La única consigna que une a la heterogénea oposición venezolana es «Que se vaya Maduro». En eso se ponen de acuerdo los socialdemócratas de Adeco, los derechistas de Primero Justicia, la izquierdista Vanguardia Popular, los autotitulados progresistas de Un Nuevo Tiempo, integrantes de la Internacional Socialista y Voluntad Popular, que son los que convocan a las protestas más violentas.
Las ultimas llamadas al diálogo fueron rechazadas con el argumento de que para dialogar tiene que renunciar primero Maduro, extraña manera de intentar recomponer la democracia en un país, poniendo como condición que el primer mandatario elegido democráticamenteno cumpla con su derecho y deber de terminar su mandato Y cuando se habla de elecciones a gobernador dicen «Ahora no queremos elecciones, queremos libertad». Denostan al Papa Francisco por llamar al diálogo, dicen que los expresidentes Leonel Fernández, Omar Torrijos y Rodríguez Zapatero no deben involucrarse en Venezuela.
En el caso del Parlasur, su mesa directiva aprobó por unanimidad la creación de un Grupo de Alto Nivel para propiciar el diálogo. Obviamente esa unanimidad contenía a la representación de la oposición venezolana, que tiene mayoría en la representación de ese país, contando con 18 de sus 23 miembros. Sorprendentemente, para nosotros, la presidencia de la Asamblea Nacional se negó a recibirnos.
Para salir de este estancamiento, para que la violencia no escale hasta hacerse incontrolable, para que no se llegue a una guerra civil, Maduro, en uso de sus facultades otorgadas por los artículos 347, 348 y 349 de la Carta Magna convoca a una Constituyente, que tendrá como objetivos garantizar la paz, perfeccionar el modelo productivo y no depender exclusivamente de la renta petrolera, institucionalizar los derechos adquiridos, protegerse de ataques externos, impulsar una democracia participativa e incorporar derechos para la juventud.
Nuevamente la Mesa de Unidad Democrática rechaza el diálogo y la convocatoria a la Constituyente, convocando muchos de sus dirigentes a la desobediencia civil, incluso a la sublevación, como lo ha hecho el presidente de la AN Julio Borges.
Sin embargo, algunos partidos de la oposición sí concurren al diálogo, desoyendo los planteos de la derecha más salvaje. Y es previsible que se vayan sumando dirigentes sociales y gremiales. El Movimiento al Socialismo que dirige Teodoro Petcoff, el gobernador de Lara, Henri Falcón, y el exgobernador de Zulia, Manuel Rosales, pueden participar en el intercambio de cómo se llega a la Constituyente.
La derecha no quiere elecciones porque sabe que las puede perder, porque no es lo mismo ponerse de acuerdo en el No a Maduro o ganar elecciones legislativas que elegir candidatos para las gobernaciones, donde solo tiene tres mandatarios sobre 23 estados. Que es muy difícil designar un único candidato a presidente, ya que las ambiciones de Corina Machado, Julio Borges, Lilian Tintori, Henrique Capriles y Lorenzo Mendoza, parecen irreconciliables. Además, está convencida de que con el chavismo en la oposición será muy difícil aplicar las políticas neoliberales que pregona. Quieren destituir a Maduro por la fuerza, incluso con participación militar externa, e imponer un presidente de facto.
La derecha no quiere votar, a pesar de toda su retórica y la espectacular tergiversación mediática, y llama a la insurrección. El gobierno convoca a una Constituyente donde todos los reconocidos como objeto de derecho en la actual Constitución elegirán, de manera directa, sus representantes para elaborar una nueva Carta Magna. Del resultado de esa puja de dos posiciones tan diferentes depende el futuro de Venezuela. O una escalada de violencia que puede terminar en una guerra civil o el nacimiento de una nueva Constitución que abra una etapa superadora. «