Los recientes triunfos en las elecciones regionales del Ecuador pavimentan el regreso del correísmo, incluso del propio expresidente Rafael Correa, al poder en Ecuador. Al menos así lo afirman los principales referentes de la Revolución Ciudadana, algunos análisis y hasta el propio gobierno de Guillermo Lasso, con los gestos posteriores a unos comicios que no solo repusieron a su rival político en una carrera que muchos creían –y deseaban- terminada, sino que también le propinaron un firme rechazo a sus planes de reforma.
“Somos la primera fuerza política y eso nos pone no solo en la carrera para el 2025”, aseguró a Tiempo Virgilio Hernández, uno de los dirigentes del núcleo más cercano al expresidente. “Nuestro principal capital político es Rafael Correa, eso es indudable. Si pudiera participar te lo aseguro, habría un triunfo categórico en primera vuelta”, vaticinó, consciente de que Correa, en el exilio en Bélgica, está impedido de presentarse por una condena considerada fraudulenta y porque el referéndum de 2018 vedó esa posibilidad a expresidentes.
La confirmación del escrutinio significa un gran golpe para la derecha gobernante en Ecuador. No solo porque el correísmo ganó nueve prefecturas (gobernaciones) y más de 50 alcaldías, entre ellas las ciudades más importantes revalidándose como fuerza política y consolidando un caudal electoral puro y duro que los analistas políticos cuantifican en un tercio del padrón. También porque en estas elecciones, celebradas el domingo pasado, Lasso buscó imponer reformas de corte conservador, incluso como una forma de plebiscitar su gestión, que fueron rechazadas de plano por la mayoría de los votantes. “La hipótesis antes de las elecciones era que el voto al correísmo podría diluirse. Pero la sorpresa es que este núcleo duro, este tercio, es roca maciza, que considera que el proyecto de Correa es el que puede llevar adelante el país”, comentó Nicolás Oliva, subdirector ejecutivo en Ecuador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).
Revolución Ciudadana se quedó con las alcaldías de las dos principales ciudades: el asambleísta Pabel Muñoz ganó en Quito, truncando las aspiraciones de Pedro Freile y del exalcalde Jorge Yunda; y Aquiles Álvarez se alzó con la de Guayaquil, donde el correísmo desplazó después de 31 años a la derecha socialcristiana, que buscaba la reelección de Cynthia Viteri. Revolución Ciudadana revalidó la prefectura de Pichincha, de la mano de Paola Pabón, una de las víctimas de la persecución judicial iniciada durante la gestión de Lenin Moreno. Además triunfó en las gobernaciones de Azuay, Guayas, Imbabura, Manabí (un bastión de la fuerza), Santo Domingo de las Tsáchilas, Santa Elena, Cañar y Sucumbíos.
Otro importante sector de la oposición, el movimiento pro indígena Pachakutik, se quedó con Bolívar, Cotopaxi, Morona Santiago, Napo, Zamora Chinchipe y Tungurahua e Izquierda Democrática con Chimborazo y Loja, todo lo cual dibuja una compleja relación a futuro para el Gobierno central con las provincias a partir de que asuman las nuevas autoridades en mayo próximo.
“Volvemos a hacer revolución ciudadana logrando lo imposible. Creo que el claro triunfador, de lejos, de estas elecciones es la RC, en una reivindicación de tanta miseria y canallada tras seis años de persecución, difamación, juicios y condenas absurdas”, celebraba el propio Correa días después de las elecciones.
Para Hernández, quien afrontó la cárcel por una causa por supuesta “rebelión” junto a Pabón y otro dirigente, estas administraciones en manos del correísmo implican “una gran responsabilidad, nos toca hacer gobiernos para los ciudadanos y ciudadanas. Que la gente pueda identificar que en nosotros no solo hay un discurso, sino que hay coherencia en lo que hacemos, y que se puede aprovechar el aparato público para generar bienestar, dignidad, reactivación económica, establece políticas claras en materia de seguridad, de inclusión, de ordenamiento urbano. Y mucho de lo que pueda pasar en el futuro pasa por cómo se gestione”.
Oliva opina que el resultado electoral “es un golpe muy fuerte para la derecha y es una bocanada de aire para el proyecto progresista”.
Con una imagen negativa del 87%, todas sus alianzas desarticuladas y una gestión deficiente en casi todas las áreas, Lasso intentó un “manotazo de ahogado” convocando a un acuerdo nacional pos comicios con todos los sectores políticos. El correísmo considera que debería abandonar el gobierno. Lo dijo Correa cuando se confirmaba el No a su consulta. “Ese contundente No es un claro mensaje revocatorio a Lasso. Ya se ha intentado revocarle el mandato en septiembre. Nuestra Constitución establece mecanismos de revocatoria o de anticipación de elecciones”.
El gobierno pretendía instaurar la extradición para combatir la criminalidad, reducir la cantidad de legisladores, la incorporación de los sistemas hídricos a las áreas protegidas y compensaciones para quienes protejan el medioambiente, entre otras reformas. A pesar de reconocer la derrota, Lasso pidió al Consejo Nacional Electoral que revisara el escrutinio. La autoridad afirmó encontrar “inconsistencias” en un 20% de las actas, aunque no incidiría en el resultado. El jueves cambió a medio gabinete y a su ministro de Gobierno “para ratificar su compromiso con la voluntad del pueblo», aseguró en el acto oficial.