La sociedad venezolana celebra una nueva elección dentro de un proceso político que nació en 1999, unos 21 años. Lleva un promedio de más de una vota-ción cada 12 meses. En los registros electorales y comiciales de la ONU no existe un país con ese promedio. Venezuela sólo es superada en términos de partidos participantes por México y Brasil. El problema es que casi todos esos procesos electorales los ganó una sola entidad política. Y esa entidad política es de izquierda y es anti norteamericana.
Eso es lo que podría cambiar este 6D y parecerse más al año 2007 cuando el comandante Hugo Chávez perdió un referéndum, o 2015, cuando la derecha ganó el parlamento. Tanto las encuestas y sondeos como el pálpito en barrios pobres y fábricas, señalan una sensación de que el chavismo será derrotado. Hay un hastío que comenzó en 2012 pero se desarrolló con los dos gobiernos de Maduro. Pero las encuestas y sensaciones sociales podrían equivocarse.
Es tan complicada la situación electoral del gobierno que el voto chavista, reducido a la mitad del que votaba por Chávez, deberá repartirse entre el PSUV de Maduro y la APR de cinco partidos chavistas críticos. El Polo Patriótico, que le dio al chavismo cuatro victorias, se partió. La causa comienza en el colapso total de la economía y la sociedad provocada por el bloqueo y las casi 300 medidas de sanción comercial impuestas por Estados Unidos, Europa y los países del Grupo de Lima. Desde 2015, al Estado venezolano le secuestraron más de U$S 40 mil millones en activos industriales, financieros y minerales. Además le prohíben comprar y vender con más de medio planeta. En casi siete años, Venezuela bajó del segundo lugar en tasa de consumo per capita de alimentos en el continente (según el informe ACNUR 2015) a una sociedad de subconsumo y migración masiva.
Los críticos chavistas del gobierno sostienen que Maduro y sus ministros colaboraron y colaboran con ese colapso. Es decir, que al bloqueo le sumaron una batería de equivocaciones en política económica y decisiones sociales. Por ejemplo la dolarización de la economía y la pulverización del salario nacional. Luis Salas, ex ministro de economía y Pascualina Cursio, prestigiosa investigadora económica, coinciden en que la mayoría de lo hecho por el gobierno de Maduro en la economía es de tipo neoliberal, aunque él no sea un neoliberal. Los críticos más políticos opinan que esa conducta, y otras como dejar actuar a un cuerpo policial represivo como la FAES, debilitaron al chavismo en dos grandes oleadas: primero alejó a la mayoría de las vanguardias, luego desconsoló a buena parte de la masa chavista. El resultado es la posibilidad de que se repita un 2015 pero mayor.
El presidente Maduro amenazó e con renunciar si ganara la derecha. Pero sus críticos de izquierda creen que en realidad esconde un pacto con un sector de la oposición. En cualquiera de los casos lo que se debate en estas elecciones no es un paso adelante o atrás del chavismo, sino el intento de desmontar al chavismo completo para instaurar un gobierno neoliberal directo y que EEUU regrese como el imperio dominante. El dilema es mayor para la masa chavista y para la vanguardia bolivariana. Seguir sufriendo con Maduro al frente, o cambiarlo y arriesgarse a algo peor. Un dilema de hierro que no se resuelve en estas elecciones, pero si modificaría la relación de fuerzas internas.