Rayshard Brooks tenía 27 años, afroamericano, había nacido en Goergia, estados Unidos. Estaba en un estacionamiento de un local de comida rápida en Atlanta, descansando en su auto. Otro conductor lo denunció a las 22.32 del viernes y pocos minutos después lo despertó un policía, quien le hizo un control de alcoholemia que dio positivo. Unos instantes después se produjo un forcejeo en el piso con dos agentes que empuñaban sendas pistolas Taser, pero no pudieron sujetar a Brooks, quien salió corriendo, aparentemente con una de las pistolas eléctricas de color amarillo. Se metió entre otros autos y trató de escapar. Recorrió no más de 10 metros cuando uno de los policías sacó su arma reglamentaria y le disparó tres veces. Murió poco después en el hospital.
Las imágenes captadas por varios celulares comenzaron a recorrer las redes. En algunos de ellos se escucha, incluso, el reproche de alguna gente a los agentes. Claramente se trató de otro exceso policial, nuevamente sobre un negro, aunque la Oficina de Investigación de Georgia, informó en un principio que Brooks fue ultimado porque se llevaba en su poder una de las armas Taser.
Este episodio sucede tres semanas después del asesinato de George Floyd, producido el 25 de mayo en Minneapolis, cuando tres policías lo maniataron y uno de ellos le aprisionó el cuello con la rodilla durante casi nueve minutos y lo asfixió. Desde ese incidente se produjo una oleada de protestas, tanto en los Estados Unidos como en muchas ciudades del mundo en rechazo de la violencia policial y el racismo.
Desde entonces, las protestas continuaron, aunque con menor caudal de manifestantes. De todas maneras, ya se perciben los cambios producidos por la reacción popular tras el asesinato de Floyd, como la disolución o reformulación al menos de muchas de las policías de diferentes Estados, como el de Minneapolis. La sensación en EE UU es que los cambios sociales seguirán sucediendo, aunque episodios como el de Atlanta vuelvan a encender las protestas violentas. Este mismo sábado un grupo se reunió alrededor del boliche de comidas rápidas para protestar por la muerte de Brooks.
Ante esta situación, el presidente Donald Trump le cambió de fecha a un mitin que había organizado en Tulsa, con la presunción de que podría ser un foco de enfrentamiento, porque se lo había programado para el próximo 19 de junio: ese día, justamente se conmemora la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. Se realizará 24 horas después, lo que no disipa la posibilidad de disturbios, ya que Tulsa fue la ciudad donde hubo una masacre en 1921, en la que murieron 300 negros a manos de grupos armados blancos. Miembros de la oposición demócrata así como activistas del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) habían criticado la decisión de Trump de elegir esa fecha para un nuevo acto como parte de la campaña para las elecciones de noviembre, en la que buscará su reelección.
Por otra parte, un informe de la agencia Xinhua advirtió que ya en tiempos de pandemia, EE UU deportó a centenares latinoamericanos infectados con Covid-19. Confirmó que se realizaron al menos 111 vuelos a 12 países de la región, luego del 8 de marzo a pesar de regir la cuarentena en la mayoría de esos lugares. México, Guatemala y Colombia, entre los más afectados.