¡La Masacre de Senkata no se olvida! ¡El golpe fue contra el pueblo!”. Las consignas están tatuadas en banderas negras que cuelgan de un modesto escenario erecto en la Plaza 25 de Julio, en el Distrito 8 de la combativa ciudad de El Alto. Diecinueve días han pasado desde la salvaje represión frente a la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), pero los alteños siguen de luto.
Ni la indemnización ofrecida por el gobierno de facto a las familias de los asesinados ni el veto al decreto supremo que eximia a las Fuerzas Armadas de sus responsabilidades penales lograron cerrar las heridas del pueblo alteño.
Pasaron algunos minutos de las 10 de la mañana del domingo y bajo un sol tremendo los vecinos apuran los últimos detalles para dar inicio a la kermés solidaria organizada por agrupaciones políticas, colectivos culturales y feministas. El objetivo es juntar fondos para las familias de las víctimas y heridos que quedaron a la deriva, sin una mínima contención del Estado.
Sandy es un señor mayor de rasgos curtidos. Antes de brindar su testimonio, explica que prefiere mantener en reserva su apellido por seguridad: “La kermés es para solidarizarnos con las familias de las víctimas y heridos de la masacre de noviembre. Hemos vivido una represión policial donde muchos hermanos han caído heridos o muertos, y sus familias están pasando un momento crítico. Por eso aquí estamos sus vecinos y hermanos. Juntando fondos para que puedan sobrevivir.”
Mientras pega carteles cerca del escenario con los nombres y rostros de los diez asesinados, Sandy plantea que la represión le recordó a los días de Octubre Negro del año 2003, cuando se desató sangrienta la Guerra del Gas: “Fue muy similar, cuando los militares también nos acribillaron. Igualito han salido escoltando los convoys con combustible y en el trayecto han caído heridos y muertos. Nosotros hemos estado bloqueando casi una semana en noviembre, y no hubo enfrentamientos ni muertos. A la planta de Senkata no le hemos tocado ni un pelo en esa semana. El día de la represión, los policías y militares vinieron directamente a masacrar.”
-¿Y qué sintió cuando desde el gobierno los acusaron de terroristas?
-El ministro de Gobierno dijo que éramos terroristas, pero no ha tenido pruebas. Creo que un día va a salir a la luz cómo han caído nuestros hermanos. Las balas les dieron por atrás. Muchos de los proyectiles que les han provocado la muerte eran calibre 7.62, armas del Ejército boliviano, de los fusiles FAL, todos han muerto a bala.
“Los militares tiraban a diestra y siniestra”
En los puestos de la kermés se ofrecen manjares de la comida andina a precios bien populares. Diez bolivianos (menos de 90 pesos) el plato. Suculentos fricasé de pollo, ají de fideo, papa a la huancaína y la insuperable sopita de maní. Exquisiteces forjadas por mujeres de pollera e infaltable bombín.
Antes de que comience la música, desde el escenario un representante de la Liga Obrera Revolucionaria les recuerda a los vecinos que no están solos: “Desde Senkata gritamos ‘Con nuestros muertos no se negocia’. Nos negamos a agachar la cabeza frente a este nuevo avance de la ultraderecha, que en menos de un mes de Áñez como gobierno transitorio, ya demostró ir en contra de los intereses de las grandes mayorías, con políticas criminales, represivas, antipopulares, extractivistas y proagroindustriales”. El discurso se corona con una histórica consigna alteña: “¡El Alto de pie, nunca de rodillas!”
Josimar Choque Flores es nacido y criado en la ciudad que custodia desde las alturas a la hoyada paceña. Tiene 24 años y se gana el pan como albañil. Fue herido en las cercanías de la planta aquel martes sangriento. “En esos días, por los bloqueos, no me podían cancelar las deudas por trabajos que había hecho. La jornada que me corresponde. Justamente esa mañana decidí ir a hacer un pago al banco. En el camino vi la represión y me puse a ayudar a los heridos. Había hartos. Ahí tuve un impacto de bala en el brazo. Tiraban los policías y militares, a diestra y siniestra.”, cuenta el joven. Tuvo un impacto de bala en el brazo derecho: “Está toda la carne reventada. Estuve internado en el Hospital Corea. Ahí conocí a muchos heridos. Todos fueron heridos con la misma metodología.”
Choque Flores cuenta que cuando escuchó a los ministros del gobierno de facto decir que los muertos y heridos eran terroristas, no podía comprenderlo, tuvo un ataque de rabia: “no sabía cómo expresarlo, cómo me van a decir terrorista, incitador o que estoy pagado. Que me investiguen. Soy gente humilde. No pertenezco a ningún partido político. Estaba ayudando a las víctimas y me dispararon. ¿Eso es ser terrorista?”
-¿Cómo recibiste la noticia del decreto de indemnización?
-Estoy muy molesto porque el decreto no tuvo en cuenta a los heridos. El doctor me dijo que voy a estar seis meses sin trabajar. Tengo familias, dos hijas. No tengo ni para comer, hermano.
-¿Cómo ves el escenario a futuro?
-Pienso que Bolivia va a volver a ser como en tiempos anteriores. Va a ser una discriminación total para los alteños. Si eres blanco te va a ir bien. Pero si eres un indígena te tienes que ir al campo.
El gran terror
Luis Saucedo es educador popular y coordinador de un espacio cultural en el barrio. Traza una detallada cronología de los días que anticiparon a la masacre. “No voy a discutir la legitimidad de las personas que salieron a protestar después de las elecciones, denunciando fraude y actos de corrupción en los que había incurrido el MAS. Eso permitió que muchos grupos se aglutinen. Con discursos legítimos pero también direccionados, hermano. Ha habido grupos que han sido pagados para desestabilizar. Y eso es un golpe, es importante decirlo. Si pudiera decirlo con mayor precisión, es un golpe de Estado blando, distinto a los que estábamos acostumbrados en los ’70. No son incursiones armadas, llevadas adelante por militares y paramilitares. No fue así en un principio, pero terminó con esa metodología.”
Cuenta que después de la renuncia de Evo Morales se desató el terror en la ciudad de El Alto: “Me hizo acordar a la Noche de los cristales rotos en Alemania. Mucho pánico en las calles, sumado a un cerco mediático. Yo he visto con mis propios ojos a grupos en camionetas que bajaban preparada con barretas para destruir la alcaldía de El Alto. Gritaban consignas a favor de la wiphala e incitaban a quemar la alcaldía. No eran tres o cuatro personas. Eran 40 personas bien organizadas. Los vecinos intentamos expulsarlos y desde las camionetas nos lanzaron gas lacrimógeno. Esto debe estar sometido a investigación y el gobierno de Áñez no ha hecho nada”.
Entonces, precisa el docente, se desató el terror en la ciudad: “En paralelo, los medios de comunicación dejaron de transmitir. Hubo un pacto de silencio y en las redes sociales empezaron a correr noticias sobre saqueos, incendios, robos. Por eso los vecinos comienzan a organizarse en la autodefensa. Surge la memoria colectiva alteña, recordando los sucesos del 2003. Creo que se instaura una lógica del terror en las redes sociales para asustar a los vecinos. Se difundían mensajes diciendo que todos los alteños son vándalos que vienen a saquear casas. También hablaban de hordas masistas que se estaban organizando para hacer actos terroristas. Yo no soy masista, hermano, pero esos son mensajes para deslegitimar al pueblo alteño. No hay más discusión, los alteños son todos masistas.”
Explica que en los bloqueos participaban jóvenes, ancianos, mujeres de pollera y hasta niños: “Con quién vas a dejar a tus guaguas –pregunta-. Así pasó una semana y justo antes de la Masacre de Sacaba en Cochabamba sacan el decreto que prácticamente legaliza la pena de muerte. El pueblo alteño se solidarizó por las muertes en Sacaba y salimos los sankatenios a la calle. Estuvimos bloqueando, pero en una tensa calma. El domingo previo a la represión hubo un convoy militar que intentó llegar a la planta, pero los vecinos nos juntamos frente a la entrada y dieron la vuelta. El lunes se mantuvo la vigilia, pero el martes ya éramos menos. Muchos tuvimos que ir a trabajar. Me entero de la avanzada de los militares y me vengo en bicicleta, pero no pude pasar porque la policía estaba impidiendo el paso. Los militares llegaron desde tres regimientos. Con tanquetas, en un operativo de ataque. Gasificaron desde helicópteros, la gente se dispersó y empezaron a tirar desde tres frentes.
-El gobierno de Áñez denunció que los manifestantes usaron dinamita para tirar los muros de la planta y eso justificaba la represión.
-Hay videos que muestran que la gente volteó el muro empujando. Hermano, nos han entrado con dos tanques, nos han metido mil efectivos, han matado diez personas, herido a 45, apresado a decenas, la gente estaba emputada, con bronca, por eso derriban el muro. Es interesante cómo los medios han manipulado los hechos, diciendo que primero la gente derribó el muro, y eso justificaba la represión. Fue al revés.
Y justicia para todos
La ronda de sikuris hace mover a los vecinos. Algunos bailan agitando multicolores wiphalas. Desde los parlantes se invita a donar sangre y a colaborar con algunos pesitos bolivianos para la colecta. La música como resistencia y la resistencia como música. Por el escenario pasa el ska-punk de altura de The Prestes y el hip hop combativo de MC Mino Walaycho.
Eulogio Vázquez Cuba pide justicia por Rudy Cristian Vázquez, su hijo. Mira de frente a este cronista, suspira profundo y lamenta una y mil veces no haber estado con Rudy el día de la masacre. No haber podido protegerlo de las balas: “Lo han masacrado los policías y los militares. Tiraban desde el cielo y la tierra. Me lo han matado, y no pude hacer nada.”
Rudy tenía sólo 23 años y era chofer de minibús. “Demasiado joven para morir así. Y la señora presidenta miente. Dijo que éramos terroristas, narcotraficantes, vandálicos, de todo nos acusan. No es la verdad. Nosotros no tenemos armas para defendernos. Si la tuviera a la presidenta aquí adelante le diría que queremos justicia.”
El cierre de la jornada es con un grito de los vecinos que sale desde El Alto y llega a todos los departamentos de Bolivia y más allá: “¡Senkata no está sola, carajo!”