Patricio Rivas H. fue miembro del Comité Central Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y pasó a la clandestinidad el mismo día del golpe militar. Detenido luego por la Fuerza Aérea, pasó 3 años preso hasta que fue expulsado del país junto a otros dirigentes. Regresó clandestino a Chile el año 1985. Hoy es doctor en Filosofía de la Historia, profesor de posgrado e investigador en temáticas de filosofía política en universidades de México, Colombia y Ecuador. En esta entrevista reflexiona e interpreta los procesos histórico-políticos devenidos del golpe y sus implicancias que llevaron a la sociedad chilena a ser lo que es hoy.
-¿Cómo evalúa la llegada de Salvador Allende al gobierno?
-El 11 de setiembre de 1973 el mundo que se configuraba desde Chile giró sin posibilidades de retorno. Aun hoy es difícil ambientar el drama para quienes no estuvieron ahí. Durante casi dos décadas de dictadura el tiempo se tornó dramático y denso. El régimen pretendía ocupar a cada instante los territorios sociales y subjetivos de la mayoría de la población, con una recargada trama capitalista, cuyo enfoque era propio de un liberalismo “salvaje” y conceptualizado como neoliberalismo a escala internacional. Era un periodo en el que se forjó un experimento de ingeniería social financiero de gran alcance, que superó los diseños de sus primeros arquitectos y cuya creación adquirió una vida independiente al convertirse en ejemplo de un nuevo orden del capital. Con el debilitamiento del Estado de bienestar y la crisis de la formación social chilena, encontraron un territorio fértil para el experimento los economistas de Chicago y sus discípulos nacionales. Pinochet y la dictadura personificaron un giro completo de la realidad del país, que contó con el apoyo activo de empresarios y variados sectores altos, medios y precarizados. El programa cívico-militar impuso un nuevo patrón de acumulación del capital, una nueva institucionalidad y más aún, una cultura mercantilizada, basada en la ilusión del consumo insaciable en varias capas de la población y que perdura hasta hoy.
-¿Cuál fue la ingeniería del golpe?
-Se había iniciado el 29 de junio de 1973 con el Tanquetazo, pero las movilizaciones sociales lograron contener momentáneamente la intentona de ultraderecha. Ese día fue decisivo: en él concurrieron las opciones de una amplia iniciativa social y política. No obstante, las debilidades en la unidad de la izquierda, así como profundas ingenuidades analíticas, estuvieron entre los principales factores que dieron lugar a una falta de sentido de oportunidad estratégica en el manejo de los hechos. A partir de 1974 el Estadio Nacional y otros cuarteles conocidos comenzaron a ser reemplazados por centros de clandestinos detención y exterminio. En esta fase la prioridad era la aniquilación de los cuadros directivos de los partidos Socialista y Comunista y del MIR, con el objeto de evitar toda posibilidad de rearticulación de la izquierda
-¿Qué planteaba el MIR en ese contexto?
-La definición esencial era que se requería establecer un marco de resistencia popular que exigía mantener las estructuras y el trabajo político en medio de una sistemática represión y violencia generalizada por parte del Estado. En algunas fábricas como Indumet y Lucchetti, la Universidad Técnica del Estado, el eje urbano de La Gran Avenida, el Cordón Cerrillos y de Renca, así como en otros anónimos lugares, se luchó en total asimetría bajo la lógica de impedir la ocupación fácil de los barrios obreros. El MIR, con ocho años de existencia, dejaría en la determinación de no asilarse a sus fundadores y a varias direcciones de recambio, junto a cientos de militantes. Miguel Enriquez, secretario General del partido, fue abatido el 5 de septiembre de 1974. Se trató de una ética de compromiso que debe ser leída desde los imperativos políticos decisivos de resistir. La última víctima del MIR, Jécar Nehgme, vocero público y miembro del Comité Central, es asesinado de 12 balazos el 4 de septiembre de 1989, casi un año después del plebiscito.
-¿Cómo definiría la gestión del gobierno de Allende?
-Las iniciativas que se gestaron han sido el mayor intento democrático en la historia nacional del siglo XX de construir un orden social más justo y solidario. Es necesario recuperar el hecho de que Salvador Allende es el primer marxista en llegar al gobierno por la vía electoral, estableciendo una senda que podía ser ejemplar en la región e incluso en naciones que tenían amplias izquierdas sociales y electorales como Italia y Francia. El giro institucional exitoso de una izquierda marxista amenazaba los axiomas hegemónicos del capital en la cultura masiva, los dispositivos de comunicación social, en las lógicas laborales y productivas, y en la propia expropiación del trabajo. Junto a las prácticas de poder, explotación y control amplio, este experimento señalaba otras posibilidades humanas y de país.
-La foto de Allende con casco y el fusil AK47 que le regaló Fidel Castro retrata con claridad la tensión del momento.
-El presidente murió para no rendirse y ese fue su ejemplo y legado frente a los golpistas, que comenzaron las masacres en el propio palacio de La Moneda y en los barrios populares la misma mañana del 11 de septiembre. A partir del primer día se impuso una política de represión organizada por el Estado y dirigida por sus más altas autoridades militares y civiles. Frente a esto, el MIR, así como fracciones socialistas y comunistas, emplearon esquemas de una rápida reorganización clandestina.
-¿Cuál es su mirada como dirigente del MIR sobre el papel que jugaron de las izquierdas en Chile?
-Entre 1970 y los años ´90 se pusieron a prueba su capacidad de liderazgo, comprensión, dirección, análisis, un ciclo de compromiso de vida y existencia con lo que se postula y proclama. Esa izquierda logró asumir el inmenso desafío del gobierno popular. La etapa de las más brutales y graves violaciones a los derechos humanos la obligó a la adaptación y a la gestación de nuevos sentidos y formatos. La dictadura cívico militar acabó con la vida de algunos de los mejores cuadros políticos, cuya desaparición ha tenido efectos duraderos hasta hoy. Y desde 1985 se fue situando frente a una transición que alteraría su programa y lealtades singularmente a partir del plebiscito de 1988. La mantención del modelo económico y de la Constitución de 1980, la permanencia de Pinochet como Comandante en Jefe de las FF.AA hasta 1998 y posteriormente su incorporación al Senado de la República, ocasionaron demasiados costos para el futuro de la izquierda chilena.
-Hoy en Chile como en Argentina hay grandes posibilidades de que ganen sectores ultras sin historias políticas que los arraiguen.
-De triunfar la ultraderecha, que no es un fenómeno pasajero, deberemos pasar a la lucha política por la democracia y en defensa de los derechos fundamentales. Las izquierdas deben tener la capacidad de ser alternativas de país más allá de ser destacamentos de oposición y crítica parlamentaria. Tenemos la historia y las capacidades más diversas para proponer democráticamente otra fisionomía de país para todos en sus diversidades y aspiraciones.