A poco más de un año para las presidenciales, con los candidatos prácticamente definidos y una paridad que volverá a poner a prueba su sistema democrático, el tablero político cambia todos los días. Trump es imputado una y otra vez; el hijo de Biden será llevado a juicio por comprar un arma de fuego siendo adicto a las drogas; el exmandatario republicano fue declarado culpable junto a sus hijos mayores por fraude financiero; el senador demócrata Bob Menéndez, fue acusado de recibir sobornos y entregar información confidencial; la oposición apoyará una investigación de juicio político contra el presidente… Los norteamericanos se acostumbraron a un ida y vuelta de escándalos con consecuencias imprevisibles. No obstante, estos hechos suelen convencer aún más a quien ya tomó una decisión, pero difícilmente hagan cambiar alguna opinión.

Lo que sí termina siendo determinante es el estado de la economía, el nivel de inseguridad, el control de la inmigración; y estas cuestiones no favorecen al gobierno. Las sanciones a Rusia dispararon una inflación que sólo se pudo controlar subiendo las tasas de interés al nivel más alto en 20 años, el bajo desempleo contrasta con el aumento de la pobreza, y cada vez más sindicatos van a la huelga. Sin embargo, Biden se puso del lado de los indignados: los empleados del sector automotriz exigen un aumento salarial del 40%, igual al que recibieron los directores ejecutivos, y el mandatario apoyó el reclamo personalmente. Un día después, iría Trump, en una clara pelea por el voto de los trabajadores. Pero Biden se autoproclama como el presidente más a favor de los sindicatos en la historia del país, y parecen corresponderle. Aunque no tiene garantizado el apoyo del cordón industrial si el costo de vida continúa subiendo.

Otro problema preocupante para las aspiraciones demócratas es la derrota continua en la lucha contra las drogas. Estados Unidos padece una nueva crisis de opioides, con más de 100 mil muertes por sobredosis en el 2022, y el radical consumo de fentanilo hace que México vuelva a ser visto como una amenaza. El narcotráfico, junto con una crisis migratoria que muchos perciben como una invasión, es relacionado por medios y políticos conservadores con el aumento de la inseguridad. El miedo siempre favorece a la derecha, y en el último debate republicano, los precandidatos intentaron exprimirlo. Por otra parte, la ola de saqueos que afecta a todo el país se presenta como el resultado de las carencias económicas y el aumento de la inseguridad. El pasado martes, en Filadelfia, alrededor de mil personas entraron en tiendas de ropa y tecnología para llevarse todo lo que podían. No fue un hecho aislado. De acuerdo con la Federación Nacional de Minoristas, el sector pierde por saqueos U$S 94 mil millones de dólares (90% más que en 2018): muchas tiendas deben cerrar. Dos tercios del país considera el robo de menos de mil dólares como un delito menor, y generalmente se castiga con alguna multa: es visto como un incentivo, y se vuelve a pedir mano dura.

Por último, el creciente hartazgo de la sociedad con la ayuda destinada a Ucrania, también favorece al ala más radical del Partido Republicano. Cada vez más gente considera que el conflicto no les concierne; y mientras son testigos de sus propias carencias, ven cómo Washington destina más de U$S 40 mil millones en asistencia militar. Los demócratas aseguran que continuarán con la ayuda el tiempo que sea necesario; y si bien son secundados por algunos republicanos, tradicionalmente controlados por el lobby de las armas, el sector MAGA del partido se opone a seguir financiando la guerra.

Otros temas, si adquirieran protagonismo, favorecerían a los demócratas: derecho al aborto, cambio climático, control a la venta de armas, racismo. Pero por ahora, el aliado más importante de Biden, es el rechazo a Trump.