El primero es en los setenta, cuando Estados Unidos abandonó el patrón oro. Adiós a Bretton Woods, esa serie de acuerdos que regularon las finanzas internacionales durante varias décadas. El segundo es en los ochenta, cuando la construcción del Estado de bienestar desapareció ante la privatización de los bienes públicos. El tercero es en los noventa, cuando la Carta de las Naciones Unidas cayó en desuso, frente a las guerras por “la civilización” que libró Occidente. Es que el “bloque socialista” cayó, y con eso cualquier contrapoder mundial.
Es la edad de oro del G7, o Grupo de los Siete, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. De una instancia económica pronto pasó a funcionar como centro de poder.
Con el control del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), el G7 pudo establecer las normas mundiales de comportamiento económico, como el Consenso de Washington; político, con la identificación de democracia y libre mercado; militar, con las intervenciones de la Otan, ahora brazo armado.
Pero Maurice Godelier nos recuerda que en una relación de dominación, “más importante que la violencia que ejerce el dominador, es el consentimiento del dominado”. Cuando la violencia no es consentida, aparecen hechos como la articulación entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Eso que fue llamado “tercer mundo”, “no alineados”, “emergentes”, “sur global” según las polémicas del momento, hoy tiene una estructura operativa. BRICS.
Abogan por una nueva distribución de los votos en el Fondo Monetario Internacional, lo que no solo reflejará la posición de cada economía, según los propios estatutos del FMI, sino que los Estados Unidos perderán la posición dominante.
También proponen una red submarina de fibra óptica que comunique a todos los BRICS sin pasar por las actuales redes controladas por Occidente. Han creado un Nuevo Banco de Desarrollo, con un capital inicial de 100 mil millones de dólares, para financiar proyectos de inversión de energía renovable, transporte, irrigación y servicios básicos.
Por igual suma crean un fondo común de reservas internacionales para los cinco países, así como un sistema de pagos internacional independiente del SWIFT (el de Occidente). Un banco, un fondo de reservas, un mecanismo de pago… eso es construcción de poder.
China anunció que habrá de constituirse una organización de BRICS+, donde otros países como Nigeria por África, Indonesia por Asia, Kazajstán por Eurasia serán invitados a ser parte. ¿Podrá ser la Argentina admitida por nuestro continente?
Por cierto, carece del atractivo del Alca, tan lindo para el shopping; no tiene el glamour del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que es lo mismo que el Alca pero con un poco de amor francés; tampoco puede ser la OCDE, cuyas condiciones nos condenan a la fotosíntesis como mayor proyecto industrial.
Tenemos la oportunidad de una inserción internacional que, lejos de menoscabarnos en algún tribunal de Manhattan o del CIADI, nos permita generar autonomía en otro contexto, más acorde con nuestras necesidades e intereses. Integrar BRICS es la oportunidad de ser.
¿Seremos?