La crisis política que afecta al presidente Michel Temer llegó este miércoles a un punto crítico desde que estalló el nuevo escándalo de corrupción, con una manifestación opositora para pedir su renuncia que incluyó el incendio de ministerios, por lo cual el jefe del Estado subió la apuesta y decretó una semana de intervención de las Fuerzas Armadas en la capital del país.
Una columna de humo negro saliendo del Ministerio de Agricultura fue la imagen de un día de furia en Brasilia, donde el Congreso no pudo funcionar y los diputados se trataron a los empujones y a los gritos.
Temer tomó la decisión de que las Fuerzas Armadas, hasta el día 31, intervengan en la seguridad pública de Brasilia, en una jornada en la que sus aliados continuaron negociando su continuidad mientras, al mismo tiempo, miraban a los posibles sucesores en caso de renuncia, debido a que el capital político del mandatario se consume al paso de una crisis sin fin.
Unas 100.000 personas según los organizadores, 35.000 para la policía, marcharon hoy rumbo al Congreso Nacional, pero un grupo se enfrentó con los agentes al intentar llegar al edificio del Parlamento. La manifestación para pedir por elecciones directas y la renuncia de Temer estuvo dirigida por las centrales sindicales, pero grupos de black blocs (anticapitalistas) fueron hacia los ministerios.
Allí prendieron fuego y depredaron el de Agricultura, Cultura y Planificación y Presupuesto.
Los empleados tuvieron que apelar a una alarma de incendio para salir en un plan de evacuación, por orden del gobierno nacional. Peleas cuerpo a cuerpo se veían en la Explanada de los ministerios entre la policía y los manifestantes, que usaron como barricadas los baños químicos.
Cuatro personas fueron detenidas y un herido de bala fue reportado por las autoridades.
Con Brasil en vilo por las imágenes, una de las más dramáticas de la reciente historia democrática iniciada en 1985, el Congreso reflejó el desorden externo: diputados oficialistas y opositores denunciándose, a los gritos, empujones, y una bandera con la inscripción «Fuera Temer».
Temer estaba en su despacho, en el tercer piso del Palacio del Planalto, viendo las imágenes de una jornada calificada como «una tarde de Venezuela en Brasil», como ilustró el senador Laseri Martins, un aliado del Partido Social Demócrata que dio «prácticamente por terminado» el gobierno.
El presidente decidió entonces doblarle la apuesta a la oposición, que quiere elecciones directas en las cuales el favorito hasta ahora es el ex presidente y líder opositor Luiz Inácio Lula da Silva, y firmó un decreto a pedido de su número dos y posible sucesor, Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados, que convocó a las fuerzas de seguridad a reprimir las protestas.
«El presidente dice que es inaceptable el desorden, el descontrol y que no permitirá que actos como estos vengan a empañar el proceso que se desarrolla de manera democrática y en respeto a las manifestaciones», anunció el ministro de Defensa, Raúl Jungmann, en un pronunciamiento por la TV estatal, el canal NBR.
La vía libre para la intervención militar de las calles del Distrito Federal fue publicada en una edición extra del Diario Oficial de la Unión. La medida tiene vigencia hasta el 31 de este mes y ya empezó a aplicarse, con el ejército rodeando el Ministerio de Defensa y el Palacio de Itamaraty, la sede de la cancillería, una de las joyas de la arquitectura de Oscar Niemeyer.
«Esto es una dictadura, ni el gobierno de los militares hacía esto. Este gobierno no puede tolerar una manifestación en su contra. Esta protesta era convocada por sindicatos y movimientos sociales y la policía los provocó reprimiendo y todo derivó en otra cosa», dijo a pocos metros de los edificios incendiados, dentro de la Cámara de Diputados, el jefe del bloque del opositor Partido de los Trabajadores (PT), el legislador Carlos Zarattini.
Los sindicalistas ordenaron replegarse porque su gente había quedado expuesta a los enfrentamientos en la zona de los ministerios.
Los manifestantes violentos continuaron enfrentándose en la «Rodoviaria», el centro neurálgico de Brasilia donde se cruzan las principales avenidas y está ubicada las terminales de ómnibus.
En Río de Janeiro, en tanto, la policía reprimió con gases una manifestación de sindicatos de empleados públicos que protestaban luego de que la Asamblea Legislativa del estado aprobara un aumento de 11% a 14% del aporte previsional que será descontado a todos los asalariados estatales.
Temer recibió hoy al bloque de senadores del PMDB, fragmentado porque su jefe, Renán Calheiros, no acudió a la cita luego de haber pedido una «salida negociada» de Temer y sugerir a varias personas como sucesoras, entre ellas la presidenta de la corte, Carmen Lucia Antunes.
La negociación ante una eventual caída de Temer incluye también otra por su sucesor: según la Carta Magna, el jefe de Diputados debe convocar después de vacío de poder a elecciones indirectas, vía parlamento, en 30 días, y no es necesario ser legislador para ser candidato a completar el mandato que termina el 31 de diciembre de 2018.
Maia, por su parte, negó estar ‘cajoneando’ los pedidos de juicio político contra Temer desde que la semana pasada comenzó a estar investigado por el Supremo Tribunal Federal por corrupción, obstrucción de la justicia y asociación ilícita, tras haber sido grabado según el fiscal general avalando sobornos en una conversación con el empresario delator de la justicia Joesley Batista, dueño del imperio global de la carne, JBS.
El presidente también está con un ojo en la justicia: la policía federal lo llamó hoy para convocarlo a declarar en la investigación abierta por la corte, una sugerencia rechazada de plano por los abogados del ex presidente, que argumentan que hay que esperar a la pericia del audio que cayó como una bomba la semana pasada que implosionó la alianza centroderechista en el poder.
Temer perdió hoy a su cuarto asesor especial en la presidencia, Sandro Mabel, por cuestiones personales, pero luego de que ayer fuera detenido su colaborador Tadeu Filippelli, acusado de desviar dinero de la construcción del estadio de Brasilia, el Mané Garrincha.
Precisamente en ese estadio terminó hoy la marcha que prendió fuego a Brasilia.