A veinticinco años de la caída de la Unión Soviética, cuatro repúblicas aún luchan por ser reconocidas internacionalmente en el marco de interminables disputas territoriales. Pese a que han concluido los periodos de guerra la violencia sigue latente: son los conflictos congelados, resabio de aquel 1991 en que todo cambió.
Esta es la primera de una serie de notas que Tiempo publicará diariamente. Próximamente: Abjasia, Transnistria y Nagorno Karabaj.

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OSETIA DEL SUR

Hace frío en la montañosa Osetia del Sur a fines de diciembre, nieva mucho y la gélida temperatura parece congelar la historia de un conflicto sin fin, una lucha interétnica con más muertes que certezas. Es que esta pequeña región caucásica se mantiene en disputa desde la caída de la Unión Soviética hace 25 años, pero los choques entre surosetas y georgianos preceden a aquel diciembre de 1991. Las diferencias son tan importantes que parece imposible que convivan bajo una misma bandera; al menos en los hechos, no lo hacen.

Las dos etnias que dominan la región nunca han tenido buenas relaciones, especialmente en los dos períodos en que Georgia fue independiente. Durante la primera independencia, entre 1918 y 1921, los osetas que habitaban el norte del territorio se rebelaron en apoyo a los bolcheviques de la naciente Unión Soviética. En medio de un clima tenso y conflictivo, los soviéticos invadieron ayudados por los osetas y, tras una escueta guerra, en marzo de 1921 terminaron con la breve independencia. En agradecimiento, Osetia recibió una importante autonomía por primera vez en su historia.

Durante su existencia, la Unión Soviética reprimió el nacionalismo paralizando así todos los conflictos interétnicos dentro de su esfera de influencia. Pero a fines de los 80 estos sentimientos se reactivaron. Lo primero que hizo Georgia para llegar a su independencia fue establecer el georgiano como único idioma oficial y abolir la autonomía Osetia. La declaración formal de independencia fue en abril de 1991. El pueblo oseta quedó entonces dividido en dos: Osetia del Norte, una República Autónoma Rusa, y Osetia del Sur, en Georgia, ambas con exactamente la misma bandera.

Zviad Gamsajurdia, primer presidente, dijo entonces que los osetas eran una minoría en Georgia que no tenía mayor poder de decisión, que si esto les molestaba podían cruzar la frontera hacia Osetia del Norte. Osetia del Sur respondió declarando independencia a fines de 1991. Ese mismo año comenzó una guerra en la que los separatistas osetas fueron fuertemente apoyados por Rusia. Cerca de mil personas murieron y alrededor de cien mil se desplazaron abandonando Georgia en dirección a Osetia del Norte. A pesar de esto Osetia ganó la guerra y estableció una independencia de facto en 1992, de la mano de una fuerza de paz rusa permanente. Pero este no fue el final del conflicto.

Míjeil Saakashvili se convirtió en presidente de Georgia en 2004 y prometió recobrar el control sobre Osetia del Sur y la vecina Abjasia, región con una historia muy similar. La tensión aumentó progresivamente hasta que en agosto de 2008 un grupo de osetas hizo volar una patrulla policial georgiana con un aparato explosivo casero.

La noche del 7 de agosto alrededor de diez mil soldados georgianos invadieron Osetia del Sur con la intensión de recuperar el poder de la zona en un ataque relámpago. La pequeña ciudad de Tsjinvali, capital de la región, fue bombardeada y luego ocupada por tanques y artillería. El 8 de agosto respondió Rusia, primero alegando defensa de las fuerzas de paz rusas que habían quedado apostadas desde 1992, y luego hablando de intentos de genocidio y limpieza étnica.

De hecho para Rusia no se trató de una guerra sino de una operación de paz con el fin de proteger a ciudadanos civiles. Además de su fuerza aérea, el por entonces presidente Dimitri Medvédev envió a más de diez mil soldados que se sumaron a los cerca de 2.500 soldados osetas. El 9 de agosto las fuerzas georgianas retrocedieron hasta Gori, la ciudad natal de Iósif Stalin, en Georgia, y tres días más tarde la guerra ya había terminado.

Habían muerto alrededor de quinientos civiles y cerca de 200 mil personas fueron desplazadas en apenas cinco jornadas de conflicto. De los 70 mil osetas en la región, treinta mil cruzaron a Rusia. Además treinta mil georgianos fueron expulsados y son cerca de veinte mil los que aún hoy no han podido volver a sus casas. Antes de la guerra la zona tenía cerca de cien mil habitantes, hoy tan sólo quedan sesenta mil.

Dos semanas después de terminado el conflicto, Rusia se convirtió en el primer país del mundo en reconocer la independencia tanto de Abjasia como de Osetia del Sur. Le seguirían Nicaragua, ese mismo año, y Venezuela y Nauru, en 2009. Mientras tanto Georgia aún considera a Osetia del Sur como territorio ilegalmente ocupado por Rusia y desde la guerra ambos países no sostienen relaciones diplomáticas formales.

A diferencia de Abjasia, con sus playas en el Mar Negro, Osetia del Sur no cuenta con los ingresos del turismo, y su economía depende casi por completo de lo que le aporta Rusia. Tan es así que este año el gobierno suroseta ha anunciado un referéndum sobre la posible integración con Rusia para 2017. Las dos Osetias podrían volver a unirse bajo una misma bandera.