Sudán volvió a ser escenario este lunes de ataques aéreos y explosiones, tras un mes de guerra por el poder entre dos generales rivales que amenaza con agravarse aún más y que pone en riesgo la estabilidad de los países vecinos en esa región de África.
Los enfrentamientos que estallaron el 15 de abril entre el jefe del Ejército, el general Abdel Fatah al-Burhan, y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Hamdan Daglo dejaron cientos de muertos y cerca de 1 millón de desplazados.
El general Daglo divulgó anoche una grabación de audio en la que promete a su oponente que será «juzgado pronto y ahorcado en público».
Sin agua ni luz
Los habitantes de la capital de Sudàn sobreviven encerrados en sus casas por miedo a las balas perdidas, sin agua y electricidad en muchos casos y con escasas reservas de comida.
El Sindicato de Médicos de Sudán cifró en 280 el número de muertos y en más de 160 el de heridos en los enfrentamientos del 12 y 13 de mayo en El-Geneina, en Darfur.
Según la ONU, más de 600 personas en total ya han muerto en los combates en todo Sudán.
Poco antes, el general Al Burhan había ordenado que se congelen todas las cuentas bancarias de las FAR, conocidas por su poder financiero.
Los combates tienen principalmente lugar en Jartum, la capital de 5 millones de habitantes, y en la región de Darfur, en el oeste del país árabe del noreste de África.
En un suburbio al este de Jartum, testigos informaron de ataques aéreos y explosiones.
En busca de acuerdos
En Yeda, Arabia Saudita, emisarios de ambos bandos acordaron la creación de «pasos seguros» para evacuar a civiles y facilitar la entrada de ayuda humanitaria, pero el tema de una tregua fue dejado para posteriores «discusiones más amplias».
«Nada ha cambiado desde el comienzo del conflicto, salvo que la gente está cada día más tensa», dijo un habitante del sur de Jartum a la agencia de noticias AFP.
Tras la muerte de 18 trabajadores humanitarios y múltiples saqueos se interrumpió gran parte de la ayuda humanitaria internacional de la que incluso en tiempo de paz depende gran parte de los 45 millones de sudaneses.
No obstante, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció una distribución de alimentos en el estado de Al Yazira, al sureste de la capital, para los desplazados por los combates.
Con los bancos cerrados desde hace un mes el dinero en efectivo comienza a faltar. Sin contar que los precios se han disparado: los de los alimentos se han cuadruplicado y los de la gasolina se han multiplicado por veinte.
En Darfur, «tenemos información de francotiradores que disparan a cualquiera que salga de su casa», dijo Mohamed Osman, de Human Rights Watch (HRW), a AFP.
Atrapadas, «las personas heridas en los combates de hace quince días están muriendo en sus casas», añadió.
La zona aún sufre las consecuencias de una guerra que estalló en 2003 cuando el entonces dictador Omar al Bashir lanzó las milicias Janjaweed, conformadas por tribus árabes, contra las minorías étnicas rebeldes.
Médicos Sin Fronteras (MSF) afirmó que en los campos de desplazados de Darfur «se ha pasado de tres comidas diarias a una sola».
Refugiados
Miles de refugiados entran cada día en Egipto, Chad, Etiopía y Sudán del Sur. En Egipto, que atraviesa la peor crisis económica de su historia, la preocupación crece. Otros países vecinos temen un contagio regional.
En Jartum, el aeropuerto no funciona, los centros comerciales fueron saqueados y las oficinas gubernamentales están cerradas «hasta nuevo aviso».
Lo que queda de la administración se exilió en Puerto Sudán, 850 kilómetros al este de la capital, donde un pequeño equipo de la ONU intenta negociar la entrega de ayuda humanitaria.
La guerra larga
Según los expertos, la guerra se anuncia larga, dado que las dos partes enfrentadas parecen tener las mismas capacidades de combate y poca voluntad de negociar antes de haberse impuesto sobre el terreno.
Antes de entrar en conflicto abierto, los generales Al Burhan y Daglo llevaron a cabo juntos un golpe de Estado para expulsar a los civiles del poder en octubre de 2021.
Dos años antes, bajo la presión de una gran movilización popular, el Ejército había derrocado a Al Bashir, en el poder desde hacía tres décadas.