La toma de mando de Pedro Castillo en la presidencia del Perú fue un hecho histórico en varios aspectos. En primer lugar, es la primera vez que un hombre de izquierda gana unas elecciones presidenciales. La izquierda había apoyado a Ollanta Humala, que luego defeccionó ante las presiones de las élites económicas, pero que no era de su sector. Ganó un candidato de una izquierda no clásica ni tampoco de centroizquierda. Una izquierda popular, rural, gestada en Los Andes con un programa y una práctica muy representativos de la situación, de las preocupaciones y de las reivindicaciones de los sectores más desprotegidos, casi olvidados por el Estado. El profesor Castillo no solo es representante de ese pueblo profundo sino que procede de él. Toda su vida lo refleja. Es comprensible el odio de la aristocracia limeña a este «cholo» ya que muchos de ellos creen que representa a un sector inferior al de los blancos de las urbes.
Fue histórico su discurso de asunción, en la mismísima cara del rey de España, Felipe VI: «Comienzo saludando a mis hermanos descendientes de los pueblos originarios del Perú prehispánico, a mis hermanos quechuas, aimaras y amazónicos, a los afroperuanos y a las distintas comunidades descendientes de migrantes, así como a todas las minorías desposeídas del campo y la ciudad. Juntos, decimos hoy, ¡Kashkaniracmi! ¡Seguimos existiendo!
En nuestras tierras florecieron importantes y extensos estados como el Wari y, luego, el Tawantinsuyo. Durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía. Fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples felipillos y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales.
La derrota del incanato dio inicio a la era colonial. Fue entonces, y con la fundación del virreinato, que se establecieron las castas y diferencias que hasta hoy persisten. Los tres siglos en los que este territorio perteneció a la corona española le permitieron explotar los minerales que sostuvieron el desarrollo de Europa, en gran parte con la mano de obra de los abuelos de muchos de nosotros. La represión a la justa revuelta de Tupac Amaru y Micaela Bastidas terminó de consolidar el régimen racial impuesto por el virreinato».
Nada de la tristeza de la que nos hablaba Macri que sintieron los patriotas cuando se independizaron de España.
Fue histórico que se unieran para permitir ganar los sectores del campo popular. El respaldo de Verónica Mendoza y de Nuevo Perú fue fundamental, a pesar de las fuertes disputas previas. Parece que se aprendió la lección: en Brasil, Bolsonaro es presidente porque Ciro Gomes y gran parte de la dirigencia socialista no apoyó a Fernando Haddad, candidato del PT; Sebastián Piñera preside Chile porque el Frente Amplio de Beatriz Sánchez no apoyo al socialista Alejandro Guillier; en Colombia, Iván Duque ganó porque Sergio Fajardo no respaldó a Gustavo Petro; Guillermo Lasso preside Ecuador porque no hubo acuerdo con el partido indigenista Pachakutik.
Queda un desafío gigante: gobernar cumpliendo los compromisos de la campaña electoral. Sobre todo, generar las condiciones para la reforma de la Constitución, sin la cual será imposible cualquier cambio importante en la situación económica, social, cultural y étnica.
Castillo se encuentra desde ahora mismo con terribles ataques de la derecha, que trata de utilizar el Congreso y los medios para impedir transformaciones de fondo. Se llega con una situación fiscal que no es de las peores, un nivel de reservas interesante en el Banco Central y un volumen de deuda pública manejable, situación que si bien fue afectada durante la pandemia permite pensar en acciones de redistribución e inversión a favor de los sectores más desprotegidos. El presidente cuenta con sus convicciones y las de los suyos, y con el respaldo popular. Deberá articular con los gobiernos de la región, sobre todo Argentina, Bolivia y México, para recomponer la integración que desmembraron Macri y Bolsonaro.
El desafío es enorme. Las posibilidades de que el pueblo peruano mejore su condición, que comience un camino de prosperidad y que se reorganice la Patria Grande, también. «