Tres años pueden ser un soplo en la vida o parecer una eternidad. El 16 de enero de 2020 Brasil se retiraba de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) por decisión de Jair Bolsonaro, con la excusa de que no podía compartir podio con gobiernos no democráticos como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Hacía poco más de un mes que en Argentina había asumido Alberto Fernández y Evo Morales estaba exiliado en Buenos Aires tras un golpe que contó con apoyo del ultraderechista Luis Fernando Camacho y de sectores de las fuerzas armadas y la policía y la anuencia de la OEA. También del Planalto y la Casa Rosada, al punto que Mauricio Macri aparece implicado en el envío ilegal de armas para reprimir las manifestaciones contra el gobierno de facto de Jeanine Añez. Perú atravesaba una de sus tantas crisis institucionales y se disponía a votar en elecciones parlamentarias luego de que el presidente interino Martín Vizcarra hubiese disuelto el Congreso en setiembre de 2019. Chile vivía en plena ebullición tras el estallido del octubre de 2019 contra 30 años de neoliberalismo.
Este 12 de enero, el gobierno de Lula da Sliva confirmó que Brasil vuelve a ese organismo regional creado en 2010 para integrar a los países de la región con historias e intereses comunes en pie de igualdad. Por eso ni Estados Unidos ni Canadá fueron llamados a formar parte. Es como una OEA pero sin injerencia en asuntos internos.
Este 24, Buenos Aires será sede de un nuevo encuentro de jefes y jefas de Estado y los países que integran la Celac vuelven a ser 33. El regreso de Brasil es importante por el peso económico y político del gigante sudamericano. Pero básicamente por el peso simbólico de este acontecimiento. Lula es un miembro fundador de ese club de naciones que buscan su lugar en el mundo sin tutelas imperiales. Bolsonaro en la Celac era una disonancia por su estrecha relación con Donald Trump. El organismo es tan ideológicamente amplio como para que su primer presidente haya sido el chileno Sebastián Piñera y el segundo, el cubano Raúl Castro.
Autoexililado en Florida, el expresidente brasileño está implicado en el intento de golpe del domingo pasado. Si no directamente, por agitar los fantasmas golpistas con su prédica antidemocrática. En Bolivia, la crisis secesionista que enfrentó Morales en 2009 –abortada gracias a la intervención de otros de los fundadores de la Celac, miembros de la Unasur– se mantiene con los mismos protagonistas. Hace unos días, fue detenido Camacho, líder de esa oposición ultraderechista y actual gobernador de Santa Cruz. Por su papel en el golpe de 2019.
En Perú, la efímera presidencia de un dirigente del gremio docente, Pedro Castillo, enardeció al establishment ultraconservador. La represión encarada por la interina Dina Boluarte contra manifestantes que piden el respeto a la voluntad popular ya causó medio centenar de muertos.
Estos tres años fueron muy intensos para las tres Américas, justo es decirlo. Porque en la nación que se pretende faro de la democracia occidental «pasaron cosas» y hasta un grupo de ultraderechistas tomaron por asalto el Capitolio, dando el ejemplo a los bolsonaristas del domingo pasado. Como sea, este es el escenario en que los mandatarios de la región se encontrarán en nueve días. Para no aburrirse. «