Sergei Lavrov, el experimentado ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, no se anduvo con vueltas durante una visita a Ankara. «Las negociaciones de paz en Ucrania solo serán posibles si se establece un nuevo orden mundial», dijo ante una consulta periodística, para escándalo de los medios occidentales. Lavrov fue a la capital turca para tratar la prolongación del acuerdo por el cual permite las exportaciones de granos a través del Mar Negro. En ese rubro, tampoco el canciller ruso se mordió la lengua: «Si no hay ningún avance en el levantamiento de los obstáculos a las exportaciones de fertilizantes y cereales rusos, entonces nos preguntaremos si ese acuerdo es necesario», advirtió.

El argumento ruso es que si bien se liberó, por mediación del gobierno de Turquía, el tránsito de cereales ucranianos hace casi un año y en medio de la escasez y el incremento de los precios internacionales, el compromiso era permitir también la comercialización de alimentos y fertilizantes rusos. Pero eso no está ocurriendo, y de hecho Moscú denuncia que los bancos presentan obstáculos a la hora de acreditar los pagos, lo que la obliga a tomar medidas en consecuencia.

Las palabras de Lavrov parecieron una respuesta a las presiones de Francia y la UE en Beijing para que Xi Jinping a su vez busque sentar a Vladimir Putin a una mesa de negociaciones. En todo caso, podrían ser interpretadas como una respuesta a dos bandas: por un lado a los países occidentales que buscan interceder ante China para poner una cuña entre Beijing y Moscú. Por el otro, para recordarle a Xi que el tema de Ucrania es irrenunciable para Putin.

Mientras en Ucrania la Guerra parece estancada en el nudo de Bajmut, un enclave de comunicaciones viales y ferroviaras por el que las tropas de ambos países están luchando cuerpo a cuerpo desde hace semanas, en Moscú se celebró el funeral del bloguero conocido como Vladen Tatarsky, nacido Maxim Fomin, quien falleció en un atentado en un bar de San Petersburgo. Se trata del segundo golpe de esas características que el Kremlin atribuye a agentes de Ucrania. En agosto del año pasado había muerto Daria Duguina, hija del filósofo e ideólogo Alexandr Duguin, en la explosión de una bomba que le colocaron en el auto que iba a usar su padre. En una guerra como la que se desarrolla en Ucrania, esta es una práctica que se torna habitual. Hace diez días Rusia no logró que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una moción para investigar el sabotaje a los gasoductos Nord Stream, que fuentes inclusive occidentales atribuyen a agentes de EE UU y Noruega. Por otro lado, el corresponsal del Wall Street Journal en Rusia, Evan Gershkovich, detenido hace unos días en Ekaterinburgo, fue acusado formalmente de espionaje por el Servicio Federal de Seguridad (FSB). El hombre, de 31 años, había sido corresponsal de la agencia AFP y colaboró en el The Moscow Times, un portal de noticias en inglés. Lavrov aseguró que los agentes corroboraron que había intentado recibir información secreta que comprometía la seguridad rusa, algo que tanto el diario financiero como el gobierno de Joe Biden niegan.