En 2021 existe un gran tablero mundial distinto de aquel que analizó el brillante Zbigniew Brezinski en su conocido libro El gran tablero mundial. El mundo en su acepción global no es unipolar. Y Eurasia es un escenario en disputa por varios jugadores como Estados Unidos, China, Rusia y la OTAN. No existe el Pacto de Varsovia, pero la relación entre Rusia y China es más fuerte y multifacética que nunca antes. China es más poderosa que los países que integraron el pacto de Varsovia como aliados de Moscú
EE UU y la OTAN son un tremendo jugador global. China y Rusia, amigos y aliados por necesidades compartidas, también lo son. La India es una potencia nuclear pacífica, equidistante de las superpotencias nucleares, haciendo su clásico papel de gran jugador no alineado. Estamos ante un mundo multipolar, confrontado, peligroso. La guerra nuclear está menos configurada como posibilidad que en el siglo XX. EE UU mantiene sus bases militares en centenares de países. Rusia, con pocas bases militares en el extranjero, al parecer ha decidido militarizar su presencia en las islas Kuriles, en el Océano Pacífico.
Los medios internacionales, occidentales y rusos, dicen que los temas abordados en la privada conversación de dos horas sostenida por los líderes Joe Biden y Vladimir Putin han sido las relaciones diplomáticas y comerciales entre los dos países, la lucha oficial conjunta contra los ciberataques que ambos estados sufren periódicamente, la preservación de la estabilidad estratégica en la que se ha avanzado desde que Biden aceptó prolongar los acuerdos START. El tema de Ucrania y su compleja situación es destacado por los medios globales como el más importante de esa extensa conversación.
Ucrania puede parecerle a algunos analistas la Cuba del siglo XXI por la confrontación que podría provocar. Objetivamente no es así. Vive los dramas de una joven democracia en el espacio post-soviético. EE UU, jugando un rol semejante al que jugó la URSS en la crisis del Caribe en 1962, no amenaza con una guerra nuclear a Rusia. Su amenaza son sanciones económicas severas si Rusia invadiese Ucrania, que en 2021 no semeja a la Cuba de 1962. Los pronorteamericanos de la Cuba liderada por Fidel Castro se fueron por centenares de miles en 1960 y 1961. Los ucranianos pro-rusos siguen en su país, en la zona que limita con Rusia. Rusia recuperó Crimea, que Ucrania reivindicaba como suya. En Cuba está la base militar de Guantánamo, con soldados norteamericanos, rodeada por miles de soldados cubanos.
En 1962, cuando la Crisis Nuclear del Caribe, la mayoría de la población cubana apoyaba al gobierno que vivía la primavera revolucionaria agigantada por la derrota de los invasores de Playa Girón en 1961. Y tenía una dirigencia unificada bajo el liderazgo de Fidel. En Ucrania la clase política dirigente está dividida. ZelenskI, su actual Presidente, confronta con varios de los oligarcas ucranianos que aspiran a sucederlo en el poder. Y diversos analistas sostienen que la dirigencia política en su conjunto es rechazada por la ciudadanía.
En Ucrania hay dos autoproclamadas repúblicas autónomas en la zona identitaria y linguísticamente pro-rusa. Algo importante: Cuba es una isla ubicada a 90 millas de EE UU. Ucrania no es una isla y limita físicamente con Rusia. En Cuba en los años sesentas se construía un Estado nacional. Ucrania, para los analistas geopolíticos, es un estado bipolar, con una suerte de esquizofrenia identitaria. EE UU y algunos de sus aliados plantean un boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno en Beiging. Ese boicot no incluye la ausencia de los atletas, como sí ocurrió en los juegos olímpicos de Moscú en el vórtice de la guerra fría de alta intensidad.
Los latinoamericanos de mi generación conocimos a Ucrania por el libro del periodista y dramaturgo Yaroslav Halan sobre los juicios de los jerarcas nazis en Nuremberg y por el poema del gran poeta ruso Yevgeni Yevtushenho “Babi Yar” sobre el asesinato masivo de judíos en Kiev, realizado por los nazis alemanes y sus colaboradores fascistas ucranianos. Halan fue asesinado a hachazos por ultraderechistas ucranianos en 1949 y reposa en tierra ucraniana. Yevtushenko murió de infarto cuando realizaba una gira literaria por EE UU y hoy reposa en Peredelkino , suburbio de Moscú, donde tenía su casa de campo. Esas muertes diferentes sirven para ilustrar que en 80 años este mundo cruel e injusto no es el pacífico y fraterno que deseamos, pero ha cambiado lo suficiente como para que el nazi-fascismo no esté entre las potencias que integran el Consejo de Seguridad de la ONU de manera permanente. Y eso tiene una cardinal significación histórica para el desarrollo de la civilización humana.
Como escribió Yevtushenko en su poema “No existe monumento en Babi Yar. Solo la agreste ladera. Y tengo miedo”. Y a renglones seguidos “me siento como la piel de Ana Frank que es transparente como un ramo de abril”.
Que los versos de ese poeta ruso universal iluminen los intercambios y sirvan para las meditaciones íntimas de dos antifascistas convencidos como son Putin y Biden.