Seguían resonando los ecos de una extraordinaria versión tamboril de Libertango, interpretada por la banda La Celesta. La suntuosidad del salón de actos de la Facultad de Derecho de la UBA se completaba con alguna bandera uruguaya y muchos mates. Siempre hay emoción cuando aparece él. Siempre hay reconocimiento, nostalgia, alguna lágrima, enorme sabiduría, inigualable nivel de reflexión. A paso corto y lento, con lucidez y conocimiento lleva sus casi 88 años. De la mano viene su compañera de toda la vida. Son el Pepe Mujica y Lucía Topolansky. Es el Uruguay del Frente Amplio, del pasado y del futuro.
Es el Pepe en Buenos Aires otra vez. Ahora debajo de un cuadro gigante que representa a la Justicia, en el centro de un estrado generoso. Mira entrecerrando los ojos rasgados a una muchedumbre que vibra, que siempre vibra cuando reflexiona el hombre sabio. “Queridos compatriotas, en el amplio sentido del término…”, abrió la charla y lo ovacionaron sus propios uruguayos, los argentinos, el salón entero que empezó a gozar con la palabra de ese hombre que saber manejar el discurso y que enciende la labia para encender el alma de quien lo escucha.
Silencio, habla el Pepe
Empezó hablando de diversos movimientos estudiantiles y confesó que intenta recoger el legado de “una multitud de pensadores” que trascurrieron su vida en los claustros, como en el que disertaba. “Los intelectuales tienen ideas, los pueblos sentimientos. Lo que no tiene respaldo de las masas, no será”. La resumió como: “Es una lucha por un cambio cultural”. Y agregó: “Este es el siglo de la ciencia y la inteligencia (…) El estudiantado tiene un papel clave en el proceso de integración para que sirva nuestros pueblos. Es importante para el que se está formando y el que forma”.
Concluyó esa primera parte de su alocución con la frase: “Hemos fundando muchos países, nos falta fundar la gran nación”. Para recordar a Juan Perón en su “cuasi fatídica predicción cuando advirtió que ‘el siglo nos encontrará unidos o sometidos’. Así estamos”.
“La integración colabora entre nosotros para competir con el mundo. Seamos conscientes. Somos dependientes pero nos podemos defender (…) Vivimos en una región que tiene el 7 por ciento de la población del mundo, el 30 por ciento del agua dulce, entre otras muchas otras riquezas: no debemos quedarnos en pedir inversores para enfrentar la muerte con menos costos”, dijo intercalando frases en un tono de abuelo amable con otras expresadas con la fuerza de nieto impetuoso.
De inmediato se refirió a las riquezas del continente y se detuvo en el litio. “Nos pone en un desafío que requiere una posición común para defender intereses más allá de la derecha o la izquierda, más allá de las ideologías…”. Y son una sonrisa en los labios disparó: “Tenemos que aprender de los errores cometidos”.
Posteriormente enumeró cuestiones que considera esenciales para la integración como “los mecanismos necesarios para el socorro cuando hay un desastre regional” y puso como ejemplo claro y reciente la pandemia por el COVID. Pero también señaló que son urgentes acuerdos para “un banco común”, así como “desarrollar industrias complementarias”. Dijo: “No estamos en una época de cambio. Estamos en un cambio de época”.
Ir en barra
Insistió: “Integración es construir interdependencia”. Mencionó el poder de poseer “la reserva más grande alimentos del mundo”. Fue enfático al explicar que “tenemos que afirmar nuestra propia identidad en el mundo, pero debemos hacerlo al tiempo que nuestros hijos y nuestros descendientes conozcan la historia y la razón de nuestros muertos”.
Explicó que “la integración no se va a producir sola. Las fronteras son inventos de los seres humanos y hoy duelen esas migraciones en los territorios de Sudamérica cuando hay límites y hasta represiones”. Definió como imprescindible la referencia a los pueblos originarios y al pasado: “Somos un crisol de pueblos. Necesitamos una movilización y una región con un nombre que nos identifique, pero que no vengan de afuera”, aseguró. Para luego aconsejar: “Debemos establecer políticas de largos plazos. La dependencia tiene costos en todas las clases sociales. Para tener fuerza hoy hay que organizarse en barra”.
Pareció enviar mensajes a algunos mandatarios actuales cuando aseguró: “Somos democráticos. Pero caemos en la trampa del consenso y el consenso nos termina paralizando. No estén de acuerdo con todo, compatriotas. Vayan y piensen”.
Ya sobre el final arengó: “Vivir es aprender. Sería un miserable sino pensara en los problemas del futuro en un mundo en el que no voy a vivir… Tenemos que rompernos el alma para que ellos tengan una educación superior. Y con la conciencia de que esta cuestión no se arregla solo con plata. Pero no se arregla sin plata… Pero los fenicios hicieron negocios, pero no pudieron crear una civilización”.
Y antes de despedirse con un “hasta siempre muchachos…” reafirmó la idea fuerza de toda su charla: “Ser o no ser: es lo que tenemos por delante”.
También ella
“Yo me formé en la Academia de la vida. Siento que la UBA me queda grande”, arrancó Lucía entre sonrisas. “El tema de la integración es tan viejo como los que habitan la tierra. Pero aún está pendiente”, agregó. Y antes de darle paso a la charla de su compañero de vida y de militancia, Topolansky aseguró que la “integración es necesaria pero sin perder la nacionalidad, así como hicieron los europeos”.
El acto se complementó con el lanzamiento de la Escuela de Formación para la Integración Latinoamericana (EFIL) impulsada por la Cátedra Libre José G. Artigas para la integración de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)
El Pepe había estado el domingo en la Feria del Libro, para una presentación y cuando se disponía a salir fue interceptado con insultos por un grupo de enardecidos libertarios. “Nos quieren vender un sentido de libertad para chuparnos la sangre, pero cuando estás sometido a las necesidades que tenés que cubrir, no podés ser libre. Somos libres cuando el tiempo de la vida lo gastamos en lo que se nos antoja”, les respondió el Pepe.
El viejo sabio se fue caminando despacio. Sonriendo bajito. De la mano de Lucía.