A 75 años del ataque japonés a la base de Pearl Harbor, ocurrido el 7 de diciembre de 1941, persiste la polémica sobre un hecho que resultó decisivo para que los estadounidenses apoyaran el ingreso de su país en la Segunda Guerra Mundial.
Muchos historiadores se preguntan aún por qué no estaban anclados en ese puerto del Océano Pacífico los portaaviones Enterprise y Lexington, entre otras controversias que no tienen una respuesta concreta sobre este suceso sangriento.
El domingo 7 de diciembre de 1941, a las 7:50, la marina imperial japonesa lanzó la primera oleada de bombardeos que atacaron Pearl Harbor en las islas de Hawai, donde estaban amarrados los principales buques estadounidenses y sus escuadras de aviones.
La segunda oleada de aviones llegó pasadas las nueve de la mañana enviada por el capitán de corbeta Takashige Egusa, con el fin de alcanzar la Flota del Pacífico que se había trasladado en 1940 desde California hacia Hawai, hecho que fue considerado como una amenaza para los intereses de Japón, aliado a la Alemania nazi y de la Italia de Benito Mussolini.
El jefe del ataque japonés era el legendario almirante Isoroku Yamamoto, quien al principio se había mostrado reacio a iniciar una guerra con Estados Unidos y su poderoso poder industrial de aquella época.
Japón hundió la mayoría de los barcos norteamericanos, entre ellos el Arizona, que transportaba a un total de 1.177 marineros, y el Oklahoma, que nunca más volvió al servicio activo.
También los norteamericanos perdieron 171 aviones (97 de la armada y 74 del ejército). Según informes oficiales citados por la prensa, murieron 2.390 personas y 1178 resultaron heridas, mientras que Japón tuvo 64 muertos y un número desconocido de heridos. Además perdió 29 aviones y 4 minisubmarinos.
La base de Pearl Harbor estaba a cargo del almirante Husband «Hubby» Kimmel, quien junto al teniente general Walter C. Short fueron responsabilizados luego del ataque por la falta de coordinación y cooperación en la defensa de Hawai.
Estados Unidos consideró el bombardeo japonés como un crimen de guerra, ya que no había una declaración explícita de Tokio de que atacaría en forma inminente.
Por lo tanto, un día después del bombardeo de Pearl Harbour, el Congreso norteamericano le declaró la guerra a Japón.
El 17 de diciembre de 1941, el almirante Kimmel fue relevado de su cargo como parte de las protestas de los oficiales. Según el sitio online del canal History, Kimmel fue considerado responsable «hasta cierto punto» por el ataque enemigo contra el principal puerto estadounidense del Pacífico. Tras declararse inocente, el marino evitó una corte marcial al solicitar la jubilación anticipada.
En su autobiografía, publicada en 1955, Kimmel dijo que creía que el presidente Franklin Delano Roosevelt «sabía que Pearl Harbor iba a ser bombardeada», aunque nunca aportó ninguna prueba concreta sobre el tema.
Fue Roosevelt quien dijo que el ataque a Pearl Harbor «pervivirá en los anales de la infamia».
En la década del 90 las familias de Kimmel y Short pidieron la revisión de sus sentencias, y el Senado norteamericano restableció su inocencia en mayo de 1999.
Pero el entonces presidente demócrata Bill Clinton no quiso aplicar esta resolución.
Antes de este ataque, la gran mayoría de los estadounidenses se manifestaban contrarios al ingreso de su país a la Segunda Guerra Mundial. Pero luego de Pearl Harbor, Roosevelt encontró la oportunidad que buscaba para ayudar a sus aliados, en especial al Reino Unido.
En diciembre de 1940, Roosevelt firmó la ley de Préstamo y Arriendo, mediante la cual Washington debía aportar material bélico a los británicos sin esperar un pago inmediato.
Cuatro días después del ataque japonés a ese puerto estadounidense del Pacífico, el dictador alemán Adolf Hitler declaró la guerra a Estados Unidos.
En realidad, Hitler blanqueó una situación que ya existía desde antes del ataque japonés, pues los busques estadounidense protegían a los barcos británicos que cruzaban el Océano Atlántico.
«De no haber ocurrido el episodio de Pearl Harbor y la declaración de guerra de Hitler, es casi seguro que Estados Unidos habría permanecido al margen de la Segunda Guerra Mundial», dice el historiador británico Eric J. Hobsbawn en su libro «Historia del Siglo XX».
Para este pensador clave de la historia contemporánea, la democracia liberal («que por definición no existía en el bando fascista o autoritario») impidió que Roosevelt adoptara medidas consideradas antipopulares como una declaración de guerra contra potencias que se consideraban enemigas.
A pesar de que eran contrarios a la guerra luego de sufrir una devastadora contienda civil (1861-1865) que causó alrededor de 700.000 muertos, Pearl Harbor convenció a los estadounidenses de que su país debía entrar en la Segunda Guerra Mundial.
La historia recuerda también aquella frase de Yamamoto, quien afirmó que el ataque a Pearl Harbor «despertó a un gigante dormido», dado que unió al pueblo estadounidense que se estaba recuperando de la Gran Depresión de 1929.