tres ocasiones diferentes que yo no estoy bajo investigación, coincido, sin embargo, con la opinión del Departamento de Justicia de que ya no puede liderar la Oficina de manera efectiva», escribió el mandatario.
«Es esencial que encontremos un nuevo liderazgo para que el FBI recupere la confianza pública, algo vital para su objetivo de hacer cumplir la ley», agregó Trump.
El mandatario republicano no explicó por qué los dos máximos líderes del Departamento de Justicia recomendaron sacar del cargo a Comey, un veterano funcionario de 56 años.
Siria en la charla
El presidente Donald Trump recibió este miércoles al jefe de la diplomacia rusa Serguei Lavrov, quien busca apoyo a un plan sobre Siria, en medio de la tormenta política por la supuesta intromisión rusa en las elecciones de Estados Unidos.
La visita de Lavrov se centra en la propuesta rusa de un plan de desescalamiento en la guerra en Siria. «Al igual que nosotros, los estadounidenses necesitan esta reunión», declaró Lavrov a la televisión rusa.
Lavrov primero se reunió con el secretario de Estado, Rex Tillerson. «Deseo dar la bienvenida al ministro de Relaciones Exteriores al Departamento de Estado y expresar mi aprecio a él por hacer el viaje a Washington, lo que permite que continuemos nuestro diálogo y nuestros intercambios que comenzaron en Moscú», dijo Tillerson a los periodistas.
El canciller ruso, quien estuvo en Washington por última vez en agosto de 2013, es el funcionario ruso de mayor nivel que se reúne con Trump desde que éste asumió el poder en enero. EL estadounidense calificó como «muy buena» la reunión con el jefe de la diplomacia rusa, que se realizó en el Salón Oval.
En los últimos seis años, Moscú y Washington han tenido controversias varias veces sobre el conflicto en Siria, en particular sobre el destino de Al Assad.
La llegada de Trump a la Casa Blanca no fue como se preveía en cuanto a un acercamiento con Rusia e incluso a comienzos de abril Estados Unidos lanzó un ataque contra una base siria en represalia por el supuesto uso de armas químicas.
Sobre Ucrania, el Departamento de Estado dijo que «ambas partes discutirán sobre la necesidad de detener la violencia en el este de Ucrania y resolver el conflicto a través de la plena implementación de los acuerdos de Minsk».
Los diplomáticos ruso y estadounidense se verán nuevamente el jueves en Fairbanks, Alaska, en una reunión del Consejo Ártico, un foro intergubernamental para cooperación en medio ambiente, petróleo y minería, navegación, pesca y turismo.
El Consejo congrega a ocho países con costa en el Océano Ártico: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Rusia y Estados Unido