A Karol Aída Cariola se la conoció públicamente cuando, junto a Camila Vallejo y otros dirigentes juveniles compartió el liderazgo de los movimientos estudiantiles en Chile de principios de esta década. Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, perteneció a la Juventud Comunista y desde 2013 es diputada por la Nueva Mayoría. Además es «matrona», como en Chile se conoce a las obstetras, todo un símbolo de su militancia. Tiene 32 años y bajó a Buenos Aires para la reunión del Grupo de Puebla, en un alto de su participación en este «despertar del pueblo chileno, este proceso de transformación», como lo llama en el diálogo con Tiempo.
–Veo lo que está pasando en Chile como una gran oportunidad. El momento político más importante desde que recuperamos la democracia tras la instalación de un modelo neoliberal a sangre y fuego. Fueron muchas las expresiones de los movimientos sociales que se han venido dando, la perspectiva medio ambiental, la inexistencia de un sistema de seguridad social, la privatización de las pensiones y la salud, el sistema de educación. Movimientos sociales vienen a poner sobre la mesa, las contradicciones del modelo neoliberal. Todos convergen en un mismo punto que pone en evidencia a un gobierno que lejos de querer resolver estas contradicciones, las profundiza. Que ante cualquier pedido te dice más AFJP. O que responde con mayor concentración de los recursos, con una reforma tributaria les devolvió más 800 millones de dólares a los más ricos. Por eso el pueblo chileno dijo basta. Un país que aspira a tener democracia, tras 40 años, tuvo esa respuesta que pone en cuestionamiento la institucionalidad.
–¿Es Piñera o el poder real?
–No sólo pasa por el gobierno de turno y el Parlamento sino por distintos poderes del Estado o los carabineros y las fuerzas de represión. Todas las instituciones se vieron puestas en cuestión. Pasa porque hay problemas muy de fondo.
–¿El pueblo no había advertido antes el problema de fondo?
–El chileno era un pueblo que estaba completamente coptado y subyugado por el modelo. El cerco está corrido. Ahora los jóvenes miran y piden otra cosa de lo que veíamos nosotros. Ahora piden nueva Constitución: por eso pensamos que la de Pinochet tiene mucha menos vida. La correlación de fuerzas nunca fue la suficiente para modificarla: Pinochet dejó este candado tan bien amarrado. Los quórum son tan altos que se requiere de los votos de la derecha, que viene de la dictadura, que se acomodó al modelo, que es su guardiana. Este despertar del pueblo chileno, este proceso de transformación, el descontento se fue acumulando con cada uno de los procesos. Surge a partir de los estudiantes saltando las vallas del metro sin tener la necesidad de hacerlo: no eran los principales afectados sino sus padres, abuelos, tíos. Fue algo que nadie se lo esperaba. Ni nosotros, ni Piñera. No tienen el temor de otras generaciones.
–Lo mismo se decía en las marchas de 2011.
–Nosotros dimos un primer impulso importante que permitió mover una primera barrera y generó una primera fisura en la hegemonía cultural del modelo neoliberal. El pueblo estaba convencido de que era la única forma de vivir, de existir. Cuando salimos y le decíamos que pagar la educación no correspondía, nos decían que siempre había sido así… Diez años después, en el Parlamento no sólo hablamos de gratuidad en la educación sino que hablamos de que hay 4000 jóvenes que estudian gratis. Decir que no hubo un cambio es un error. Se produjo al punto que hoy tenemos cabildos autoconvocados con una ciudadanía diciendo que quiere nueva dirigencia y asamblea constituyente. Ese cambio tiene que ver con la fisura del modelo. Y no la produjeron sólo los jóvenes que saltaron las vallas. Ellos son producto de generaciones anteriores que también nos atrevimos. Ahora algunos somos parlamentarios y decimos que esta institucionalidad hay que cambiarla, transformarla completa. Incluso dando un paso al costado nosotros. Hay que partir de cero: estamos en un proceso de refundación de la democracia en Chile. El único poder soberano debe ser el poder del pueblo.
–Decías que no vieron venir esta situación. ¿Por qué se dio ahora?
–Una nunca sabe cuándo el pueblo va a reaccionar. No hay partido ni organización en particular que pueda atribuirse esta explosión. No se supo leer que llegaría. Cuando Piñera responde a la movilización de la forma represiva y brutal en que lo hizo, el pueblo reacciona de una forma conmovedora. Un movimiento que nació inorgánico. Es un despertar muy trasversal.
–¿Surgen nuevos liderazgos?
–Empiezan a emerger desde las bases y los territorios, con la lógica de los cabildos. Hay nuevas formas de expresión. No así desde la política tradicional. La oposición política está muy desarticulada. Nosotros nos pusimos a disposición del pueblo. El movimiento está muy transversalizado y eso es positivo. Es el momento de ceder poder al pueblo mediante procesos vinculantes de decisión, si no, no vamos a recomponer la confianza. Este proceso debe ir en dirección hacia una nueva Constitución. Es que este proceso dejó muchas víctimas y muchas denuncias de violaciones de Derechos Humanos. El presidente no los reconoce: habla de excesos. La primera mecha la encendieron los estudiantes, la segunda el presidente. Ahora convoca al COSENA, en un acto de provocación. Cuando abdicó el poder político al poder militar perdió completamente el control del país. El riesgo que lo puedan tomar los militares es una permanente amenaza.
–No quiere ser el que acabe con la Constitución de Pinochet.
–Sí, y no quiere dar el brazo a torcer respecto del modelo neoliberal. La derecha política quiere medidas más radicales. Cuando la derecha fascista se siente amenazada en sus intereses, es capaz de cualquier cosa. Piñera no debe seguir siendo un obstáculo: con sus decisiones ya nos tiene con 23 muertes. «