Mientras se lanzan acusaciones mutuas por la instauración de un “corredor humanitario” que debe permitir la evacuación de población civil de las ciudades de Mariupol y Volnovaya, representantes de Ucrania y Rusia se disponían a una nueva ronda de negociaciones por un alto el fuego, la tercera desde que Vladimir Putin ordenó la incursión militar, el 24 de febrero pasado. Desde entonces, con tropiezos y ante una resistencia que da la impresión de ser mucho mayor de la esperada, las tropas rusas avanzan lentamente para cubrir todo el territorio y fundamentalmente, se acercan para rodear a Kiev, la capital del país y el bastión del gobierno proeuropeo de Volodimir Zelenski.
La estrategia de Moscú parece estar centrada en demoler todas las instalaciones militares ucranianas y este sábado el presidente ruso aseguró que ya fue destruida la mayor parte de las infraestructuras que atienden a las tropas de Kiev. El ministro de Defensa ruso Igor Konashenkov estipuló en 2037 la cantidad de objetivos destruidos. Las autoridades computan en este rubro almacenes de armas, depósitos de municiones, sistemas de aviación y defensa antiaérea y estaciones de radar.
De acuerdo a datos filtrados de la OTAN, desde la organización atlántica brindan información de inteligencia satelital sobre la ubicación de tropas y desplazamiento de la parafernalia de Rusia, lo que permitió la destrucción, a su vez, de gran cantidad de la maquinaria bélica utilizada en el operativo. Eso explicaría en parte la resistencia ante el avance ruso.
Entre las bajas más sonantes de esta semana figuró la muerte del mayor general Andrei Sukhovetsky, de 47 años, comandante general de la Séptima División Aerotransportada rusa y subcomandante del 41° Ejército de Armas Combinadas, alcanzado por el proyectil disparado por un francotirador desde 1500 metros.
Una medida de que el cerco sobre Kiev y el resto del occidente ucraniano se estrecha, sin embargo, tal vez la muestre la desesperación del presidente Zelenski por convencer a sus aliados europeos y de Estados Unidos para que se comprometan más intensamente en el apoyo y la defensa de Ucrania. Tras un encuentro desarrollado de manera virtual este viernes, el mandatario acusó a la Otan de haber mantenido “una cumbre débil, una cumbre confusa» y les endilgó: «Todas las personas que morirán a partir de este día también morirán por tu culpa, por tu debilidad, por tu desunión».
Zelenski pedía, entre otras cosas, más armas y que declaren zona de exclusión aérea sobre su país para evitar las incursiones de la aviación rusa. Putin, desde Moscú, advirtió lo que era obvio: que eso podría implicar una guerra abierta de final impredecible pero indudablemente letal para el continente. Zelenski repitió el pedido ante senadores de EE UU. El jefe de Estado Mayor estadounidense fue el encargado de responder y descartó desde Letonia toda posibilidad de una medida semejante. «Si se declarase una zona de exclusión aérea, alguien tendría que hacer que se respetara», dijo Mark Milley. «Tendríamos que ir y combatir activamente a las fuerzas aéreas rusas –explicó luego– y eso es algo que ni el secretario general de la OTAN (Jens Stoltenberg) ni ningún otro responsable político entre los Estados miembro hayan dicho que quieran hacer».
El presidente ucraniano oscila entre pedidos desesperados de ayuda, lamento por la falta de resultados y declaraciones en las que se muestra dispuesto a negociar una salida. Dijo que aceptaría reunirse con Putin para hablar en persona sobre la forma de resolver la cuestión sin condiciones, pero desde Moscú no recogieron el guante. Se limitan a sostener que toda posibilidad de arreglo por ahora debe ser tratada en la mesa de negociaciones, mientras entienden que los planes originales de “desmilitarizar y desnazificar” al país no tienen por qué ser negociados. Pero si al principio no querían saber nada con el ex comediante, ahora estarían más dispuestos a que siga en el cargo de cumplirse el objetivo de entrar a Kiev.
En la segunda reunión entre ambas partes, se había acordado un cese el fuego puntual para evacuar a población de las ciudades sureñas Mariupol y Volnovaya, que sufren la falta de artículos esenciales, electricidad y gas por el bloqueo ruso. Sería un corredor para transportar a varios cientos de miles de personas durante un tiempo determinado. Pero hubo denuncias de ambas partes de violación al compromiso de “silencio de armas” y de que no se estaba cumpliendo.
El miembro de la delegación ucraniana para la mesa de diálogo, David Arakhamia, confirmó desde su cuenta de Facebook que el lunes se reanudarán las conversaciones, sin especificar el lugar del encuentro. Rusia pretendía que se desarrollaran en Minsk, la capital de Bielorrusia, donde en 2014 y 2015 se firmaron los Acuerdos que, con anuencia de Alemania, Francia y Gran Bretaña, deberían haber puesto fin a la crisis en el Donbass, pero que nunca fueron cumplidos por Kiev.
Zelenski, precisamente por el contenido simbólico que hubiesen tenido esas entrevistas en ese preciso lugar, quiso se fueran en otro lado. La primera fue en Gómel, la segunda en Belovezhskaya Pushcha, en la región bielorrusa de Brest, cerca de la frontera con Polonia.
Putin, mientras tanto, sigue con una febril actividad diplomática y mantuvo un encuentro de más de dos horas con el primer ministro israelí, Naftali Bennett, para hablar de la situación regional en relación con la guerra en Ucrania y el impacto que tiene sobre ese escenario también lábil. Durante la semana, Putin también habló con el presidente francés, Emmanuel Macron, quien intenta por todos los medios convertirse en una suerte de mediador para acercar cabezas y bajar tensiones, hasta ahora con poco éxito.
En el delicado tablero europeo, la invasión rusa removió viejos temores y desempolvó antiguas disputas. Hubo manifestaciones en Hamburgo en contra de la guerra, mientras que en Munich se organizó una cadena humana entre los consulados de Ucrania y de Rusia. En Düsseldorf se juntaron varios miles en una marcha bajo el lema «Juntos contra la agresión rusa». En Serbia, en tanto, se desarrolló una manifestación a favor de Rusia. “Crimea es Rusia, Kosovo es Serbia”, se escuchaba en alguno de los cánticos.
Bitácora
Kiev acusó a Rusia de «terrorismo nuclear» y despertó alarmas tras un ataque en instalaciones de la central nuclear de Zaporiyia.
Tras una conversación telefónica con Vladimir Putin, el presidente francés Emmanuel Macron consideró que «lo peor está por venir», por la determinación de su par ruso para «tomar el control» de todo el país.
Más de 1,37 millones de personas huyeron de Ucrania desde el 24 de febrero, según la ONU. La mayoría cruzó a Polonia, pero también a Hungría, Moldavia, Eslovaquia y Rumania.
EEUU y Rusia establecieron una línea directa entre ambas cúpulas militares para prevenir errores de cálculo en Ucrania, dijo un alto cargo de Defensa estadounidense al The Wall Street Journal.
La guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia tienen un impacto significativo en la economía mundial y los mercados financieros, evaluó el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El magnate Elon Musk dijo que el servicio de banda ancha satelital Starlink, que brinda su compañía Space X, no bloqueará a los medios de comunicación rusos «a menos que sea a punta de pistola».
Alemania cerró un acuerdo para construir una terminal para importar gas licuado (GNL) en la desembocadura del río Elba, la primera del país, con el objetivo de disminuir su dependencia del gas ruso, dijo el Ministerio de Economía.