España está a las puertas de contar con un gobierno respaldado en las urnas luego de más de un año de vaivenes políticos y quizás el más inclinado a la izquierda desde la recuperación de las democracia, se entusiasma Pablo Iglesias, el líder de Unidas-Podemos. El precio es que él mismo se corra a un costado para que el actual presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, designe un gabinete bicolor y acuerde un programa común. Pero hasta último momento mantienen una delicada negociación que conlleva una puja desembozada entre el establishment del Partido Socialista Obrero Español y los sectores más progresistas de la sociedad española, en un país atravesado por las esquirlas de la crisis desatada desde 2008 y el avance del independentismo en Cataluña.
Mientras tanto, quedan los jirones de una lucha que en las últimas semanas enfrentó a Sánchez con Iglesias y que el miércoles hizo pensar que se avecinaban nuevas elecciones para dentro de un par de meses. Es que el tablero político, si bien los últimos comicios mostraron una franca recuperación del PSOE y la caída estrepitosa del Partido Popular, quedó repartido entre dos sectores fragmentados. A centroizquierda PSOE y Unidas-Podemos, a derecha el PP, Ciudadanos y el neofranquista Vox. En un lugar expectante, independistas catalanes y nacionalistas vascos.
Para gobernar, Sánchez necesita de los votos de Unidas-Podemos, pero aun así no le alcanza. El deseo de la burocracia del PSOE sería alguna maniobra para un gabinete monocolor y las manos libres para hacer y deshacer. O más bien, para no reformar demasiado.
La forma de lograrlo sin quedar manchados con el apoyo derechista, lo que contradiría el postulado con que Sánchez trepó al poder dentro del partido y de allí a La Moncloa, sería convencer a alguna de las agrupaciones conservadoras de que se abstenga de votar. Caso contrario debería convocarse nuevamente a comicios.
A eso apuntó Sánchez cuando, un poco para clausurar el debate interno, dijo que no tenía en mente someterse al deseo de Unidas-Podemos. Iglesias, para mover el avispero porque también él tiene presiones internas, fue convocar a un referéndum entre sus bases para decidir si aceptan una coalición con el PSOE. La consulta terminó este jueves, con un 70% de apoyo. Pero la participación, en una elección que no era obligatoria, no pasó del 26 por ciento.
Para tensar la cuerda, Sánchez declaró que no aceptaría un gabinete con Iglesias. «No se dan las condiciones para que el señor Iglesias sea miembro de ese gobierno», dijo el presidente. Las diferencias sobre la política a seguir con Cataluña, argumentó, lo hacen desconfiar «y no se puede tener un vicejefe en el que no confías», agregó. El viernes, Iglesias replicó: «He estado reflexionando estos días y no voy a ser la excusa para que el PSOE evite ese gobierno de coalición (…) Estar o no en el Consejo de Ministros no será un problema siempre y cuando no haya más vetos y la presencia de Unidas-Podemos en el gobierno sea proporcional a los votos». Ahora, Sánchez dijo que estudiaría la nueva propuesta.
Pero no la tendrá fácil ni en su partido ni entre los dueños del poder real. «El programa económico de Unidas-Podemos haría que la economía fuera hacia atrás», dijo Antonio Garamendi, de la Confederación de Organizaciones Empresariales (CEOE), la poderosa cámara de empresarios de la península. «