Hubo celebración en las calles hasta que las velas no ardieron, como quien dice. Con gritos de independencia, botellas de cava corriendo a granel y con aires de fiesta como los que solía cantar Joan Manuel Serrat. Pero nadie se engaña: la declaración de independencia y la creación de la república de Catalunya no es el fin de la historia. Más bien, ahora hay una cuenta regresiva para otro escenario que nadie aventura imaginar cuál puede ser. Por lo pronto, desde Madrid y en virtud del artículo 155 de la Constitución española, fue nombrada para hacerse cargo de los asuntos catalanes la vicepresidenta del gobierno central, Soraya Sáenz de Santamaría, la «delfina» de Mariano Rajoy dentro del Partido Popular y para el futuro de la derecha más rancia de España.
En Barcelona, mientras tanto, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, emitió un mensaje en la televisión pública catalana, el canal regional TV3, donde anunció que no acepta su destitución, según lo plantea el texto aprobado por el Senado español a pedido de Rajoy este viernes. «En una sociedad democrática son los Parlamentos los que eligen o cesan a los presidentes», puntualizó en una breve alocución en la que aprovechó para recomendar calma en estos dramáticos momentos. «La mejor manera para defender las conquistas alcanzadas hasta hoy es la oposición democrática a la aplicación del artículo 155, que es la consumación de una agresión premeditada a la voluntad de los catalanes que de manera muy mayoritaria y a lo largo de muchos años nos hemos sentido nación de Europa», recalcó.
Sin embargo, en la Unión Europea hubo unanimidad en rechazar la declaración de independencia y todos los gobiernos y las instituciones del continente se encolumnaron para reconocer como único interlocutor al Estado español. El dato complica la instauración concreta de la república en los términos planteados por el Parlament. Por un lado, porque se supone que Cataluña recibiría algún tipo de bloqueo comercial de facto en la medida en que ya hay más de 1500 empresas que anunciaron que dejan la región. Pero por otro, resulta difícil imaginar que se pueda establecer un Banco Central catalán y seguir usando el euro como moneda sin autorización de Bruselas.
En el resto del mundo tampoco hubo apoyo a la República de Catalunya. Desde Donald Trump hasta los gobiernos latinoamericanos y la Cancillería argentina, con sus diferencias de grado y estilo, expresaron su rechazo al independentismo. El respaldo que Nicolás Maduro dio a sectores secesionistas en los últimos meses se relaciona bastante con el que Rajoy dio a la oposición venezolana. Si a Rajoy le venía bien acusar a Maduro de reprimir las protestas callejeras, al venezolano le vino de perillas mostrar la diferencia: en Venezuela fueron a las urnas, en Cataluña castigaron a los que iban. Rajoy en este caso tragó de su propio veneno.
Hay un tibio reconocimiento que vino de Rusia, también incitado por las posiciones políticas de las autoridades españolas, que en tiempo pasado fueron claves junto con los gobiernos estadounidenses y europeos para azuzar el separatismo de las ex repúblicas soviéticas y por la controvertida independencia de Kosovo.
Si bien el presidente Vladimir Putin no se expidió sobre el tema, el ministro de Asuntos Exteriores de Osetia del Sur, Dimitri Medoev, de origen ruso, abrió esta semana «oficina de intereses» en Barcelona para promover «las relaciones bilaterales humanitarias y problemas culturales». Rusia es uno de los poquísimos países que reconoce la independencia de ese territorio georgiano.
En el plano interno, como prevé el artículo 155, Madrid intervino los estamentos legislativos y ejecutivos de Cataluña. Ya había tomado control de las cuentas públicas y ahora lo hizo también con la policía local. Pero no hizo algo con lo que había amenazado: tomar posesión del canal público de tevé. Por el momento esa apuesta iba a generar más pesares que beneficios, habida cuenta de que los trabajadores del canal habían dicho que no aceptarían comisarios políticos y aplicarían la cláusula de conciencia que reconoce la Unión Europea. La experiencia de lo que el PP hizo con la TVE le juega en contra al gobierno de Rajoy.
El mayor Josep Lluis Trapero, jefe de los Mossos dEsquadra, en tanto, fue destituido por el ministro del Interior Juan Ignacio Zoido, quien atribuyó la expulsión a la causa judicial que le abrieron por no haber reprimido la celebración del referéndum del 1 de octubre. Zoido designó en su lugar al segundo en el escalafón, Ferrán López. Tanto Trapero como la asociación gremial de los policías respondieron con cautela y salvo los casos de agentes decididamente independentistas que no acepten órdenes de sus superiores, no se espera demasiada resistencia, al menos en la primera etapa y según cuáles sean las órdenes. Donde sí podrá haber repulsa será entre los bomberos, que habían protagonizado actos y un memorable video en favor de la secesión.
Sáenz de Santamaría es un impetuoso cuadro ultraconservador nacida en Valladolid hace 46 años que ya dio muestras de su rusticidad al ponerse al frente del PP en 2011, apenas diez días después de haber sido madre. Como una suerte de Margaret Thatcher, se mete en la pelea a nombre de su partido y de su gobierno, y dice que lo hace porque una persona de 1,50 metro y además mujer, debe demostrar que no es vulnerable. Tal vez por eso quería solucionar el «problema catalán» enviando tanques del ejército. Es responsable también de haber puesto en marcha la maquinaria represiva del 1-O.
El objetivo de la lideresa del PP es encauzar este proceso intrincado hasta las elecciones anunciadas por Rajoy para el 21 de diciembre. El lunes será un día clave, por un lado porque se pone en marcha los mecanismos para suplantar al gobierno regional y Santamaría podría ir a Barcelona. Pero además porque ese día está convocado el Parlament, teóricamente desarticulado por el artículo 155. Ese día se verá quiénes acuden a la cita y se mantienen firmes con Puigdemont y quiénes con su ausencia convalidan a Madrid. «
El día que surgió la grieta regional
No se puede decir que la «grieta» entre independentistas y españolistas es nueva en torno a Cataluña, pero si que en las últimas semanas, y especialmente desde la brutal represión del referéndum del 1 de octubre, enfrenta a propios y ajenos en discusiones desencajadas.
El alcalde de la localidad sevillana de Marinaleda, José Manuel Sánchez Gordillo, un inusual personaje para la política de estos días que se autocalifica de «comunista o comunitarista, como lo fueron Cristo, Gandhi, Marx, Lenin y el Che Guevara», celebró que a 100 años de la Revolución Rusa ha nacido «la revolución catalana y su nueva república». Y agrega que «se ha puesto en debate el modelo de la transición, la constitución impuesta y la herencia del franquismo. Seguramente otros pueblos seguirán este camino, especialmente Euskadi, que han demostrado de forma permanente sus deseos de independencia».
Por la misma senda transita el coordinador general de EH Bildu, el partido independentista vasco, Arnaldo Otegi. «Cataluña ha demostrado que construir un Estado en la Europa del siglo XXI es posible», declaró el líder de la izquierda vasca, a lo que añadió que «si se ha hecho en Cataluña, también se puede hacer aquí, si hay voluntad política».
Sin embargo, no todos unen el gesto de declaración de una república independiente con el logro de una utopía social. Es así que las redes se convirtieron en campo de batalla para esos debates. Unos poniendo el mote de fascistas a los «unionistas» o de simpatizar con el Partido Popular.
Hubo otros que en cambio recordaron que a lo largo de la guerra civil española no pocos revolucionarios cayeron por defender la república española y que no apoyaban la secesión de un territorio del país ibérico. Así, mencionaban poemas del valenciano Miguel Hernández, del vasco Blas de Otero, del andaluz Rafael Alberti o el sevillano Luis Cernuda hablando de una sola España. Luego de jugarse la vida y la libertad contra el mismísimo Francisco Franco.
Es que la declaración de independencia fue una medida tomada por un sector importante y cada vez más determinante de la sociedad, que no alcanzaba la suficiente mayoría hasta no hace tanto.
Es así que posiciones intermedias, como las de Podemos y sus aliados, que gobiernan los ayuntamientos de Madrid y Barcelona precisamente, quedan en este entuerto bastante descolocados.
Lo supo Pablo Iglesias cuando a poco este viernes histórico señaló que «la declaración de independencia es ilegítima», pero insistió en que no apoyan la represión y que seguirán insistiendo en la creación de un Estado plurinacional. «Ni DUI (Declaración Unilateral de Independencia) ni 155 (por el artículo votado para barrer con la autonomía catalana)». «