Con distinta duración, a nivel nacional o local, con ayudas extras o con sistemas nuevos, y con los docentes considerados como prioritarios en la vacunación o en la cola junto al resto de la sociedad, la suspensión de las clases presenciales en todo el sistema educativo ha sido una herramienta obligada de los gobiernos a la hora de intentar frenar la circulación del coronavirus en todo el mundo.
Según un relevamiento online del organismo de la ONU para la educación, Unesco, el continente que en su conjunto mantuvo más tiempo esta medida fue América, casualmente la región del mundo donde la pandemia parece haberse ensañado más hasta ahora.
Solo basta ver la lista de países con más fallecidos por Covid-19 o complicaciones relacionadas y ver que la encabezan tres países americanos: Estados Unidos con más de 567.000, Brasil con más de 374.000 y México con más de 212.000, según el conteo online de la Universidad Johns Hopkins.
Con apenas un puñado de excepciones como Uruguay -país que sin embargo, actualmente tuvo que volver a suspender las clases presenciales-, todo el continente decretó que el sistema educativo en su conjunto funcionara de manera virtual durante al menos 40 semanas desde el inicio de la pandemia.
Los dos países que registran la mayor duración de interrupción de las clases presenciales son Estados Unidos y Bolivia, con 47 semanas. Actualmente, sin embargo, la mayoría del continente ya volvió a algún tipo de presencialidad gradual y con protocolos especiales en algunas partes o en todo su territorio. Honduras, Panamá, Uruguay y Venezuela, sin embargo, son algunas de las excepciones.
En México, el sureño estado de Campeche se convirtió ayer en el único de los 32 del país en retomar las clases presenciales, gracias a ser el menos afectado por la pandemia y el primero en vacunar a su personal docente.
Una enseñanza que dejó la primera ola el año pasado es que las restricciones en general y la suspensión de clases presenciales en particular deben imponerse por períodos de tiempo más acotados y solamente en las zonas con mayor circulación del virus, no en todo el territorio de manera preventiva.
Pero esta lección y el reconocimiento de Gobiernos, la ONU y expertos internacionales de la importancia estructural de priorizar la educación presencial no logró evitar que países en todos los continentes tuvieran que volver a recurrir a esta herramienta este año para frenar sus segundas, terceras y hasta cuartas olas de la pandemia.
La ciudad de Tokio se prepara a tomar esta medida, según el diario The Wall Street Journal, luego de ver un aumento significativo de su tasa de contagios y ante el esfuerzo nacional por realizar los Juegos Olímpicos a finales de julio próximo.
Hoy, la pequeña nación insular de Fiyi cerró todas sus escuelas e impuso la educación remota tras detectar los dos primeros casos de coronavirus fuera de un centro de aislamiento en más de un año. El país del Pacífico Sur acumula apenas dos muertes por el virus sobre un total de 77 contagios.
En paralelo, Alemania, uno de los países europeos que habría logrado atravesar la primera ola sin una cuarentena total como sus vecinos, esta vez tuvo que imponer restricciones más severas que incluyeron la suspensión de clases presenciales en las zonas más afectadas.
Italia tomó una medida similar y, en Brasil, el epicentro de la pandemia junto con India, las zonas y ciudades más afectadas volvieron a echar mano de todas las restricciones, incluida la suspensión de clases presenciales.
En la ciudad de San Pablo, una de las más afectadas del país vecino, las restricciones ayudaron a descomprimir un poco las terapias intensivas y, aunque el sistema de salud sigue muy abrumado, esta semana empezaron a volver a la presencialidad, aunque con muchas críticas y resistencias de docentes, alumnos y padres.
Otro dato relevante que para entender las estrategias con las que los países enfrentaron al desafío de mantener la educación en medio de una pandemia -que ya registró más de 142 millones de contagios y más de 3 millones de muertos- es el lugar que asignaron a los docentes en las campañas de vacunación.
Muchos de los países asiáticos que mejor contuvieron la pandemia desde la primera ola o después, en la segunda, como China, consideraron a los docentes como el primer o segundo prioritario para inmunizarse.
Así lo hicieron China, Vietnam, Camboya, Mongolia y varios países de Asia Central como Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán y Uzbekistán, entre otros.
Rusia tomó una estrategia similar, mientras que Europa occidental les dio un lugar privilegiado en la cola pero no al frente.
Francia e Italia, por ejemplo, los pusieron en el grupo número 3, mientras que Alemania y España, en el grupo 2.
En América, los docentes tuvieron prioridad por sobre el resto de la sociedad en la mayoría de los países con excepción de Canadá, Paraguay, Perú, Bolivia y la mayoría de Centroamérica, según la Unesco.
El organismo de la ONU también alertó sobre otro problema que ha dificultado la gestión de la educación durante la pandemia.
Según sus datos, solo un 2% de los paquetes de estímulo y ayudas aprobados por la mayoría de los Gobiernos del mundo en este año de pandemia fue destinado a reforzar el sistema escolar ya sea para mejorar salarios o infraestructura frente a las nuevas necesidades tecnológicas.
De ese 2%, según la Unesco, el 93% fue asignado en los países más ricos del planeta.