Tacumbú era un cacique que vivía al pie de un cerro, muy cerquita del río Paraguay. En guaraní significa “explosión caliente”. Así se denomina ese barrio, al oeste de Asunción, habitado por distintos estratos sociales y con una amplia zona dominada por los ingenieros militares que explotan una extensa cantera. Es habitado por 10 mil vecinos.
A escasos 600 metros de allí, en el barrio aledaño de Roberto Luis Petit, se encuentra la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, una de las cuatro de la ciudad, la más grande y siniesta del Paraguay. Al punto que la serie documental Inside the World’s Toughest Prisons (en español “Las cárceles más duras del mundo”, en español), producida por Netflix le dedicó uno de sus capítulos. Tiene más de 4,1 mil reclusos, el doble de lo que debería alberga naturalmente y una historia sin fin de motines, sangrientos, con historias que ponen los pelos de punta.
El último sucedió esta misma semana. Según la crónica del corresponsal de El País, de España, “evidencia el control del crimen organizado sobre las prisiones”. La crónica oficial cuenta que un centenar de reclusos munidos de cuchillos y facas, en protesta por el traslado de uno de ellos, secuestró a 19 guardias. El amotinamiento duró un poco más de 24 horas. El ingreso de las fuerzas antidisturbios fue a sangre y fuego: el corolario fue de al menos siete muertos, tres de ellos por decapitación. Lo que el relato oficial no dice, los que subyace, es la extremadamente dificultosa convivencia en la prisión del Clan Rotela (la mafia paraguaya) y miembros del grupo brasileño Primer Comando Capital (PCC), la organización criminal más grande de la región. El control de Tacumbú implica, a su vez, manejar los movimientos hacia afuera del penal. Los locales tenían un claro predominio hasta hace un tiempo, pero se vieron amenazados. El traslado de uno de los cabecillas del PCC, habría dado origen a la violenta reyerta, que promete ser un eslabón de la cadena. Estos siete asesinatos se suman a otras 392 muertes en Tacumbú, en el último lustro. «