Rubén Buira fue embajador argentino en Argelia, director General de Asuntos Consulares y director de Migraciones Internacionales de la Dirección General de Asuntos Consulares. Cumplió funciones en las Embajadas en Bolivia, Senegal, Brasil, Honduras y Argelia y Cónsul General en Vigo y en Tenerife, España. A cargo del Escritorio Chile en la Dirección de América del Sur. Cree que la democracia argentina tiene una deuda pendiente en el ámbito de la diplomacia. Como potenciar la transparencia en los concursos para que, como sucede en otros ámbitos, no solo lleguen por amistad o lazos familiares. En tal sentido, señala que un embajador es representante directo del presidente, que fue elegido por el pueblo. Si existen desavenencias ideológicas, dice, lo ético seria correrse de ese cargo, porque un diplomático no ostenta un cargo electivo.
-Hay quienes ven a la carrera diplomática como una casta. ¿Considera que habría que democratizar a este sector, como se dice que corresponde hacer con el poder judicial?
-Hoy día el Servicio Exterior se nutre de recursos humanos provenientes de diferentes carreras universitarias y de distintos sectores socio-económicos de todas las provincias argentinas, casi en paridad de género. Pero el proceso democrático nacido en 1983 y la República nos deben una mejor educación pública bilingüe que llegue a toda la ciudadanía, sin diferencia alguna, para dar las mismas oportunidades y ser una sociedad más igualitaria y competitiva que pueda desarticular la primacía de los sectores más acomodados de la sociedad y los nexos familiares. Un elemento fundamental es potenciar la transparencia en los concursos de admisión que permitan una participación de sectores académicos, políticos, sociales, culturales, bajo una mirada imparcial, donde los candidatos a la carrera diplomática posean, además de una sólida formación, una verdadera vocación de servicio. Es importante destacar la ética en el cumplimiento del servicio. Un embajador asignado en un país extranjero es representante directo del Poder Ejecutivo Nacional, que nace de elecciones democráticas, por lo que no se puede aceptar actitudes deshonestas ni críticas públicas y aviesas a quien confiere el mandato. Tal el caso de algunos funcionarios con respecto a la ex presidenta de la Nación. El funcionario diplomático de carrera no accede a sus puestos por el voto popular. Podrían existir desavenencias ideológicas, en estas situaciones, sería lo más ético que el funcionario se apartara de los puestos más comprometidos políticamente para cumplir funciones menos contradictorias entre sus pensamientos y las directivas del gobierno nacional legitimado por el voto popular.
Tampoco es ético los revanchismos contra aquellos que cumplieron tareas asignadas por una administración dada y que luego sean desacreditados por haber asumido dichas responsabilidades. Esas actitudes atentan contra el servicio exterior profesional y dan muestras de serias debilidades en la formación democrática de aquellos que osan ejercer algún tipo de represalias. También debería existir un llamado de atención de las nuevas autoridades, que no suelen analizar ni cuestionar estas nefastas conductas que crean un cierto desasosiego en parte de los funcionarios, cuando no, una actitud acomodaticia.
-¿Existen pautas históricas de la política exterior argentina?
-Algunos de sus basamentos han sido y siguen siendo la igualdad jurídica de los estados, la resolución pacífica de las controversias, la no injerencia en los asuntos internos de otros estados, la irrenunciabilidad a la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y espacios marítimos circundantes, profundizar la diplomacia bilateral, regional y multilateral; la cooperación sur-sur; la preservación soberana del Sector Antártico Argentino y Cooperación internacional; la ampliación y diversificación de las exportaciones y las inversiones en el país; la protección y asistencia de los connacionales en el exterior; entre otros ejes centrales. Algunos de estos principios fueron desechados durante las dictaduras civico-militares como el caso del Plan Condor, la participación en el golpe de estado de García Meza en Bolivia, la injerencia en algunos países de América Central durante los conflictos de los años 70/80.
-¿Cuál debe ser el espacio natural para las relaciones argentinas?
-Argentina pertenece cultural y geográficamente a un espacio territorial al que debemos integrarnos férreamente para un mejor vivir junto a nuestros vecinos, que nos permitirán potenciarnos mutuamente en un contexto geopolítico internacional muy delicado. La integración regional es parte del éxito social y económico de nuestros países. Es imprescindible un cambio cultural para afianzar nuestro futuro. Es indudable que la región con sus recursos naturales es un territorio en disputa. La Argentina se debe a sí misma un proceso de integración de país. Nuestra democracia tiene una deuda pendiente con el federalismo y con las políticas regionales, el arraigo de las poblaciones al lugar de nacimiento y la distribución de la población que mal vive en las grandes ciudades y conurbanos del país. También es fundamental mantener nuestras buenas relaciones con el Norte y los países centrales que suelen abastecer los bienes de capital tan importantes para la sustitución de las importaciones. Pero el proceso de alineación debe tener un límite.
– ¿Tiene futuro el Grupo de Lima?
-El Grupo de Lima nace en un contexto de cambio de gobiernos progresistas en América del Sur y con la asunción del presidente Donald Trump con miras a intervenir en los asuntos venezolanos. Lamentablemente, hemos participado en dicho grupo alejándonos de las premisas fundamentales de nuestro ideario en materia de relaciones internacionales: «la de no injerencia en asuntos internos». El presidente Raúl Alfonsín, con un alto perfil moral, así lo hizo en la reunión del Grupo de Apoyo de Contadora tras la injerencia directa que ejerciera Argentina en la problemática centroamericana durante la dictadura.
-¿Y cuál sería el futuro de la OEA?
-La OEA no supo acompañar al proceso electoral boliviano y con su actitud, aceleró el desorden, la confusión y la caída de Evo Morales y luego no sirvió para evitar la violencia y las masacres de Sacaba y de Senkata y tampoco concretó un seguimiento cercano del proceso del golpe y su evolución en cuanto, principalmente, al respeto irrestricto de los derechos humanos en Bolivia. Creo que, como Organismo Internacional, ha llevado adelante tareas importantes, pero en los momentos claves de las crisis profundas de América Latina, lo que cundió en el continente fueron golpes de estado, gobiernos de facto, afectación de derechos humanos y ausencia de democracia. Tal vez, para desburocratizar en algo a dicho organismo, la OEA debería ser mudada su sede a algún lugar diferente, para que tome contacto directo con las realidades de la América profunda que necesita del apoyo, la ayuda y la cooperación para una verdadera democratización en lo político, lo económico y lo social.
-La UNASUR, CELAC, y el Mercosur fueron importantes para afianzar los derechos soberanos sobre Malvinas.
-Argentina lleva adelante una estrategia muy sólida en la materia y es indudable que durante la administración Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la UNASUR, la CELAC y el MERCOSUR cumplieron un papel importantísimo en la consolidación de las estrategias implementadas en la reivindicación de los derechos soberanos sobre las Malvinas. La profundización de la integración regional conlleva a aunar esfuerzos que fueron muy útiles y que son imprescindibles para el reforzamiento de las instituciones democráticas y la consolidación de la soberanía política.
-Se cumplieron 15 años del No al ALCA, ¿qué significó aquel acontecimiento?
-Ese NO fue el punto inicial de un proceso integrador al afianzarse el Mercosur no ya tan solo como un órgano de integración económica y comercial, sino también en lo social, lo cultural, lo migratorio y lo político. También la CELAC conllevó un esfuerzo de coordinación en políticas de acercamiento e integración. Una de las ideas más innovadoras y elocuentes por sus propósitos: la UNASUR se constituyó como una comunidad política y económica entre doce países suramericanos que dio respuestas efectivas a temas muy graves como el conflicto de la Media Luna del oriente boliviano; el conflicto en las frontera colombo-venezolana y en el conflicto entre Ecuador y Colombia por la incursión realizada por fuerzas colombianas en territorio ecuatoriano.
-La vicepresidenta señaló en una de sus cartas que “hay funcionarios que no funcionan”. ¿Ese podría ser el caso de la diplomacia?
-La pandemia ha ralentizado muchísimas acciones que estaban anunciadas en la campaña y en los proyectos del presidente. Organizar la negociación de la deuda era una tarea imprescindible para avanzar en otros temas nacionales de importancia. En Relaciones Exteriores, la asistencia a los miles de connacionales varados en el exterior insumió muchísima energía y recursos, con las contrapartes internacionales aferradas a sus problemáticas propias de la pandemia y del desborde sanitario. En este contexto es cierto que se pudo observar una relativa inercia. La no realización de cambios de algunos funcionarios en puestos claves y la no consideración de ciertos funcionarios activos y otros retirados del servicio exterior imprescindibles para la nueva administración por el conocimiento, la experiencia, la audacia y la lealtad en el marco de tamaña crisis y la necesidad del aporte de funcionarios que pongan el cuerpo en un trabajo de exigencias y cargas horarias extenuantes, confluye de alguna manera en la necesidad de que las actuales autoridades amplíen la captación de los recursos humanos leales a la actual política exterior.