La semana tuvo dos momentos importantes donde nuestro gobierno tomó decisiones y marcó posición sobre temas fundamentales en el plano regional.
Argentina se retiró finalmente del grupo de Lima: fue una decisión correcta. El grupo tenía como objetivo exclusivo hostigar al gobierno de Venezuela. Se había planteado al comienzo como una confluencia de gobiernos para colaborar en la situación de Venezuela, pero finalmente, como era previsible, terminó siendo un organismo de presión.
Mauricio Macri se había incorporado en el grupo en el 2017 de un modo muy eufórico. Cuando asumió Alberto Fernández, hubo que resolver si continuaba el gobierno argentino. Considero que fue correcto mantenerse en aquél momento. Así se planteó para ver si se podía colaborar con la instauración de un diálogo y propuestas de solución a la crisis venezolana, de convocatoria al gobierno y a la oposición. No pudo cristalizarse a pesar de todos los esfuerzos.
Del mismo modo que en ese momento valía la intención de demostrar esfuerzos de colaboración, ahora es interesante que el gobierno argentino decidiera retirarse del grupo de Lima, ante lo irreversible de las posiciones y ante la negativa constante de no plantear el bloqueo que sufre el país como la principal causa de la crisis.
Tiene que ver también con el endurecimiento de las posiciones que mostró el nuevo gobierno de EE UU para con América Latina así como la ratificación de Luis Almagro al frente de la OEA. También, naturalmente, con que la Argentina encuentra nuevos socios para poder llevar adelante su política exterior, en la preocupación por la región. La asunción en la presidencia pro tempore de México en la Celac, el regreso de la democracia y el triunfo de un partido afín como el MAS en Bolivia, la posibilidad seria de un triunfo de Andrés Arauz en Ecuador; el camino que se está transitando en Brasil donde la presencia de Lula se reivindica definitivamente como una víctima del lawfare y todos sus victimarios quedan en el rol que corresponde, como verdaderos farsantes que son.
En definitiva, ante toda esta situación presente y real, la Argentina puede empujar otros espacios de diálogo como el Grupo de Contacto. Nuestro país se muestra protagonista en América Latina.
Así, el otro acontecimiento importante se dio cuando la Argentina fue anfitriona virtual en la celebración de los 30 años del Mercosur. Por suerte, fue una reunión poco diplomática y tuvo una fuerte carga política, de definiciones.
Argentina hizo una propuesta con el estatuto de la ciudadanía, de crear un observatorio de medio ambiente, otro para la prevención de la violencia de género y uno para la democracia, tomando el ejemplo del Parlasur. Tiene que ver con una prioridad: fortalecer, institucionalizar el Mercosur, que no sea sólo económico.
El discurso duro de Lacalle Pou planteó liberar a Uruguay de los compromisos del Mercosur y acertadamente Alberto Fernández le respondió que el Mercosur es una institución de 30 años de historia y que se debe respetar lo que se resuelve en consenso. Y al que no le gusta, siempre tiene la oportunidad de transitar otro camino, de “bajarse del barco”.
Son dos definiciones fuertes en una semana. Por un lado, tomar autonomía en el tratamiento de la búsqueda de soluciones para Venezuela. Y por el otro lado, plantear, ejemplificar, dar acciones concretas de cómo debe ser nuestro Mercosur, que en definitiva es el lugar natural de funcionamiento para la Argentina y para la región.