La República Árabe Siria es una de las puertas de entrada a Oriente y está ubicada en los márgenes orientales del Mar Mediterráneo. Limita con Irak, Irán, Turquía, Jordania, Palestina Ocupada (Israel) y Líbano.
De los países limítrofes, Irak e Irán se destacan por sus inmensas reservas de gas y petróleo, al margen de las propias reservas sirias, razones por demás inquietantes por las cuales la región se torna apetecible para la voracidad de las potencias hegemónicas.
Pero esas no son las únicas razones.
Siria es un territorio ideal para el paso de gasoductos y oleoductos con destino a Occidente, sea la cercana Europa o bien por vía marítima hacia las Américas.
Hace unos años, Siria tenía un plan, llamado «de los cuatro mares», que la convertiría en un nodo de transporte de estos hidrocarburos, abarcando el Golfo Pérsico, el Mar Negro, el Mediterráneo y el Caspio. Eso la convertiría en un país clave y prometedor para la región.
Pero otros países tenían planes similares para el transporte de gas y petróleo.
Estados Unidos, Catar y Turquía otro distribuidor de hidrocarburos es el consorcio que puso en la mira a Siria.
A estos países hay que agregar Arabia Saudita, enemigo natural de Siria desde siempre, e Israel, que ocupa las alturas del Golán, arrebatada a Siria en 1967.
Luego de elegir la presa, el resto fue fácil de diseñar. Un falso levantamiento popular, siguiendo el envión que había provocado la mal llamada «primavera árabe», y promoviendo el sectarismo.
Se reclutaron mercenarios, se los pertrechó y se los financió de manera descarada, son los que hoy conocemos como Estado Islámico, Frente al Nusra y Ejército Libre Sirio.
Con ayuda de la prensa hegemónica, se tergiversó la realidad de una Siria laica, que hasta la invasión no tenía deuda externa, ni bancos extranjeros occidentales, con salud y educación públicas de excelencia y una industria pujante. Se la trastocó en un demonio brutal, con un «dictador» cruel e impiadoso.
Siria lleva seis años de invasión y no sólo no ha sido derrotada, sino que está ganando la guerra, recuperando a cada día y a cada hora territorios que estuvieron bajo dominio de la mano de obra externa de las potencias beligerantes.
Con la ayuda de Irán, Rusia y la Resistencia Libanesa de Hezbollah, Siria tiene éxito en conservar su país y su gobierno, al mismo tiempo que marca la derrota del consorcio desestabilizador.
El ataque directo con misiles por parte de los Estados Unidos a la base aérea de Shaytar en Homs es la evidencia concreta de la derrota y su consecuente retiro «decoroso» del escenario de batalla.
La excusa para este ataque, aduciendo que el gobierno sirio arrojó armas químicas en Idleb, duró poco. Siria entregó a expensas de Rusia, todo su arsenal de armas químicas en 2014.
De insistir con la perfidia, ahora tendrán que quitarse las máscaras.
Galeb Moussa es analista político internacional, especializado en Medio Oriente