Seguramente, muchos deben temer que la muerte de Teori Zavascki no haya sido un accidente. Especialmente porque la avioneta que lo transportaba en la costa de Paraty, en la región sur del estado de Río de Janeiro, no presentaba fallas técnicas. Incluso, el hecho en que Zavascki había interrumpido sus vacaciones para homologar las delaciones de los 77 ejecutivos de la constructora Odebrecht, que describen cómo desde su Departamento de Operaciones Estructuradas, una especie de agencia de sobornos, lograba la adjudicación de obras a través de pagos a políticos, generando una lista de más de un centenar, donde estaría involucrado el mismísimo Michel Temer, acrecientan el temor.
Sin embargo, a lo que se debe no temer, es a las implicancias políticas que tiene su fallecimiento. Es que Zavascki se había convertido en la serpiente de la política que se estaba comiendo su propia cola. Porque cierta dirigencia brasileña pensaba que con la destitución de Dilma Rousseff se arribaba a un pacto que detenía el proceso de investigación a sistema de lavado conocido como Lava Jato, tal como se desprende de las conversaciones que tuvo el ex Senador Romero Jucá con el ex presidente de la empresa Transpetro, Sergio Machado, y que le costaron su renuncia en el Gabinete de Temer.
Por el contrario, Zavascki, que estaba a cargo de la investigación del Lava Jato por parte del Supremo Tribunal Federal (STF), avanzó sobre Eduardo Cunha, el mismísimo gestor de la deposición de Rousseff, aceptó una segunda denuncia de la Procuraduría General en su contra y provocó su detención por los vínculos en la operación de lavado a través de las cuentas que poseía. Por eso, y más allá de las especulaciones, lo cierto es que el relevo de Zavascki podría congelar el proceso de investigación, al menos el tiempo en que Temer salga de la alta impopularidad que goza su figura, una de las peores de la historia de Brasil.
Para evitarlo, se está procurando que la designación no salga de un acuerdo de impunidad entre Senadores y Temer, que actualmente tiene la facultad de nombrar al nuevo magistrado. En tal sentido, la Asociación de Abogados de Brasil (AAB) suma presiones para que Carmen Lucia, presidenta del Supremo Tribunal Federal, aplique el artículo 68 del Reglamento y asigne el caso a otro magistrado. Por lo pronto, permitió al equipo de Zavascki continuar con el procesamiento de las delaciones y podría mantener a flote la investigación. Sin duda, esta situación mantiene la profunda crisis política en Brasil y puede trasladarse a otros países de la región. «