Dirigentes y activistas por la paz en Colombia celebraron el lanzamiento del partido de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), reconvertidas a la acción política y civil como parte del cumplimiento de los acuerdos firmados con el gobierno de Juan Manuel Santos en noviembre pasado. El principal desafío, sin embargo, es que los miembros de la rebautizada Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, nombre que mantiene la histórica sigla conocida por más de 50 años, puedan desarrollar esa actividad política sin que sus vidas corran riesgo, como ocurrió en la década del ’80 con la Unión Patriótica, el entonces brazo político de las FARC.
«El reto que tienen es exigir del Estado las garantías para el ejercicio de la política sin que los maten, porque ya han asesinado a 11 exguerrilleros y 13 familiares de FARC, entonces eso se constituye en un peligro», dijo a Tiempo la dirigente colombiana de Poder Ciudadano y exsenadora, Piedad Córdoba, en su visita a la Argentina.
Córdoba acaba de lanzar su precandidatura presidencial para las elecciones del año próximo y en estos días comenzará a reunir las firmas para presentar los avales requeridos. A pesar de que se le reconoce una cercanía con la exguerrilla por su participación activa en el proceso de paz, no arriesga adelantar alguna eventual alianza que pueda contener a FARC y a su espacio para disputarle el gobierno al oficialismo de centro derecha, que hasta ahora no presentó un candidato formal más allá de que el ex vicepresidente, Germán Vargas Lleras, anunció que también buscará avales para lanzarse. «Por ahora, mi preocupación es recoger las firmas que necesito en todo el país y mi alianza es definitivamente con la gente. Yo creo que hacia adelante coincidiremos en plataformas de trabajo pero por ahora yo no soy ni candidata de ellos ni tengo idea de quién va a ser su candidato o candidata», señaló Córdoba.
El viernes se realizó en la emblemática Plaza Bolívar del centro de Bogotá la presentación en sociedad del ahora partido FARC, que cambió su histórico emblema de los fusiles cruzados sobre un libro por el de una rosa roja con una estrella en el centro. «Para algunos, la sigla FARC tiene una carga negativa, pero es nuestro pasado revolucionario e histórico, el conflicto ahora es en la arena política. Quisimos en el Congreso encontrar un símbolo universal y por eso la rosa: queremos que cuando vean una rosa vean a las FARC. Aquí esperamos a todos los colombianos que quieran cambio», afirmó Iván Márquez, uno de los líderes de la exguerrilla, y parte de la nueva conducción de 111 miembros electa en un congreso interno.
«En adelante, nuestra arma más poderosa será la palabra, así nos estrenamos en el escenario político nacional», gritó en medio de los aplausos y rosas el máximo líder de la organización, Rodrigo Londoño, Timochenko.
Como conclusión del congresofundacional del partido político, iniciado el pasado domingo, el exgrupo armado selló su paso a la vida política con un concierto en el que tocaron varios grupos nacionales e internacionales como Banda Bassoti, Ana Tijoux, KY-Mani Marley y la colombiana Totó la Momposina. Rodeado por más de 15 mil personas, muchas de ellas jóvenes, que gritaban al unísono «viva la paz» y agitaban banderas y rosas rojas, Londoño aseguró que la nueva FARC quiere construir «un país diferente» en el que «la violencia desaparezca definitivamente del escenario de la política».
El paso marca el final definitivo de una guerra que generó daños enormes a la sociedad, que van más allá de las muertes y desplazamientos. También la degradación de las instituciones y la pérdida de credibilidad de la clase política. «Al cesar la guerra se ve con más claridad la corrupción en el Parlamento y la Justicia, entonces hay amplios sectores que votarían por las FARC en contra de la corrupción», asegura Rodrigo Rojas, de Pax Colombia Sí, una organización muy comprometida con el proceso de paz.
En diálogo con Tiempo, Rojas evalúa que FARC estaría «en condiciones de sacar entre 800 mil y 1 millón de votos (de un total de 14,5 millones) y eso básicamente por el desprestigio y la corrupción de los partidos políticos tradicionales». De cumplirse este pronóstico, el partido podría sumar algunos legisladores más a los diez que se incorporarán como parte del acuerdo, y constituirse por sí solo en «una fuerza que represente el 10% en el Congreso». Al igual que Córdoba, Rojas estima que «la esperanza de las FARC es que no los maten, y les den las garantías para que desenmascaren todo lo que ha pasado en este país, contando la verdad. Los movimientos de Derechos Humanos queremos que las víctimas sean resarcidas pero que haya un criterio de equidad, no sólo para juzgar a las FARC y a los paramilitares, sino también a las multinacionales que apoyaron y usufructuaron el conflicto colombiano, hay que ver quiénes han sido los instigadores, organizadores y financiadores, acá ha habido un sector empresarial que le apostó a la guerra deliberadamente y ha hecho de la guerra una oportunidad para la acumulación de bienes», señaló en conversación telefónica desde Bogotá.
Previo a la conferencia que dio ayer en el Centro Cultural de la Cooperación, Piedad Córdoba afirmó que «el reto» de los exguerrilleros «tiene que ser legitimarse realmente en toda la sociedad y ganar confianza. Porque hay muchas, muchas heridas y no hay que taparlas, sino sacarlas para poderlas sanar». También puso especial atención en «lo que vaya a suceder con la Comisión por la Verdad, donde ellos tienen un papel importante, con el Tribunal de Justicia Especial para la paz y todo lo que tiene que ver con las víctimas».
Córdoba siente la satisfacción personal y como activista de los Derechos Humanos de haber contribuido a este paso fundamental a favor de la paz en su país. «El hecho de que hayan dejado las armas por los votos es un verdadero avance, y estoy muy satisfecha porque ese es mi legado de paz, ellos están ahí porque yo también fui capaz de salir de la zona de confort y darme a la tarea de convencerlos de que tenían que liberar a esas personas», señaló en referencia a su trabajo como principal negociadora en la liberación de los cautivos de las FARC, tema excluyente para el acuerdo. «Por lo tanto, para mí, lo que ocurre hoy lo siento como un triunfo de la democracia, y de mi participación», agregó. Por esa cercanía sufrió la destitución e inhabilitación tras ser acusada de «colaborar y promover» las acciones guerrilleras, condena que fue dejada sin efecto el año pasado. «