En el estado mexicano de Sinaloa (noroeste) se libra una batalla que mantiene a una sociedad en un estado de zozobra y pánico desde hace prácticamente dos meses.

En seis semanas se han reportado 237 homicidios, 267 desapariciones, más de 300 vehículos robados, cientos de miles de pesos en pérdidas, de acuerdo con un recuento del periódico local Noroeste basado en informes policiales y denuncias ciudadanas.

Habitantes de Culiacán, una ciudad de alrededor de un millón de habitantes y capital del estado, relataron cómo la violencia entre dos grupos del poderoso cártel de Sinaloa ha trastocado sus vidas.

Muchos  “culichis”, como se les conoce a los originarios de esta ciudad, han decidido no llevar a sus hijos a las escuelas, limitar los horarios de atención en sus negocios, incluso dejar de asistir a sus centros de trabajo o de estudio, y salir solo para lo indispensable.

“Ha sido como una micropandemia”, dice María Torres, una maestra que trabaja de manera independiente y que ha perdido prácticamente todos sus ingresos por no poder acudir a dar clases a los domicilios particulares de sus alumnos o por tener que cancelar las horas de clase ya pactadas.

“Venimos de una pandemia que vivimos encerrados y en pánico y ahora tener que estar encerrados y en pánico, pero la pandemia creo que era menos riesgosa que esto que estamos viviendo, porque no sabes en qué momento quedas en fuego cruzado”, afirma la docente.

En los días posteriores al 9 de septiembre, cuando estalló la violencia, María tenía temor de salir de su casa, según relató en una entrevista con Tiempo. “Me afectó económica, emocional y sí ha sido como tener miedo incluso a salir nomás aquí a tirar la basura”.

“Tuve momentos de ansiedad, me empecé a deprimir, me la pasaba durmiendo la mayor parte de los días porque no podía trabajar, la gente no quería ni siquiera venir a mis clases porque estaban todos asustados”, relata la docente.

Esta no es la primera vez que los habitantes de esta ciudad quedan en medio de enfrentamientos violentos protagonizados por grupos organizados con un poder de movilización y de fuego muchas veces superior al de las corporaciones locales o incluso al de las propias fuerzas armadas federales.

Hace cinco años, el 17 de septiembre de 2019, la ciudad se convirtió en un campo de batalla luego de que una unidad del ejército mexicano intentó detener a Ovidio Guzmán López, “El Ratón”, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, el afamado narcotraficante conocido como “El Chapo”.

Mientras “El Ratón” era retenido por los militares en una colonia al sur de la ciudad, decenas de camionetas, camiones y vehículos con blindados artesanales repletos de hombres armados con fusiles de asalto y lanzagranadas, entraron a la urbe, tomaron puntos estratégicos de acceso, e incluso cercaron una unidad habitacional de la Secretaría de la Defensa Nacional, dispuestos a enfrentar a los elementos del ejército que participaban en la operación contra el joven dirigente criminal.

El entonces presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó detener el operativo y liberar a Guzmán López. “Se buscó evitar un baño de sangre”, explicaría después el mandatario sobre el episodio que se conoció como el “Culiacanazo”.  

Ovidio Guzmán López, «El Ratón», hijo del «Chapo».
Foto: Agencia NA

Hoy ya no es el “Culiacanazo” sino el “Culiacanfest” “porque es como un festival que dura muchos días”, dice María al hablar sobre el terror desatado por el enfrentamiento entre la facción de cártel encabezada por por los hijos de Guzmán Loera, conocida como “La Chapiza” y la facción comandada por los seguidores de Ismael Zambada García, “El Mayo”, apodada “La Mayiza”.

A María y a los habitantes de Culiacán les ha tocado ver insólitos “partes” de una guerra que ocurre en sus propios vecindarios: la cabeza de una mujer con un tenedor clavado en un ojo dejada en una caja de pizza, en una cruel referencia a que se trataba de una integrante de “Chapiza” o decenas de cuerpos de hombres acribillados abandonados en las calles, con sombreros en sus cabezas, el distintivo de los seguidores de “El Mayo”.

“Eso es lo que estamos aprendiendo. En los grupos de whatsapp aprendí que si le veo tal símbolo o tal número a una camioneta me tengo que cuidar porque son de tal grupo, que si traen al Sam Bigotes es de otro grupo, que el sombrero, que la pizza, he estado aprendiendo de ese tema”, dice María.

Como en la novela de García Márquez, en Sinaloa se relata una crónica de una muerte anunciada. Prácticamente todos los habitantes del estado sabían desde el 25 de julio que venían tiempos difíciles. Ese día, los habitantes de este estado vieron con incredulidad las imágenes de un demacrado Mayo Zambada, el gran jerarca del cártel, detenido en Estados Unidos.

Después de medio siglo de dirigir en las sombras al Cártel de Sinaloa, considerada como una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, Zambada García cayó en manos de los estadounidenses tras una serie de hechos de los cuales nadie parecía tener claridad, ni el presidente AMLO ni el gobernador Rubén Rocha ni mucho menos la fiscalía ni la policía de Sinaloa.

Un capo engañado

Fue el propio Mayo quien explicó lo sucedido a través de una carta difundida por su abogado al día siguiente de su detención. Según Zambada, fue engañado al ser convocado a una reunión en el rancho Huertas del Pedregal, a las afueras de Culiacán, para mediar entre el gobernador Rocha y Melesio Cuen Ojeda, un dirigente político del estado, ex diputado y ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).

Conforme al relato de Zambada, Cuen fue asesinado en el lugar y él mismo fue sometido y obligado a subirse a un avión junto con Joaquín Guzmán López, otro de los hijos del Chapo, y llevado a El Paso, en Texas, donde el hijo del capo lo entregó y se entregó él mismo a las autoridades de Estados Unidos.

“Me trajeron a este país por la fuerza y bajo coacción, sin mi consentimiento y contra mi voluntad”, escribió el capo de la droga. Sus palabras cayeron como plomo en Culiacán.

“Se está viviendo con mucho miedo por la representatividad que tenemos en nuestra cultura de una figura como la del Mayo”, explica una profesora investigadora de la Facultad de Derecho de la UAS que accedió a ser entrevistada bajo condición de anonimato.

“Desde la captura, fue un terror porque jamás lo habían detenido”, afirma la académica especializada en temas de violencia. “No había muchas fotografías de él, no era una persona que se exhibiera como sí lo hacen otros que se exhiben, que van a restaurantes que tienen convivencia social, a él se le reconocía por no participar en muchas cosas, por tener grados de secrecía, por convivir en espacios donde no era fácil acceder, protegidos, sí fue un shock”.

Ismael Zambada Garrcïa, «El Mayo».

“Es como la caída de un figurón que dices tú qué pasó, desde que fue detenido la sociedad comenzó a temblar, no escuchabas otra plática que el asombro, que la incertidumbre de qué es lo que iba a pasar”, relata la profesora de la UAS.

De acuerdo con la académica, “El Mayo” era y sigue siendo una persona muy respetada en muchos ámbitos en Culiacán, donde “tenía una papel muy relevante socialmente hablando”.

“Se sabe que la voz de él era importante”, asegura la profesora investigadora, quien explica que al capo se le reconoce como un líder que ayuda a la gente, que se preocupa por la comunidad, más allá de las actividades delictivas que él pueda tener.

“Hay esta singularidad de la reputación social, de benefactor (…) una sensación de cercanía, socialmente hablando, que la gente tiene respecto a estas figuras”.   

López Obrador y, ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum han reclamado al gobierno de Estados Unidos no haber informado a México de la operación para detener a Zambada García. “Hubo un acuerdo”, dijo en varias ocasiones el expresidente mexicano sobre el supuesto trato entre Joaquín Guzmán López y las autoridades de EU para engañar y detener a Zambada García.

Tan es así, señaló el expresidente, que Ovidio Guzmán, el famoso “Ratón”, detenido en enero de 2023 y extraditado a Estados Unidos, fue liberado de una prisión norteamericana, sin que se ofreciera ninguna explicación oficial, en la misma semana de la detención de Zambada García.

“El presidente tiene mucha razón”, dice Marcos Vizcarra, un reconocido periodista sinaloense que lleva años cubriendo todo tipo de sucesos en el estado incluyendo hechos de violencia y la operación de los grupos criminales. “Hubo una gran responsabilidad de Estados Unidos en la no coordinación”.

Sin embargo, acota Vizcarra, “si esto está pasando ahorita es porque existe un control de territorios por parte de grupos criminales que han dominado, que se han movido, que han podido expandirse y han podido hacer sus negocios de una manera ilícita, pero libre”.

Las fuerzas estatales poco y nada pueden hacer para frenar la guerra.
Foto: Agencia NA

“Y hablo de dos tipos de negocios, por una lado los negocios de producción de droga, las armas, las personas y todo eso pero por otro lado los negocios que tienen apariencia lícita; no hay que soslayar el hecho de que por ejemplo, Ismael Zambada García, de acuerdo con el mismo gobierno de Estados Unidos, tiene una gran cantidad de empresas, por lo menos tres de ellas siguen activas, todas trabajando en Culiacán básicamente y que nunca se les haya tronado por parte del gobierno mexicano”, dijo Vizcarra.

Fuerte empresario

De acuerdo con el periodista, en el estado hay empresas señaladas de estar relacionadas con el Mayo y con los “Chapitos”, como se conoce a los hijos de Guzmán Loera, incluso laboratorios que son proveedores del gobierno del estado.

Hay toda una relación y hay toda una convivencia con personas que han sido señaladas y a lo que voy es que nunca se ha ido tras el dinero”, explicó el comunicador. “También hay una gran responsabilidad del gobierno mexicano al no haber hecho este trabajo para evitar esa expansión económica, financiera y de personal que finalmente nutre a todas esas organizaciones criminales”.

Este miércoles 17 de octubre, el juez Brian Cogan, de la corte de distrito de Nueva York, condenó a 460 meses de prisión a Genaro García Luna, ex secretario de seguridad Pública de México, por recibir millones en sobornos del Cártel de Sinaloa a cambio de permitirles operar sus negocios. El ex funcionario era el hombre fuerte del gabinete de gobierno de Felipe Calderón (2006 2012), cuando se disparó hasta en 200% el número de homicidios en el país en una ola de violencia vinculada a la “guerra contra el narco” declarada por el ex mandatario.

En Culiacán, muchos viven estos días las consecuencias de los actos criminales a los que el juez Cogan dictó ese castigo. La ciudad queda desierta por las noches. Este fin de semana, María decidió salir a festejar su cumpleaños con amigos, después de pensarlo durante días. Al final de cuentas habita una ciudad en la que salir a cenar y tomar un trago implica un riesgo alto de no regresar a casa.